“En el Garrahan no sobra nadie”, dirá Marina Cavalletti antes de empezar a leer sus poemas en el FLIPPAS, el Festival Latinoamericano Independiente de Poesía y Prosa del Atlántico Sur que se está desarrollando en Nueva Atlantis, ahí al lado de Mar de Ajó.
Cavalletti sabe de qué habla. Nació con una enfermedad que se llama “parálisis cerebral” y que le afectaba los miembros inferiores. “Tuve mi propia crucifixión/ no quiero blasfemar/ pero la tuve:/ todo fue/ alarido/ cuando abrí/ los ojos”, escribe en Hospital pediátrico, el libro con el que ganó, en 2022, el primer premio del 14° Concurso Nacional de Cuento y Poesía Adolfo Bioy Casares y que será el que ahora lea en el Festival.
A los diez años, en el Garrahan, la operaron. Le estiraron los músculos de la ingle, las rodillas y los tobillos. Pasó cuarenta días internada, con un yeso que le separaba las piernas. Le cambiaron la vida, le salvaron la vida. Lo dice, pero ni hace falta. Cavalletti es Profesora de Letas, Magister en Escritura Creativa, ha trabajado como periodista y da clases en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV).
“Por mucho tiempo no pude pasar por la puerta del Garrahan sin ponerme a llorar. Hasta que decidí volver, hacer una especie de trabajo antropológico y adentrarme en mi mayor temor, mi mayor dolor, que estaba en ese hospital”, ha declarado.
Aquí, algunos de esos poemas:
De “Hospital pediátrico”
Viaje
salí de mí cuando me operaban
flotaba como un fantasmita
no sabía si iba a volver
ellos hacían chistes negros
tenían frío
el escalpelo flameaba
como una bandera
de paz
o de derrota
Carnaval
me pregunto
si se puede ser feliz
en un hospital pediátrico
mientras todos
disfrutan del verano
y acá estamos
desfigurados entre juguetes
deseando
el agua
la harina
el pasto húmedo
salir
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Serenata
Nací con el cuerpo roto
pero la primavera
me trajo un pájaro
él cantó para mis piernas enjauladas
presas políticas
de una infancia
donde no estaba
permitido correr.
Andar personal
Transito la vida
a paso ebrio,
de mi boca salen confesiones
que muchos atribuyen a una borrachera.
Me embriago
de un espejismo más potente que el alcohol:
los márgenes.
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Atómica
Hiroshima soy yo
Vietnam soy yo
La niña grita desnuda
corre
se aturde
sin dirección.
Y estalla.