León de Grever en lugar de León, Guanajuato

En este artículo de Bibliomancia abordamos el complejo problema de cambiarle el nombre a las ciudades y la importancia de honrar el arte que nos trasciende

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Mauricio Miranda es Director de la Biblioteca Ibero León.
Mauricio Miranda es Director de la Biblioteca Ibero León.

Sabemos que José Alfredo Jiménez escribió algunas de sus canciones más bellas en la cantina. Y con una lógica más convenenciera que rigurosa, concluimos la importancia del alcohol en los proyectos artísticos trascendentes.

Es después de varias copas que el ánimo comienza a decaer: “Yo no sé lo que valga mi vida”, piensa tristemente el poeta de Dolores Hidalgo, e imagina que su amada es un ser alado, inalcanzable, como una paloma que se eleva allá, lejos de su felicidad.

Luego de varias rondas, regresa la esperanza en forma de metáfora, adentro de él no hay nada, sólo un espacio vacío, callado, donde sólo hay lugar para ella “Mi pecho he cambiado por un palomar”, escribe en una servilleta y al cerrar sus ojos ve, en el centro de su ser, esa rama donde quizá algún día se pose su amor.

Se podría afirmar que el alcohol, al salir de la botella, permite que el autor se enfrasque en el presente profundo, ese momento en el que se apaga el ‘ego’, en el que todo se hace fácil y en el que fluyen las ideas geniales: “escribía tan rápido como si alguien me estuviera dictando” pensaba José Alfredo.

El homenaje de Google a María Grever (Foto: Google)
El homenaje de Google a María Grever (Foto: Google)

Pero no, ni el alcohol ni las cantinas son una condición sine qua non del proceso artístico, y se sabe porque hubo quienes compusieron sin ambos, gente a la que no dejaban entrar a las cantinas, pero que llegaban al éxtasis creativo sin necesidad de estimulantes, mujeres compositoras, entre las que resplandece María Grever, nacida en León, Guanajuato.

María amaba componer, aunque le pagaran poco o, dicho en otras palabras, aunque le robaran las regalías de sus creaciones, ella misma describió su éxito rotundo “todo mundo cantaba mis canciones […] cada vez era más famosa y más pobre”. De cualquier forma, sus palabras y sus melodías no podrían haberse pagado con dinero, no eran terrenales, como claramente se siente en frases que van dirigidas a aquello que hay de espiritual en lo humano: “Si yo encontrara un alma como la mía, cuántas cosas secretas le contaría […] Un alma que embriagase con suave aliento, que al besarme sintiera lo que yo siento”.

Fue alumna de Debussy y de Franz Lehár, quien le dio un consejo fundamental: “que no me sujetara a la técnica musical, que fuera espontánea y sincera. Toda mi música tiene ese sello, la sentía y la escribía casi sin pensar, nunca fui rebuscada ni perfeccionista y en gran parte se lo debo a él”. A él, pero sobre todo a ella, que sembró en México ese delicado romanticismo que florecería en compositores como el mismo José Alfredo, Agustín Lara, Juan Gabriel, Natalia Lafourcade o Armando Manzanero.

(Foto: INAH)
(Foto: INAH)

Gran parte de las canciones que nos han conmovido llevan su ADN musical. Muchas de nuestras tristezas y pérdidas han sido acompañadas, a veces inconscientemente, por melodías que tienen sus raíces en “Muñequita Linda”, una canción que María Grever compuso para su hija que murió a los seis meses.

Nuestra ciudad desde 1830 se llama León de los Aldama, en honor a Ignacio y Juan Aldama, compañeros de Miguel Hidalgo nacidos en San Miguel de Allende.

Aunque pocos la conocen así, cuando le hablan con cariño se refieren a ella como Bonito León, Guanajuato y, cuando no, como León, Guanajuato a secas. Muy bien podría llamarse León de Grever o mi Bonito León de Grever, un lugar tan entrañable que nos den ganas de cantarle “Deja, que con ilusión loca, te dé un beso en esa boca, por si no te vuelvo a ver.”

Para las ciudades es muy importante la trascendencia, aunque quieran a todos sus hijos e hijas por igual, tener a una o a uno que destaque es para ellas una gran alegría. Quizá por eso en 1954 se le cambió el nombre a Purísima del Rincón por Purísima de Hermenegildo Bustos, el pintor que logró congelar la eternidad al óleo, esa misma eternidad que comienza a correr por nuestras venas cuando aparece en la sinfonola la melodía de Júrame, cuando al cerrar los ojos escuchamos: “que aunque pase mucho tiempo, no olvidarás el momento en que yo te conocí.”

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