Femicidio de Micaela: del abolicionismo perverso al juez inhumano

Marcela Dal Verme

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Perplejos, una vez más hemos asistido al hallazgo de una muerte evitable. Micaela, joven violada y asesinada por un violador reincidente dejado en irregular libertad por el juez Carlos Alfredo Rossi.

Al igual que con Axel López, me lleva a manifestarme nuevamente. Es difícil ser ciudadano de bien en nuestra querida patria si un hombre como este magistrado muestra su parte más aviesa manifestando "ninguna de las opiniones que intervienen en los informes sobre un recluso es vinculante con mi decisión". O sea que el poder absoluto está en sus manos.

No importa lo que en este caso informó el servicio penitenciario que recomendó no liberar. O lo que expone como osadía de su propia inmoralidad: "Se trata de lograr que la persona se reinserte respetando la ley y la legalidad y no necesariamente que viva los valores morales de la sociedad que inclusive puede no aceptar".

Está claro que si violar o matar puede ser un pensamiento en disidencia con la sociedad, para este canalla con investidura de juez no fueron suficientes delitos las violaciones que hubo cometido el delincuente anteriormente por lo que estaba preso. Él decidió que podía estar libre.

Lo denunciaron víctimas de abuso y violación anteriores, pero el objetivo es reinserción social, así que seguir violando es lo de menos.

No es mi objetivo hablar de este inescrupuloso sólo por las mujeres. Ni tampoco del delincuente.

La Justicia justa sería la que necesita con urgencia reponerse del vaciamiento teórico que propone el abolicionismo zaffaroniano que ha mutado el valor de la vida en tecnicismos perversos a favor de la muerte y peor, con ideas utilitarias sobre masas dominadas a favor de intereses de poder.

Si bien todas las vidas tienen el mismo valor intrínseco, la vida de un inocente a manos de un delincuente demuestra que, aunque todas las vidas sean valiosas, algunas son peligrosas. Para estas últimas funciona la pena como única opción de no legitimar que es lo mismo ser bueno que ser malo, porque alguna consecuencia tiene ser malo.

Estamos bajo el derrame de funcionarios judiciales formados por las teorías del abolicionismo que nos deja sin Justicia y, más aún, expuestos al peligro de la injusticia, sobre las mujeres, sobre los jóvenes, sobre los niños, ancianos, urbanos, provincianos y todos los sectores que no he nombrado.

Porque la Justicia perversa nos deja indefensos "a todos" una y otra vez.

Los jueces son humanos y como tales pueden ser inhumanos, presos de su propia perversión, de su omnipotencia patológica y sus trastornos graves de personalidad como para dejar a la vista que "el pez por la boca muere", tal como las declaraciones de Rossi lo demuestran.

Pero ¿a qué nos conduce esto? A ver una vez más que, como he manifestado en artículos anteriores y trato de divulgar siempre que puedo, la salud mental es un universo no incluido en la Justicia. Para los delincuentes, los informes no son vinculantes y para los funcionarios judiciales (jueces, fiscales, etcétera), la salud mental se da por sobrentendida dejando en manos de Rossi, que de mínima muestra su moral dudosa y de máxima evidencia su perversión cómplice del perpetrador, la decisión de libertad a un reo que debiera estar preso por su delito y considerado de riesgo social.

Esto muestra también la importancia de la presencia de la víctima, o víctima secundaria (familiares) en las modificaciones de carátulas o seguimientos del delincuente a la par del proceso antes de que ningún juez determine solo qué hacer con un delincuente. El análisis psicológico en estas causas, si no existe, nos desplaza del siglo XXI.

Urgen las modificaciones de ley, la recuperación de la formación del derecho y urge inclusión de los análisis de lo psicológico en todo a lo que justicia penal se refiere, porque, mientras se sigue pensando, nos seguimos muriendo con nuestras pérdidas irrecuperables y nuestros padecimientos eternos de Justicia injusta con necesarios copartícipes judiciales de delitos evitables.

¿Qué les dirá Rossi a sus hijos? ¿Qué querría decirles Zaffaroni si alguna vez los tuviera? ¿O tal vez por esto no los tiene?

 

La autora es miembro de Usina de Justicia

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