El país que quiere ser 'promedio' se enfrenta a Jeff Bezos y su yate de 500 millones de dólares

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Especial para Infobae de The New York Times.

RÓTERDAM, Países Bajos — La imagen habría sido un fenómeno de las redes sociales: unos cientos de ciudadanos de la segunda ciudad más grande de los Países Bajos, parados junto a un río y lanzando huevos al nuevo y reluciente yate de 127 metros construido para Jeff Bezos, el fundador de Amazon y uno de los hombres más ricos del mundo. Para cuando el barco pasara por delante de la multitud, habría quedado salpicado de yema de huevo de un color naranja intenso, además de lucir al menos una mancha roja muy brillante.

“Yo habría lanzado un tomate”, comentó Stefan Lewis, un antiguo miembro del Ayuntamiento. “En general, como vegano”.

Una tarde reciente, Lewis estaba de pie cerca del Hef, como se le dice de cariño al puente Koningshaven, y explicaba el enfado que Bezos y Oceanco, el fabricante de la goleta de tres mástiles y 500 millones de dólares, inspiraron después de hacer lo que quizá haya parecido una petición bastante benigna. La empresa pidió al gobierno local que desmantelara brevemente el vano central elevado del Hef, que tiene 70 metros en su punto más alto, lo que permitiría al buque navegar por el canal del Puerto del Rey y salir al mar. Todo el proceso habría durado uno o dos días y Oceanco habría cubierto los gastos.

También cabe destacar que el puente, un entramado de acero de color verde musgo con forma de “H”, no es usado por nadie. Sirvió como puente ferroviario durante décadas, hasta que fue sustituido por un túnel y desmantelado a principios de los años noventa. Desde entonces yace inactivo.

En suma, la operación habría sido rápida, gratis y no habría molestado y no habría interrumpido nada. Entonces, ¿por qué el alboroto?

“Hay un principio en juego”, dijo Lewis, un hombre alto de 37 años que estaba recargado contra su bicicleta y, durante la entrevista, alternaba entre el humor irónico y la indignación. A continuación, contextualizó el principio con una serie de preguntas. “¿Qué puedes comprar si tienes dinero ilimitado? ¿Puedes saltarte todas las normas? ¿Puedes desmontar los monumentos?”.

A finales de junio, el vicealcalde de la ciudad reportó que Oceanco había retirado su solicitud para desmantelar el Hef, un repligue que fue pintado como una victoria de las masas por sobre un multimillonario, aunque fue mucho más que eso. Fue una oportunidad para ver los valores neerlandeses y estadounidenses en un feroz enfrentamiento. Cuanto más se sabe de los Países Bajos —con su preferencia por la modestia sobre la extravagancia, por la comunidad sobre el individuo, por encajar en lugar de destacar— más parece que esta trifulca fue tramada por alguien cuyo objetivo era sacar a la gente de sus casillas.

El primer problema fue la asombrosa riqueza de Bezos.

“A los neerlandeses les gusta decir: ‘Actuar normal ya se ve como una locura’”, dijo Ellen Verkoelen, miembro del Concejo Municipal y líder del Partido 50Plus de Róterdam, que trabaja en favor de los pensionistas. “Y nosotros creemos que los ricos no actúan de manera normal. Aquí en Holanda, no creemos que todos pueden ser ricos como en Estados Unidos, donde el cielo es el límite. Nosotros pensamos: ‘Sé como el promedio’. Con eso basta”.

Verkoelen fue una de las que consideraba que la petición de Oceanco era una concesión razonable a una empresa de un sector muy competitivo. Pero escuchó a docenas de votantes enfurecidos, todos ellos rotundamente en contra. Verkoelen comprendía el motivo del fervor, que ilustró con una historia de su infancia.

“Cuando tenía como unos 11 años, un niño estadounidense se quedó con nosotros una semana, un estudiante de intercambio”, recordó. “Y mi mamá le dijo que se hiciera su sándwich como lo hacía en Estados Unidos. En lugar de poner una salchicha en su pan, le puso cinco. Mi madre era demasiado educada como para decirle algo, pero a mí me dijo en holandés: ‘Nunca comeremos así en esta casa’”.

En la escuela, Verkoelen aprendió de sus amigos que los niños estadounidenses que se estaban quedando en su casa comían de la misma manera. Estaban impactados y un poco celosos. En ese momento, en los Países Bajos decían que hacerte un pan con mantequilla y queso era el “sándwich del diablo”. Elige uno, era la idea. No necesitas los dos.

¿Construir el yate más grande del planeta y desmontar un querido monumento de la ciudad? Eso es como un megabufé del diablo.

En Holanda hay multimillonarios y una enorme diferencia salarial entre los directores generales y los empleados. Statista, una empresa de investigación, informó de que por cada dólar que gana un trabajador medio, los directores generales ganan 171 dólares (la cifra es de 265 dólares en Estados Unidos, la mayor brecha de cualquier otro país). La diferencia es que los ricos en Holanda no hacen alarde de su riqueza, así como los poderosos no ensalzan su prestigio. Los holandeses dirigieron en su día uno de los imperios más grandes del mundo, pero hay cierto orgullo en que el primer ministro del país vaya en bicicleta a visitar al rey —sí, los Países Bajos tienen una casa real, que también es relativamente discreta — y la deje fuera del palacio.

El valor de la igualdad ha sobrevivido a las luchas del país por asimilar a los inmigrantes y al auge de la gentrificación que está expulsando de las ciudades a la clase media y trabajadora. Perdura la idea de que nadie es mejor que nadie ni merece más y se deriva de un hecho geográfico imposible de ignorar. Aproximadamente un tercio de los Países Bajos está por debajo del nivel del mar y durante siglos los ciudadanos no han tenido más remedio que agruparse para crear una infraestructura de diques y sistemas de drenaje para mantenerse vivos.

“Los Países Bajos se construyeron a partir de la cooperación”, indicó Paul van de Laar, profesor de Historia de la Universidad Erasmus. “Las amenazas de desastre eran constantes en los siglos XV y XVI. Protestantes y católicos sabían que, para sobrevivir, no podían reñir demasiado”.

Contribuir. Mezclarse. Ayudar a los demás. Estos son los ideales más elevados de los Países Bajos. ¿Parece este un país deseoso de ayudar a un hombre con 140.000 millones de dólares y un barco de 500 millones?

El altercado entre Róterdam y Bezos llegó a los titulares internacionales por primera vez en febrero, cuando surgió la noticia de que Oceanco había recibido la aprobación de la ciudad para desmontar brevemente el centro del Hef. (El costo de esta operación nunca se hizo público.) El visto bueno había provenido de un funcionario que al parecer no veía nada malo en llevar a cabo la solicitud. Luego, se armó un revuelo.

“Yo pensé que era una broma”, afirmó Lewis, quien supo del permiso en las publicaciones incrédulas que hicieron en Facebook sus amigos. “Así que llamé a la oficina del vicealcalde y les pregunté si la cosa era en serio y ellos me dieron: ‘No sabemos nada de eso’. Ni siquiera estaba en su radar. Tardaron un día en tenerme una respuesta”.

Cuando la noticia del arreglo llegó a la opinión pública, los residentes enfurecidos se convirtieron en protagonistas de las noticias de la televisión local y se formó un grupo de Facebook para organizar ese lanzamiento masivo de huevos. (“¿Desmantelar el Hef para el último juguete de Jeff Bezos? Vengan a tirar huevos...”). Un concejal agraviado no tardó en comparar los mástiles del yate con una señal vulgar dirigida a la ciudad.

Oceanco, que emplea a más de 300 personas, no ha hablado públicamente sobre su decisión de rescindir su solicitud del Hef y no respondió a un correo electrónico para hacer comentarios. Los reportajes periodísticos afirmaban que la empresa estaba preocupada por las amenazas contra los empleados y por el vandalismo.

No está claro cómo se completará el yate, ahora conocido como Y721. En febrero, el enlace municipal del Ayuntamiento, Marcel Walravens, fue citado en los medios de comunicación diciendo que no era práctico flotar el yate sin mástil a otro lugar y terminar de construirlo allí.

Para van de Laar, el verdadero villano de esta historia no es Oceanco ni Bezos, que probablemente nunca había oído hablar del Hef. Es el Ayuntamiento, que malinterpretó por completo la profundidad de los sentimientos sobre el puente y erró en cómo comunicó su decisión.

“Las emociones son importantes”, dijo. “El Ayuntamiento no lo entendió, lo cual es increíblemente estúpido”.

Róterdam es una de las pocas ciudades europeas en las que casi todos los edificios, tanto comerciales como residenciales, son nuevos porque el lugar fue bombardeado de forma devastadora por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Esto la convirtió en una ciudad del futuro, siempre mirando hacia adelante, derribando todo lo que no funciona o no es necesario.

Excepto el Hef. Se ha convertido en el hito más reconocible de la ciudad. Después de la guerra, se convirtió en un símbolo de resiliencia y, para los habitantes de una generación mayor, el Hef es un raro vínculo con el pasado.

Cuando hace décadas se habló de derribarlo, los residentes protestaron. Fue declarado monumento nacional en 2000 y se sometió a una restauración de tres años que terminó en 2017. En la actualidad, el Hef se erige como un triunfo de la función sobre la forma que ya no funciona, un monolito que no puede ser alterado, ni siquiera temporalmente, sin importar quién lo pida ni a qué precio.