De la A a la Z, palabra de escritores: tercera entrega

Entre los años 1975 y hasta mediados de los 2000, el autor de esta nota entrevistó a más de 40 autores famosos. Esta serie busca recuperar momentos y frases de aquellas charlas que, en algunos casos, conservan una sorprendente actualidad.

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Doris Lessing, 1990

"Los verdaderos problemas de la mujer, los que nos aterraban hace cien años, persisten. En Pakistán todavía discuten por el velo, y no me extrañaría que en algunas culturas aun se dudara de la existencia del alma en la mujer… Hace poco leí cartas escritas por las pioneras de principios del siglo… ¿Sabe qué les aconsejaban a sus hijas? Ponerse firmes y tener sólo… ¡doce hijos!, en vez de trece, catorce o quince… El único poder liberador de la mujer es el poder económico. Una mujer rica jamás, en ninguna época, tuvo que aceptar tener catorce hijos contra su voluntad".

"Detesto hablar del amor. Pero bien: el hombre y la mujer han amado y aman de modo diferente. Tratar de buscar coincidencias es estúpido, porque tienen diferente programación biológica. No coinciden en sus tiempos, en sus urgencias, en sus fatigas, en sus entusiasmos, en sus desencantos… Caminan juntos, sí. Pero eso no significa que se amen. Si un hombre y una mujer logran amarse durante más de diez años, bueno: significa que el socialismo ha derrotado a la biología".

Doris Lessing (Getty)

Pacho O´Donnell, 1997

"Manuel Belgrano murió en 1820. En 1903 abrieron su cajón. Sólo había polvo, pero los dientes estaban intactos. ¿Qué hicieron el ministro del Interior, Joaquín V. González, y el ministro de Guerra, Pablo Ricchieri? ¡Los robaron! El diario La Prensa publicó un artículo memorable: 'Los despojos sagrados se los repartieron buena, criollamente, los dos ministros. Que devuelvan esos dientes al patriota que menos comió con los dineros de la Nación'. Tal fue el escándalo, que tuvieron que devolverlos…"

"La historia oficial muestra a Sarmiento como un hombre que nunca faltó a la escuela y como un fundador de escuelas. Eso es como compararlo con un maestro mayor de obras… Creo, en cambio, que es el más admirable signo de la modernidad. Vivió en un país con ochenta por ciento de analfabetos y en una Buenos Aires rodeada de indios. En la barbarie. Pero, enamorado de la vocación de progreso de los Estados Unidos, soñó y luchó por una Argentina moderna. Una Argentina que en ese momento era atrasada, bárbara, y que para colmo estaba alejada del mundo. Hace poco vi una foto de Sarmiento muerto. Y hasta muerto era imponente".

"La bandera argentina tiene una historia real mucho más interesante que la estampita, que esa cursilería que dice: `El general miró el celeste cielo y las blancas nubes, y creó la bandera´. Nada de eso. Belgrano combatía contra los españoles, pero los dos bandos tenían una bandera igual: roja y amarilla. Tuvo que crear otra, pero no quiso usar los colores de una España dominada por Napoleón. Entonces, por lealtad al rey Fernando VII, que estaba en la cárcel, usó los colores borbónicos: celeste y blanco, tal cual se ven en el cuadro de Goya".

Pacho O’Donnell

Andrés Oppenheimer, 1998

"Fidel Castro vive y gobierna, pero la revolución se acabó. Hay empresas mixtas, economía negra, y capitalismo de Estado. Fue mi libro más traumático (N. de la R.: Castro. La hora final), pero me felicito por haberlo escrito. Sobre todo como respuesta a la hipocresía de muchos colegas. Si ataqué con furia a la dictadura argentina, a los militares derechistas de El Salvador, y al régimen de Pinochet, mal puedo defender el régimen de Castro, que jamás permitió la existencia de un diario o de una radio opositores. Me da mucha rabia ver a los turistas argentinos de esa clase media frívola que van a Varadero y vuelven encantados. Ésa es la gran asignatura pendiente de la izquierda latinoamericana: no se puede ser democrático en el Chile de Pinochet y no democrático en la Cuba de Castro".

"¿Qué pienso de la revalorización del Che Guevara? En Cuba visité a la mujer del Che. Mientras hablábamos, llegó su hijo: un chico que usaba colita, un aro y una remera que decía USA. Le pregunté qué hacía: `Toco heavy metal rock´, me dijo. Le pregunté qué pensaba de la revolución y el comunismo. `Cosa de viejos´, me contestó".

(N. de la R.: periodista estrella del diario Miami Herald, el argentino Andrés Oppenheimer ganó el premio Pulitzer por su investigación y sus 54 artículos sobre el coronel Oliver North y su apoyo a `los contras´, grupo armado para derrocar el régimen sandinista de Nicaragua, y la venta de armas a Irán para su guerra con Irak).

Andrés Oppenheimer

Olga Orozco, 1989

"Nací en Toay, La Pampa, el 17 de marzo de 1920. ¿Qué es nacer en Toay? Es no tener, como la gente de la ciudad, la pared contra la nariz. Es contar con la eternidad. Se puede seguir la aventura de la lagartija, la aventura de las escapadas a la hora de la siesta, la aventura de subir a un árbol lleno de fruta verde… ¿Qué más? El circo, las romerías populares, las kermeses. Mirar los mirasoles de cerca. Echar hojas y flores en una tina y esperar que la noche y la escarcha armen un herbario maravilloso. Esos son los amores del campo… ¿Los terrores? La lechuza. La noche interminable. La leyenda del monte que se traga a la gente. El pájaro negro que se queda con las almas. La solapa, la mujer del sol, que se roba a los chicos que se escapan a la hora de la siesta…"

"Fumaba como un escuerzo. Empecé a fumar a los trece años y escribí casi toda mi obra envuelta en una nube de humo. Dejé porque un brujo de Paysandú me dijo que estaba intoxicada y que me iba a quedar sorda. Cuando retomé la escritura, bueno…, escribía con un rosario en la mano, un alfiler de gancho que abría y cerraba con los dientes, y cuando me quedaba una mano libre me enredaba el pelo sobre la frente. Y con la máquina de escribir en las rodillas, como si domara un potro".

"Para mí, el tiempo mismo es la muerte. Uno nace llorando, y debe salir llorando hacia el otro lado, ¿no? En cuanto al deterioro, ¿cómo no va a preocuparme? Me gustaría que me sacaran fotos al lado del elefante del zoológico. Al lado del elefante, mis arrugas se notarían menos".

(N. de la R.: Olga Orozco, una gran poeta, fue temible por sus predicciones. Anticipó la muerte de su hermano y de un amigo: por eso dejó de tirar el tarot. Odiaba la vejez. A partir de sus 50 años no permitió que le tomaran fotos: a los periodistas que la entrevistan les entregaba una foto de su juventud, en blanco y negro. Eso, o no había entrevista)

Olga Orozco

Ricardo Piglia, 1997

"Sí, sí. Tuve un padre que se hizo peronista en el 45, el mismo 17 de octubre, acaso ante la convicción de que surgía algo nuevo. Pero el peronismo apareció en mi vida recién en el 55, a mis 14 años. Tras la caída de Perón, mi padre, como tantos, tuvo problemas, nos fuimos de Adrogué y nos instalamos en Mar del Plata. Una especie de miniexilio del que recuerdo reuniones en la cocina de hombres –pacíficos todos–que se preguntaban qué hacer. Sin embargo, la política no fue para mí un elemento de posición personal. Pero la mudanza a Mar del Plata (llamarla "exilio" me parece exagerado) me sacó de la calle y de la infancia: el potrero, el billar, los vagos de la esquina…"

"¿Cómo nació Plata Quemada, mi premio Planeta? En el ´65, mientras escribía La Invasión (mi primer libro), una banda robó en San Fernando 700 mil dólares de un camión de caudales, huyó a Montevideo, mató a un vigilante que la descubrió, perdió sus contactos, quedó aislada en un departamento, y durante tres días resistió hasta morir. Pero antes quemó 500 mil dólares… Pensé en Truman Capote y su A sangre fría. Estaba frente a un incidente policial mínimo, pero esos hombres atrapados en una ratonera, su resistencia loca y la quema de esa fortuna era tragedia, épica, ceremonia metafórica. Un material riquísimo. Empecé a escribir, pero en el 67 abandoné el proyecto, quizá porque estaba demasiado cerca de los hechos y no conseguía resolver algunos problemas. Sobre todo, qué sacrificar. Mandé el material a la casa de mi hermano, en Mar del Plata, pasó años guardado en una caja, corrió el riesgo de perderse, pero lo recuperé, y ya con la distancia necesaria, volví a emprender el relato".

Ricardo Piglia

Abel Posse, 1989

"La verdadera enfermedad de los políticos argentinos es la carencia de imaginación y su desprecio por la cultura. Conrado Nalé Roxlo me dijo que el último presidente lector que tuvo la Argentina fue Arturo Frondizi. Perón tenía una cultura muy propia de él, pero también una idea de la cultura: leía en italiano, chapurreaba alemán, sabía lo que había que decir sobre las cosas… Pero es muy difícil hablar con un político nativo sobre libros, filosofía, grandes temas de nuestro tiempo, política internacional… Hay una especie de provincianismo del dirigente. Ricardo Balbín, por ejemplo, se jactaba de no haber viajado nunca, de no conocer Europa".

"Los conservadores manejaron este país con conducción fuerte, pero su política era democrática y tenía como objetivo el bien común. Sarmiento pensaba en la educación. Roca en la organización nacional. La generación del 80 en un proyecto fuerte, pero sin cercenar la libertad individual. Algo que hoy y aquí, no existe. Hay tarifazos, carestía, trampas financieras, apagones rentados por el usuario, sádicos trámites burocráticos, inestabilidad de valores, inseguridad. Y dictadores privados: el del mostrador, el del colectivo, el de la patota suburbana. No: ¡eso no es libertad! La Argentina es fascinante, pero… ¡quién la aguanta!".

Abel Posse

Jesús Quintero, 1998

"Ciento cuarenta veces, en ciento cuarenta cárceles, oí ciento cuarenta historias: la condición humana… Fue un descenso al infierno. La experiencia más dura, más intensa, más clara que viví. Entrevisté a premios Nobel, a ricos, a famosos, a estrellas rutilantes, pero nada puede compararse a mi aventura en las cárceles. Nada. Porque es la única forma de saber por qué un hombre mata, roba, trafica, engaña, hace todo lo que hace. Para saber, por ejemplo, por qué un torero célebre, Juan Belmonte, después de matar seis toros en una tarde de gloria, se quitó el traje de luces, se puso un albornoz… y se mató de un tiro".

"Queríamos un mundo mejor. Pero un día alguien dijo "Campaneros al campanario, obreros a las fábricas. Señores, la revolución ha fracasado". Y empezó el eclipse. Porque Franco fue un eclipse larguísimo donde todos estábamos a la deriva y sólo se nos imponía una condición: no pensar. Un funcionario me dijo: `Cuando llegue a la radio, olvídese de sus ideas´. Olvidarlas, exactamente cuando había que recordarlas… ¿A qué conclusión llegué después de tantas charlas con condenados? Que los monstruos, cuando los conoces de cerca, no son tan monstruos. Que al ochenta por ciento de ellos los llevó allí el destino, la mala vida, la necesidad, el hambre, la mala suerte… Por supuesto, no hablo de los psicópatas, de los asesinos natos, de los locos. Pero el sitio de ellos no es la cárcel".

(N. de la R.: la inclusión del periodista sevillano Quintero en esta serie de notas responde a su único libro: Cuerda de presos, feroz recopilación de su larga experiencia en las cárceles. Además, sus entrevistas en radio y tevé vertidas en programas como El loco de la colina, El perro verde, El lobo estepario, están más cerca que lejos de una obra literaria)

Jesús Quintero

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