Sucedió un 9 de junio de 2012, en Estados Unidos. Argentina y Brasil se midieron en un amistoso, con el Scratch preparándose para los Juegos Olímpicos de Londres. Un Lionel Messi desatado anotó tres goles en el vibrante 4-3 en favor de la Selección.
Ese duelo resultó un tesoro para el crack rosarino, de 30 años. Y está protegido en un cofre distintivo entre los recuerdos de la Pulga. "Por más que fue amistoso, hacer los tres goles y ganar de la manera que ganamos… Fue un partido muy especial", asegura, con una sonrisa que lo transporta a Nueva Jersey.
Hay un instante, largamente abordado en las distintas ediciones de Alma de Potrero, muy particular para los jugadores, que se sitúa en la previa de los partidos: el himno nacional. Y Messi no escapa de la emoción que allí aborda sus cuerpos: "Es un momento maravilloso".
Alrededor del himno y vinculada a su persona, se generó una polémica que nula relación tiene con el juego. El debate respecto a si cantar o no el himno es una balanza para pesar cuánto se siente la camiseta.
Con madurez, Leo aporta su mirada: "Cada uno lo expresa y lo vive como es. Lo siento por dentro, lo vivo como ninguno. No siento la necesidad de cantarlo. Y no creo que eso signifique nada".
Esas críticas también tienen que ver con las finales que no se abrieron, los títulos que quedaron golpeando la puerta. Desde que juega en la Selección Mayor, Messi alcanzó las definiciones de tres Copas América (2007, 2015 y 2016) y de un Mundial (Brasil 2014), pero el equipo no logró quebrar el maleficio.
¿Cómo se lleva con las críticas de sus compatriotas el mejor jugador del mundo? "Todo el mundo sabe de fútbol, opina y se las sabe todas. No pudimos ser campeones en el Mundial y en la Copa América. Si hubiésemos hecho lo que hicimos en otro lado hubiese sido diferente. Pero eso también es lo lindo de Argentina y de vestir esta camiseta", convive con todas las caras del sentir argentino.