El bolsillo de los hogares colombianos volverá a sentir el peso de la factura del gas. La advertencia llegó de la presidenta de Naturgas, Luz Stella Murgas, que anticipó que desde diciembre de 2025 el servicio se encarecerá debido a la creciente dependencia de las importaciones y a la dinámica internacional del mercado energético.
“Actualmente, el país depende en un 17% de gas importado, pero para finales de 2025 esa cifra podría subir a entre el 26% y 36%”, explicó la dirigente gremial, al señalar que este salto tendrá un impacto directo en las tarifas que pagan los usuarios.
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El encarecimiento del gas no se debe únicamente a factores internos. El invierno en los países del norte, donde la demanda se dispara por el uso masivo de calefacción, hace que los precios internacionales del gas natural licuado (GNL) suban de manera considerable. Esa dinámica global se convierte en un problema para Colombia puesto que, importar combustible se vuelve más costoso y esa diferencia se traslada a las facturas de los hogares.
Murgas lo resumió de manera sencilla en entrevista con Noticias Caracol: “El costo adicional de importar gas natural licuado se trasladará a las facturas de los hogares”.
Los números confirman la tendencia. En julio de 2025, las importaciones de gas llegaron a 195,2 millones de pies cúbicos diarios, un salto del 214% frente al mismo mes de 2024, según cifras del Gestor del Mercado de Gas Natural. Paralelamente, la producción nacional se debilita, en junio apenas alcanzó los 793 mpcd, lo que representó una caída interanual del 18,6%.
En el acumulado del primer semestre, la producción promedió 811,1 mpcd, con un descenso del 18,2% respecto al año anterior. Es una curva descendente que no da señales de detenerse y que, en el mediano plazo, puede comprometer la seguridad energética del país.
La disminución de la producción local golpea no solo a los consumidores, sino a todo el sector de hidrocarburos. La Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) y la Cámara Colombiana de Bienes y Servicios de Petróleo, Gas y Energía (Campetrol) encendió las alarmas, la industria ya completa cinco trimestres consecutivos de caída en el Producto Interno Bruto (PIB).
Esa contracción reveló un deterioro estructural. La menor exploración, los retrasos en proyectos de infraestructura y la incertidumbre en torno a la política energética nacional han dejado al país más vulnerable frente a las oscilaciones del mercado internacional.
El panorama se complica aún más cuando se observan las reservas probadas de gas. De acuerdo con Fedesarrollo, entre 2012 y 2024 se redujeron en un 64%, lo que obliga a importar más para sostener la demanda interna. La entidad advierte que si las tarifas continúan al alza, muchos usuarios podrían migrar a energéticos más contaminantes como el carbón o más costosos como el diésel y el GLP.
En medio de este contexto, los hogares colombianos se preparan para un nuevo ajuste. No será inmediato, pero el aumento previsto desde diciembre añadirá presión a un presupuesto ya golpeado por la inflación y las alzas en otros servicios públicos.
El Gobierno y las empresas distribuidoras deberán definir cómo se aplicarán los incrementos y si habrá mecanismos de alivio para los sectores más vulnerables. La discusión también abre un interrogante más amplio, cómo equilibrar la transición energética con la necesidad urgente de garantizar un suministro estable y asequible.
Las voces técnicas coinciden en que el país enfrenta una disyuntiva compleja. Si no se fortalece la exploración y producción interna, la dependencia de las importaciones seguirá creciendo, con el consiguiente impacto en los precios. Pero al mismo tiempo, se mantiene la presión de avanzar hacia energías más limpias y sostenibles.
Por ahora, lo único seguro es que las facturas de gas volverán a subir. Y que, en un escenario de reservas menguantes y de mercado internacional inestable, la discusión sobre el rumbo energético de Colombia apenas comienza.