Conde de Villamediana, de primer 'don Juan' a culmen de la insolencia

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Alfredo Valenzuela

Sevilla, 26 may (EFE).- Poeta y espadachín, amigo de Góngora y enemigo de Quevedo, admirador de la reina y enemigo del rey y del conde-duque, al Conde de Villamediana le dedicó Luis Rosales su discurso de ingreso en la Academia, Gregorio Marañón lo clasificó como "el primer don Juan" y ahora una biografía dice que la insolencia fue su don principal.

Las motivaciones del asesinato de Juan de Tassis y Peralta, segundo conde de Villamediana, en plena Calle Mayor de Madrid y delante de testigos, el 21 de agosto de 1622, siguen siendo un misterio -"que el matador fue de Bellido y el impulso soberano", versificó Góngora-, según concluye "Don de la insolencia" (Siruela), la biografía que le ha dedicado el poeta y ensayista Carlos Aganzo.

Aganzo ha tenido la originalidad de unir bajo ese mismo título una breve biografía del conde en poco más de cien páginas y una amplia antología poética de casi 250 páginas más -sonetos la mayor parte- que lo reivindica como uno de los grandes poetas de una época en la que la competencia era con Cervantes, Lope de Vega, Quevedo y Góngora, o sea, con la constelación de genios que conformó el Siglo de Oro.

"El tipo perfecto del noble español renacentista, de ingenio excelente, intrépido, lleno de todos los atractivos personales y fundamentalmente inmoral", una descripción esta de Marañón a la que la biografía de Aganzo añade.

"Uno de los hombres más eminentes del siglo y un escritor que rompió todos los moldes", virtudes que hizo compatibles con ser "tahúr entre los tahúres de burdel; tan exquisito como insidioso en la palabra; tan arriesgado como apasionado en los dormitorios ajenos".

Del carácter del conde dejó constancia el escritor viajero francés Antoine de Brunel, quien en 1665 refirió que Villamediana le entregó a un cura dos monedas de oro y le preguntó si esa cantidad era suficiente para liberar a un alma para que ascendiera al cielo y, como el clérigo le respondió que sí, se las arrebató de inmediato de las manos argumentando que si ya había subido cielo no iba a regresar al purgatorio para echar las cuentas.

Pero lo que pudo ponerlo en el disparadero de la ballesta que acabó con su vida fueron sus supuestos amores con la reina Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, a la que sacó en brazos de un teatro en cuyo escenario se declaró un incendio, unas llamas que según la leyenda provocó el propio Villamediana.

Antes del incendio, Villamediana, jinete de leyenda y diestro lanceador, participó en una corrida de toros en la que actuó tan brillantemente que la reina exclamó: "¡Qué bien pica el conde!", a lo que el rey repuso: "Pica bien, pero muy alto", con lo que el acervo popular le debe la expresión "picar demasiado alto".

El culmen de la insolencia llegó el día en que Villamediana, probablemente el más elegante de la Corte además de rumboso y derrochador, se presentó en una fiesta con una capa forrada con monedas de oro de a real, con lo que, más que significar, gritaba: "Mis amores son reales".

Antecedente del Burlador de Sevilla de Tirso y del Tenorio de Zorrilla, la muerte del conde en tan oscuras circunstancias aumentó una leyenda que trascendió las fronteras hasta hacer que un autor como La Fontaine afirmara que era "un alma española, más grande que loca todavía".

 Aunque la personalidad del conde y su agitada vida dan para biografías, películas, anecdotarios y leyendas, Aganzo hace hincapié en el valor de su obra literaria, un "corpus inmenso" que comprende 750 textos escritos a lo largo de 22 años y que reúne algo más de doscientos sonetos, epigramas y redondillas de tema amoroso, satírico, religioso y patriótico, además de poemas mitológicos, fábulas y la comedia 'La gloria de Niquea'.

El principal valedor de la obra y de la personalidad del conde fue el poeta Luis Rosales, cuya estela en gran medida sigue Aganzo y quien en su discurso de ingreso en la Real Academia valoró tanto su poesía como remitió a los confines de la leyenda alguno de los lances más oscuros de la vida de un hombre que mereció estos versos:

 "Tal fama llegó a alcanzar / en toda la Corte entera, / que no hubo dentro ni fuera / grande que le contrastara, / mujer que no le adorara, / hombre que no le temiera". EFE

av/erv/aam

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