Dos años de Superliga: riñas, presiones, un proyecto en duda y una sentencia

Desde el momento en el que se anunció hasta el fallo del TJUE se ha dado una lucha en el seno del fútbol europeo. La sentencia es solo una parada más dentro de un conflicto de futuro incierto

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La Superliga Europea nació abruptamente una noche de domingo. Esa misma tarde la UEFA había movido ficha, anticipándose a un proyecto que todavía no había visto la luz. Era un intento de desactivarla o, cuanto menos, de dar el primer golpe de una discusión que se prometía larga. Es una discusión que todavía hoy continúa. Año y medio después, aquella refriega sigue activa.

Un comunicado la noche del 19 de abril de 2021, en un horario solo apto para la radio deportiva nocturna española, dio el pistoletazo de salida a lo que era en aquel momento la mayor ruptura reciente del fútbol europeo. Desde entonces y hasta la sentencia del Tribunal de Justicia Europeo de este jueves se ha dado una guerra, a veces soterrada y otras muy pública. Un conflicto que no termina, porque el fallo es un punto de inflexión en la trama, pero también solo un paso más dentro de esta batalla.

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Aquel comunicado iba rubricado por los tres grandes equipos españoles (Real Madrid, Barcelona y Atlético) los italianos (Inter, Milan y Juventus) y los seis grandes ingleses (Manchester United, Manchester City, Liverpool, Arsenal, Chelsea y Tottenham). Proponían una competición nueva, a espaldas de la UEFA. Se generó una enorme controversia y un nivel de presión altísimo para dar al traste a la rebelión.

Fuentes conocedoras del caso recuerdan de aquellos días llamadas constantes, no solo de la UEFA o de las distintas ligas, sino también una activación de algunos gobiernos europeos para detener el proyecto. Se cuenta que Boris Johnson, por aquel entonces primer ministro británico, llamó personalmente a algunos clubes y deslizó que podían hacer cambios legislativos que serían poco beneficiosos para los equipos que se marchasen del sistema del fútbol europeo. No fue solo una cuestión política, hubo manifestaciones en Stamford Bridges y asociaciones de aficionados expresando con fuerza su disconformidad.

A la Superliga, un proyecto que venía gestándose desde tiempo antes, el anuncio le pilló un poco con el paso cambiado. Habían establecido que en los días siguientes los presidentes de los clubes disidentes concederían entrevistas a algunos medios de comunicación. La idea era que cada uno eligiese su propio lugar para explicarse, pero a la hora de la verdad solo Florentino Pérez, presidente del Real Madrid y principal motor de todo el proceso, compareció. Lo hizo en El Chiringuito de jugones un programa que algunos consideraron que no era lo suficientemente serio como para desarrollar sus ideas. La estrategia de comunicación de esos días, algo caótica, no ayudó a que los cimientos de la propuesta se asentasen.

Ningún otro presidente llegó a salir, lo que dejó a ojos de la opinión pública a Florentino algo solo, desvalido incluso. En pocos días vio como todos los equipos ingleses, el Atlético, el Milan y el Inter anunciaban su salida del proyecto. Esto es algo que desde los clubes que se han mantenido firmes siempre han puesto un poco en duda, como si no hubiesen salido del todo del proyecto sino simplemente se hubiesen desvinculado públicamente.

"El fútbol es libre de nuevo", celebra el presidente del Real Madrid tras conocer el fallo del TJUE sobre la Superliga.

Dos clubes con intereses distintos

También esa decisión, la de los clubes que rectificaron, tiene matices. Algunos de los asesores de Florentino Pérez en este viaje señalan que el problema fue, específicamente, de dos clubes, el Manchester City y el Chelsea. Fueron los primeros en salirse del proyecto y también, aseguran las mismas fuentes, eran los únicos que en realidad nunca estuvieron del todo implicados.

Tiene cierta lógica cuando se conoce más en detalle el motivo de la ruptura con la UEFA. La Premier League se convirtió hace tiempo en una carrera de gasto desaforado, algo que, de hecho, critica con frecuencia Javier Tebas, el presidente de La Liga española. Los dueños de los clubes no ganan dinero, pues para mantener el nivel de los clubes no da con lo que generan y siempre tienen que ir aumentando su inversión.

Esto para el Liverpool, el United, el Tottenham y el Arsenal, propiedad de empresarios estadounidenses, era un juego viciado. Esa espiral de gasto era mucho menos importante para el Chelsea (en aquel momento todavía propiedad del oligarca ruso Roman Abramovich) y el City (del fondo soberano de Abu Dabi). Su presencia en el fútbol europeo tiene más que ver con cuestiones de imagen que de negocio.

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Uno de los motivos que empujaron a los clubes ingleses de propiedad estadounidense a abrazar la Superliga era la posibilidad de crear unos límites salariales o un control económico mucho más estricto. La UEFA ha intentado en ocasiones hacer algo parecido, pero a la hora de la verdad ha sido muy difícil la implementación. Otro de los miedos de los grandes clubes europeos, o de algunos de ellos, es que el dinero del petróleo termine minimizándoles, algo que de algún modo ya es un problema con las inversiones en el City, el PSG y el Newcastle.

Por todo ello, Chelsea y City eran el eslabón más débil, los que menos se jugaban en el proceso. Por eso también fueron los primeros en caer. Fuentes conocedoras del caso explican que la presión institucional fue tremenda, cuentan, por ejemplo, que parte del equipo de comunicación reclutado por la Superliga salió del proyecto al tener también relación con el Mundial de Qatar.

 Nasser Al-Khelaifi, presidente del PSG y la ECA (Europa Press)
Nasser Al-Khelaifi, presidente del PSG y la ECA (Europa Press)

La posición de Al Khelaifi

El emirato, propietario del PSG, era uno de los grandes opositores a la rebelión. De hecho, su presidente, Nasser al Khelaifi, pasó de la noche a la mañana de ser un outsider en el fútbol europeo a convertirse en uno de los principales apoyos de Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA lógicamente muy contrario a la posibilidad de que los grandes clubes rompiesen con la Champions League. Los clubes disidentes salieron de la ECA, la asociación europea de clubes, y fue al Khelaifi quien se quedó con la presidencia convirtiéndose, junto al propio Ceferin y presidentes de algunas ligas, especialmente el siempre combativo Javier Tebas, en los principales portavoces contra la Superliga. A al Khelaifi, que formó parte de la negociación de la Superliga, se le atribuye también haber informado a Ceferin durante el proceso.

Es cierto que en Reino Unido, además de la presión política, hubo un movimiento ciudadano bastante general en contra del nuevo proyecto. La Superliga había valorado esa posibilidad y había realizado encuestas previas que, según sus datos, daban bastante alta aprobación de los aficionados al proyecto. A la hora de la verdad, al menos en lo que se refiere al ruido posterior, no fue así. La sensación general fue que los hinchas, al menos en Inglaterra, rechazaban un cambio tan abrupto en el panorama del fútbol europeo.

Ese fallo de cálculo de la Superliga, como el fallo comunicativo previamente nombrado, hicieron que no pocos diesen por muerto el intento. La UEFA, aparentemente, había ganado, pero en realidad esa imagen de victoria no era más que un alto en el camino. Como era previsible todo iba a dirimirse en los tribunales europeos. El fútbol ya tiene experiencia en esto, la globalización que vive el deporte sería muy difícil de explicar sin pensar en la Ley Bosman, que propició que dejase de haber límites para los jugadores comunitarios en los equipos.

Alexander Ceferin, en una rueda de prensa (Reuters)
Alexander Ceferin, en una rueda de prensa (Reuters)

La FIFA y el futuro

El TJUE dictó sentencia este jueves, la UEFA es un monopolio y ha habido abuso de poder por su parte. Ese es el titular, pero las interpretaciones de eso son más complejas. Es difícil saber qué pasará en el futuro, incluso en el futuro próximo. Porque el tribunal europeo no entra en lo concreto, en la propia competición. A22, la empresa que está detrás de la Superliga, se apresuró a explicar su ruptura, a dar un formato cerrado y hacer ver que todo está muy avanzado. Un trabajo mucho más profundo del que se presentó aquel día de abril, que fue criticado por su falta de concreción tanto en el modelo deportivo como en el económico. Todo eso solo tendrá sentido si los clubes que se salieron públicamente de la competición vuelven al redil, porque ahora mismo solo el Madrid, el Barcelona y la Juventus se han mantenido firmes. Para que el proyecto fragüe se necesita mucho más que eso.

Queda también por saber la posición de la FIFA. La sentencia es europea, pero obliga a todos sus países miembros. Y, dependiendo de cómo se desarrolle posteriormente todo, la puesta en duda de los monopolios de este tipo de organizaciones puede cambiar el paradigma general del deporte.

La FIFA, de hecho, anunció recientemente un campeonato mundial de clubes expandido que puede estar afectado también si los clubes tienen independencia para elegir las competiciones en las que compiten. La confederación dirigida por Gianni Infantino ha tenido en estos años una ambigüedad calculada. Aunque la posición oficial era de rechazo a la rebelión, paralelamente han impulsado un proyecto simular para África. Y muchos creen que han sido tibios, porque les interesaba atraer a los grandes clubes a su nuevo mundial. Además, las relaciones entre UEFA y FIFA, que compiten por el mismo trozo de tarta, ha sido siempre muy compleja.

La UEFA tiene previsto un nuevo formato para el próximo curso. Pero esta sentencia solo llena de incertidumbre el fútbol mundial. Los siguientes pasos serán decisivos.

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