Un gran contraste entre las marchas del 8M y el 25M

Gabriel Ballerini

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Fue contundente y multitudinaria la Marcha por la Vida del #25M en la que dos millones de ciudadanos en más de doscientas ciudades se manifestaron pacífica y democráticamente para defender la vida desde la concepción y mostrar su oposición al proyecto de ley que intenta despenalizar el aborto.

Imposible evitar el contraste entre ambas marchas. En los valores y los derechos que se reclamaron, el uso del espacio público, los fundamentos que motivaron ambas movilizaciones, las formas, las conductas, la cantidad de personas y aun la cobertura de los medios, de los cuales varios, afines al progresismo abortista, se vieron obligados, por la gran participación ciudadana, a mostrar lo que fue inevitable tapar.

Una marcha se movilizó a favor de una sola de las vidas, la de la mujer embarazada y pedía como centro del reclamo la eliminación y la muerte de la vida del hijo, mediante el aborto libre, seguro y gratuito. Otra se movilizó en contra de la despenalización del aborto y a favor de las dos vidas: la de la madre y la del hijo, con un lema que así lo demostró, #ValeTodaVida, y se presentaron varias propuestas de acciones concretas para ayudar y acompañar a la mujer embarazada con programas alternativos y viables que no conduzcan a ver al aborto como la única solución rápida a problemas sociales, emocionales y egoístas.

En la marcha a favor de la vida no hubo banderas políticas ni de organizaciones partidarias, solo banderas argentinas. No hubo escenas obscenas ni consignas de odio ni de discriminación, solo de inclusión y respeto por los derechos humanos de todos los humanos, nacidos y concebidos por nacer. Las vidrieras y las casas vecinas quedaron intactas, las paredes limpias, no se usó pintura ni pegatinas que dañaran ni destruyeran el espacio público y perjudicaran a todos los ciudadanos argentinos. Ningún incidente violento, no hizo falta presencia policial ni vallados. Familias enteras y ciudadanos con banderas argentinas que sin insultos ni agravios se manifestaron democráticamente a favor de la vida y de todas las vidas.

Un gran contraste ideológico que expuso una fuerte confrontación de valores. Por un lado, un feminismo radicalizado que reclama "igualdad e inclusión", pero que paradójicamente traiciona la causa progresista, no tiene problemas en excluir y descartar la vida de los niños concebidos y no deseados. En cambio, en la marcha por las dos vidas se enfatizó que el derecho a la vida es el primero de los derechos humanos que toda sociedad democrática debe respetar.

Un gran contraste de derechos. El falso argumento en favor del aborto, llamado "derecho a elegir", nada dice del "derecho a vivir" del que está siendo gestado. La ideología favorable al aborto trata de instalar la idea de que solo existe una persona, lo que niega la realidad y el dato duro de la ciencia que afirma que hay dos. Sostener que la vida humana comienza después de la fecundación no es científico, es una afirmación arbitraria, fruto de ideologías o intereses ajenos a la ciencia. Se habla de la libre decisión: "Yo decido sobre mi cuerpo", pero el límite de ese derecho es el cuerpo del otro. Ya que no estamos ante algo, sino ante alguien que es sujeto de derecho y una vida humana que el Estado debe tutelar y proteger, no eliminar.

Los abortistas declararon que la marcha por la vida fue "una marcha antiderechos". ¡Todo lo contrario! El "derecho a elegir" está subordinado al "derecho a la vida", por ser este un derecho fundamental. Los derechos fundamentales son aquellos que tienen que ver con la dignidad humana, y además, es un derecho constitucional, que invalida a cualquier otro derecho que se le oponga. De modo que, desde el punto de vista jurídico, el derecho a la vida es un derecho superior que está por sobre todo otro derecho. Entonces, no hay que entender al aborto como un derecho, porque no lo es, porque no existe un derecho a matar. El aborto no es un derecho ni una conquista social, es la expresión máxima del fracaso del Estado en sus políticas públicas en favor de la mujer, de la familia y de la infancia.

Ninguna propuesta es válida cuando tiene finalidad de muerte. Los políticos y los legisladores que no defiendan la vida y los derechos humanos no merecen nuestro voto. Hoy los diputados tienen la oportunidad de cumplir con la Constitución Nacional y encontrar soluciones que no vulneren el primer derecho humano, que es el derecho a la vida. Dos millones de argentinos en las calles quieren que en la Argentina se respete la vida. Porque una sociedad que no respeta la vida no tiene futuro, ni esperanza, ni justicia, ni paz.

El autor es director de Bioética de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera).

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