Es la hora de los ingenieros

María Angélica Moya

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Ayer se conmemoró un nuevo aniversario del comienzo de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano, a partir del cual se estableció el Día Mundial del Medio Ambiente. Han pasado ya 45 años de esta primera cumbre internacional celebrada en Estocolmo, Suecia, que en el primer principio de su declaración establece: "El hombre es a la vez obra y artífice del medio que lo rodea, el cual le da sustento material y le brinda la oportunidad de desarrollarse intelectual, moral, social y espiritualmente". Estas palabras nos interpelan hoy con absoluta claridad.

Desde la declaración de 1972 el mundo ha cambiado y ha avanzado en muchos aspectos: la esperanza de vida ha aumentado, la mortalidad infantil ha disminuido, las comunicaciones se han hecho instantáneas, la robótica y la nanotecnología han mejorado la calidad de vida, etcétera. Sin embargo, a la par de estas mejoras siguen existiendo cuestiones irresueltas o postergadas, además de nuevos problemas que reclaman un cambio radical en el comportamiento de la humanidad. Por mencionar uno de ellos, el aumento de la concentración de gases de efecto invernadero de origen antrópico en la atmósfera, con el consecuente aumento de la temperatura media de la superficie de la Tierra está produciendo cambios significativos en el sistema climático.

La acentuación de eventos extremos tales como inundaciones, sequías, incendios, etcétera, es el resultado de la interacción de diferentes elementos de la naturaleza donde cada parte del sistema, incluidos los seres vivos y el hombre, actúa y modifica la otra. Hay que remarcar, además, que existe un gran contraste entre la velocidad de las acciones humanas y la lentitud de los sistemas naturales.

La huella ecológica, lo que necesitamos para producir los bienes y los servicios que consumimos y utilizamos y absorber los residuos que generamos, equivale hoy a un planeta y medio. Está claro entonces que estamos viviendo de préstamo, hipotecando el futuro de generaciones venideras. La solución posible implica necesariamente hacernos cargo de la raíz humana de esta crisis que el hombre ha generado.

En 2015, los líderes mundiales acordaron 17 objetivos globales de desarrollo sostenible (ODS) en una agenda a 2030. Entre ellos, los principales son erradicar la pobreza y el hambre, combatir con urgencia el cambio climático y proteger el planeta, asegurando la prosperidad de todos.

Naturalmente el alcance de estos objetivos exige, en primer lugar, voluntad política, es decir, la acción de los gobiernos. Pero al mismo tiempo requiere compromiso y decisión de los distintos actores de la sociedad, colectivos e individuales.

Se necesita de profesionales bien preparados y competentes para afrontar estos desafíos, desarrollar e implementar las soluciones. Los ingenieros, por su formación y su ámbito de desempeño, están llamados a ser agentes activos y decisivos de esta cruzada. En tal sentido, vale la pena mencionar que, en 2008, la Academia Nacional de Ingeniería de Estados Unidos ha seleccionado 14 grandes desafíos de la ingeniería cuyas soluciones son consideradas críticas para el bienestar de la humanidad y son plenamente coincidentes con los ODS de Naciones Unidas. A modo de ejemplo se mencionan: conseguir energía solar eficiente y económica, desarrollar métodos de secuestro de carbono atmosférico, restaurar y mejorar la infraestructura urbana, asegurar el acceso general al agua potable, etcétera.

Esta correspondencia exige a los ingenieros de hoy asumir una actitud proactiva que no pueden eludir. La formación profesional ya no puede ser sólo el resultado de incorporar conocimientos técnicos de avanzada sino que también, y con igual peso, debe promover fundamentos éticos y antropológicos que confieran visibilidad humana a los problemas a resolver, de modo que las soluciones innovadoras y creativas promuevan el bien común.

Estamos en un mundo acelerado, desordenado e impaciente; impaciencia y desorden que sólo podrán contrarrestarse si a la ecología integral se les incorporan las dimensiones humanas y sociales.

Ahora más que nunca es la hora de los ingenieros, este mundo los reclama con urgencia, parafraseando a Ortega y Gasset, "ingenieros, a las cosas"

La autora es profesora de la carrera de la Facultad de Ingeniería de la Univesidad Austral