Nada define mejor el objetivo del Gobierno en el G20 que la frase de Mauricio Macri cuando dijo en el Sala Sinfónica que se trataba de "mostrar la Argentina al mundo y mostrarle el mundo a la Argentina". Lo complementó Marcos Peña en la conferencia que hizo minutos después en el Sala Argentina: "El aislamiento siempre fue un mal negocio para nuestro país, solo alcanza con analizar lo que pasó a lo largo de la historia, pero en este tiempo es todavía mucho más perjudicial, porque se hace imprescindible cooperar en temas muy técnicos". Y puntualizó: "Durante todos estos años estuvieron pasando muchas cosas en el mundo, pero aquí (los argentinos) no pudimos verlo".
Ambas piezas, el discurso del Presidente y la conferencia de prensa de Peña, el canciller, Jorge Faurie, y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, formaron parte de un mismo dispositivo que –como nunca antes desde que arrancó Cambiemos en la gestión– tuvieron la capacidad de definir al Gobierno, su proyecto de país y el rol de la Argentina, con una precisión conceptual que no se había conocido hasta ahora. Es que en el Gobierno están convencidos de que si la Argentina no se integra globalmente no habrá posibilidades para derrotar a la pobreza, el objetivo central de la administración.
Notoriamente, trabajar en el G20 les dio la posibilidad a los estrategas del Gobierno de pensar de nuevo sus objetivos de gestión, ahora desde una perspectiva global, mirándose de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro. Así, tanto Macri como sus principales funcionarios dieron un salto cualitativo conceptual que, a dos años de administración, se estaba necesitando.
"Sin alzar la voz, ni estando enojados", pero tampoco "sin seguir previsiblemente a los otros", dijo Macri en un momento de su discurso. Y cumpliendo un rol de "puente en la diversidad", de "mediador de buena fe", colaborando en la construcción de consensos, aprovechando que "la diversidad está en nuestro ADN y que el país tiene una conducta (naturalmente) plural".
Aquí, retomando una tradición de la diplomacia argentina, perdida durante los años K, de facilitador natural del diálogo en los foros internacionales. El salto es que esa tarea de componedor que siempre fue reconocida a nuestro país, desde hoy es una definición de política externa.
Además, el Presidente se pronunció a favor del "poder de la norma y no la norma del poder", otra muestra de cómo con el G20 busca posicionarse en un rol frente al mundo sin dejar de hacer política doméstica, convencido de que el rol relevante que tiene el país a escala global es un instrumento para la construcción de los consensos internos que necesita.
De hecho, las tres prioridades que Argentina fijó para el 2018 en el G20, futuro del trabajo, infraestructura para el desarrollo y seguridad alimentaria, forman parte sustancial de la agenda del Gobierno, y hasta se podría decir que los mismos ejes de los "Consensos Básicos" son los que ahora tienen su cara externa. No hay una política exterior y otra interna, sino una misma visión, con distintos instrumentos para su implementación.
En esta lectura, la globalización es una oportunidad y la Argentina debe prepararse para aprovechar sus beneficios. Y la integración con el mundo debe realizarse gradualmente, pero es inevitable si se pretende un crecimiento sostenido. "Nuestra obligación en esta transición es proteger a los trabajadores", dijo Peña al contestar una pregunta sobre las resistencias que genera la reforma laboral, pero de ningún modo considera que es posible evitar que los cambios tecnológicos se impongan por sobre las regulaciones que existen.
De modo similar, ante la pregunta sobre los problemas de seguridad que puede haber en estos momentos en Bariloche, se focalizó en resaltar "las grandes posibilidades que esta cumbre les está generando a los barilochenses". Y concluyó: "La agenda pendiente es inmensa y los conflictos generan más conversación, pero los acuerdos (en el mundo y aquí) generan mucho más éxito".