A 20 años de su estreno, El Expreso Polar sigue dividiendo opiniones y capturando la atención de nuevas generaciones. Mientras para unos es una obra mágica que encapsula el espíritu navideño, para otros se ha convertido en un ejemplo perfecto de terror disfrazado de aventura familiar. El fenómeno, que cada diciembre revive el debate sobre lo que debe ser una película de Navidad, ha convertido a este film en un tema recurrente de conversación, análisis y hasta de polémica dentro y fuera de los hogares.
Un viaje navideño “escrito por Stephen King”
La atmósfera que envuelve a El Expreso Polar se aparta deliberadamente de la calidez típica de los relatos navideños. Desde sus primeros segundos, la película —basada en la reconocida obra infantil de Chris Van Allsburg— ofrece una experiencia visual y auditiva que, según muchos espectadores, tiene más en común con una novela de Stephen King que con clásicos como Milagro en la calle 34 o Solo en casa.
La cinta inicia con un silencio inquietante y una música casi espectral, mientras un niño observa la oscuridad de su habitación con una tensión que sugiere la inminencia de lo desconocido. “El viaje solo se vuelve más extraño desde el momento en que el tren aparece sin explicación alguna”, señala el análisis publicado por Sensacine. La introducción del misterioso tren y la ausencia de adultos confiables refuerzan esta tensión, transformando rápidamente el tono del relato.
Para muchos fanáticos de la Navidad, la película debería ser una experiencia acogedora. Sin embargo, advierten desde Sensacine, “el tono de la cinta no tarda en dejar claro que esto no es un paseo seguro rumbo al Polo Norte”. Prueba de ello son las reiteradas escenas donde el riesgo físico es protagonista: ahogamiento, peligro de decapitación y la posibilidad de ser devorado por lobos.
Peligros ocultos y adultos inquietantes
Más allá de su envoltorio festivo, el largometraje dirigido por Robert Zemeckis instala una sensación de amenaza constante a lo largo de 1 hora y 40 minutos. “El tren avanza a velocidades imposibles, se desliza por hielo, quebrándose, gira en ángulos que desafían la física y, por momentos, parece diseñado para asustar más que para inspirar”, detalló Sensacine.
Lo inquietante no se limita al viaje. El Expreso Polar presenta una galería de adultos con actitudes ambiguas que, lejos de brindar seguridad, aumentan el suspense. “Ningún adulto parece confiable. Todos tienen un aire siniestro, una sonrisa torcida o un tono extraño que te hace dudar de sus intenciones”, advierte el análisis.
Incluso el emblemático conductor del tren, personificado por Tom Hanks, alterna entre la amabilidad y la inquietud, reforzando la noción de que la frontera entre el bien y el mal es difusa en este universo animado.
Estos factores no pasan desapercibidos para quienes ven en la película una reinterpretación del género navideño. La presencia de peligros reales y la constante amenaza psicológica transforman la supuesta travesía hacia la fe y la ilusión en un relato apto para ser catalogado como “terror navideño”.
Entre la magia y el horror
Pese a su ambientación oscura y el debate constante respecto a su tono, El Expreso Polar se mantiene como una de las películas más queridas y perdurables del cine navideño. El film logra congregar a familias enteras frente a la pantalla, generando discusiones sobre su significado y la verdadera naturaleza de sus escenas. Para muchos, representa “la magia de creer, la emoción de los viajes imposibles y ese momento donde la Navidad recupera su brillo”, destacó Sensacine.
Al lado de clásicos de lo oscuro como Gremlins, El extraño mundo de Jack o Krampus, la cinta ha encontrado su propio espacio: el de una obra que desafía los límites de lo que entendemos por cine familiar e infantil durante las fiestas. Cada año, maratones de películas navideñas la incluyen “sin que nadie analice a fondo lo extraño que realmente es”. Así, para algunos espectadores, es un clásico indiscutible; mientras que para otros, una película de horror escondida en papel brillante.