Captura de Eichmann: aniversario de la lucha contra la impunidad del nazismo

El 20 de mayo de 1960, Eichmann fue trasladado desde Buenos Aires a Israel y allí se sometió a un juicio en Jerusalén que recibió una enorme cobertura mediática internacional

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Israel necesitaba, en aquellos años, con el fresco recuerdo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial e inmerso en la construcción de un hogar nacional para los judíos de todo el mundo, una acción de gran calado que lanzara un doble mensaje: en clave interna, de autoafirmación de la dignidad del pueblo judío y, para todo el mundo, los crímenes de quienes buscaran aniquilar a los judíos no volverían a quedar impunes nunca más.

Era una cuestión de justicia histórica. En aquel tiempo, el gobierno de Argentina no era conocido por dar facilidades para capturar y extraditar a criminales extranjeros. Así que aun a riesgo de quebrar las incipientes relaciones diplomáticas ya establecidas entre Argentina e Israel, no hubo otra opción para el entonces presidente israelí David Ben-Gurion que ordenar al Mossad el secuestro y el traslado de Adolf Eichmann, criminal nazi oculto con una identidad falsa en Buenos Aires. Hubo ciertamente una violación de la soberanía argentina, lo que originó una crisis diplomática entre ambos países; una situación que se consiguió resolver con el tiempo. Pero el joven Estado de Israel, por entonces en plena construcción, tuvo que asumir esta difícil decisión por un bien mayor: garantizar que los criminales nazis que propiciaron el genocidio de millones de judíos en Europa no salieran impunes.

Estas eran las motivaciones que movieron a los israelíes a poner en marcha la Operación Garibaldi, denominada así por ser este el nombre de la calle donde vivía Eichmann oculto bajo una falsa identidad, Ricardo Klement. El 11 de mayo de 1960, un equipo del Mossad secuestró a Eichmann y lo ocultó en un piso franco en espera de que un vuelo privado de la compañía israelí El Al pudiera sacarlo del país desde el aeropuerto internacional de Ezeiza, algo que ocurrió el 20 de mayo. Fue trasladado a Israel y allí se sometió a un juicio en Jerusalén que recibió una enorme cobertura mediática internacional.

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El 15 de diciembre de 1961 se dio por finalizado el juicio y Eichmann fue declarado culpable de genocidio y condenado a morir en la horca por crímenes contra la humanidad. Mucho se ha escrito sobre lo justo o injusto de este proceso, pero lo cierto es que Eichmann no era un simple subordinado que cumplía órdenes de sus superiores en el terrible asesinato de millones de judíos, lo que los nazis denominaron cínicamente como la solución final. Esta era la argumentación del acusado: "Yo sólo cumplía órdenes". Pero la verdad es bien distinta. Eichmann fue un sujeto necesario en la ejecución de los planes del Holocausto. Teniente coronel de las SS nazis, a su cargo se realizaron los trasportes masivos de judíos a los campos de exterminio. Su participación fue absolutamente fundamental para la logística de la operación y el propia Eichmann participó en la infame Conferencia de Wannsee, a las afueras de Berlín, en la que los jerarcas nazis diseñaron la "solución final".

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La captura y el juicio a Eichmann fue la experiencia catártica que necesitaban esos pioneros ciudadanos del Estado de Israel para entender que juntos, los judíos, en su país, podían hacer justicia. Que podían unirse con toda su fuerza para evitar que persecuciones como las que llevaron los nazis se pudieran repetir otra vez. El antisemitismo de ayer, el de los nazis, como el antisemitismo de hoy, es un crimen que merece la pena ser perseguido.