Del pergamino al soporte digital: la catedral de Burgos redescubre las joyas del archivo

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Patricia Carro

Burgos, 21 abr (EFE).- De la carta de arras de El Cid a la Guerra de Sucesión entre Isabel La Católica y Juana ‘La Beltraneja’; del poyo de San Cristóbal, en el que se impartía justicia en los pleitos vecinales, al ‘husillo’, la prisión catedralicia; y de los privilegios reales a las recetas de la tinta: el archivo de la Catedral de Burgos es un tesoro incalculable.

Hace treinta años se inició el proyecto de catalogación e informatización del Archivo Histórico y Musical, gracias al convenio suscrito entre el Cabildo Catedralicio y la Fundación Círculo, y son más de 250.000 los documentos que se han catalogado, y que empiezan a digitalizarse, para hacerse más accesible a investigadores y ciudadanos.

“Los investigadores ya conocen el archivo, saben que tenemos unos documentos muy valiosos, que se guardan auténticas joyas”, ha explicado a EFE Tamara Pérez, una de las técnicas del archivo, quien ha asegurado que la catalogación es un paso imprescindible para hacer más accesible la documentación conservada en el archivo.

María Jesús González, otra de las técnicas, ha recordado que la última catalogación data de finales del siglo XVIII y, entonces, se hizo una recopilación de los documentos que había en el archivo de la Catedral, se encuadernaron en pergamino y se hizo un índice general, con un orden cronológico y temático, pero muy genérico.

“Ahora hemos hecho un vaciado de toda la documentación, se han cogido esos legajos, se han ido leyendo hoja por hoja” y se han creado registros catalográficos: descripción del documento, resumen, referencias… Todo lo necesario para que el investigador pueda acceder a un catálogo online, consultar el registro y, si lo necesita, pasarse a consultar el documento.

En un archivo, además de conservar los documentos, es imprescindible saber qué hay, para poder preservarlo y difundirlo, pues como ha indicado la técnica Esther Pardiñas, “cuando una persona publica algo y se ha basado en los documentos que hemos descrito se pone en valor ese patrimonio documental”.

El Archivo de la Catedral de Burgos data del siglo XI, cuando el obispado trasladó de Oca a Burgos la sede episcopal, si bien hasta el siglo XVI no se inició la labor archivera, que finalizará en el siglo XVIII.

De ahí la relevancia de este proyecto, enmarcado en el plan director de rehabilitación de la Catedral, diseñado en 1994 tras la caída de la estatua de San Lorenzo, y que es pionero en España y Europa: nunca antes se ha abordado una labor tan ingente y a tan largo plazo, en la que se ha invertido más de un millón de euros, y que todavía tiene tarea por delante.

Los 250.000 documentos catalogados solo son una parte de todo el archivo catedralicio, pero corresponden a las secciones más valiosas, con los documentos más antiguos, y también a las más demandadas por los investigadores: Volúmenes, Libros, Actas Capitulares, Capillas, Documentos de Diversos Asuntos y el Archivo Musical.

Ahora trabajan en la Sección de Pleitos Civiles y Criminales y han empezado a digitalizar los documentos ya catalogados, ha explicado el archivero, Fernando Arce, lo que dará mayor accesibilidad al archivo, pudiendo consultarse los documentos desde cualquier parte del mundo.

El documento más antiguo que se conserva es del 972, ha recordado Tamara Pérez, y durante estos años, las técnicas han encontrado muchas sorpresas, curiosidades y grandes joyas: “La documentación del archivo es el reflejo de todo lo que acontece en la Catedral, en Burgos, en España y en Europa, porque si hay una guerra o la peste, también se refleja”.

Así, el Archivo de la Catedral de Burgos conserva la carta de arras de El Cid y doña Jimena, pero también el documento del traslado de los restos del Campeador al interior del templo; documentos relativos a la antigua catedral románica, a la construcción de la gótica o a las aportaciones que hicieron los burgaleses para la reconstrucción del cimborrio.

Innumerables privilegios reales, como los concedidos por el Camino de Santiago; toda la correspondencia cruzada con Roma, y las bulas papales, además de documentación relativa a la relación del Cabildo con la realeza, la nobleza, la burguesía o la sociedad burgalesa; y documentos históricos como los de las guerras de Sucesión o la Independencia.

También curiosidades como dos recetas de la tinta, el tesoro de los archivos; las actas de los juicios populares en el poyo de San Cristóbal, para dirimir pleitos vecinales; e información sobre uno de los espacios carcelarios de la Catedral, el husillo, pues también en la prisión había clases y no eran lo mismo las estancias de primera que la cámara de grilletes y cepo.

Pardiñas ha insistido en que la Catedral era un ente vivo, en el que vivían y trabajaban muchas personas, más allá de los canónigos, y eso también se refleja en el archivo. Lo mismo que la vida cotidiana, que “da destellos, algunos incluso cómicos”, y que hace “amigos” pues, documento a documento, las técnicas han seguido la vida de escribanos o zapateros.

Estas y otras curiosidades, como uno de los cantorales del archivo musical, se muestran en la exposición sobre los 30 años del proyecto de catalogación, que se puede visitar hasta el 23 de junio  en la Sala Valentín Palencia de la Catedral, y que ayudará a conocer el valor patrimonial que se esconde tras los muros del viejo archivo catedralicio. EFE

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