Estreno de “Harry & Meghan”: Lady Di, la prensa, críticas a la familia real y las omisiones del esperado documental

En la madrugada de hoy, Netflix estrenó los tres primeros capítulos de Harry & Megan, la serie documental en la que la pareja da su versión de los hechos

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Un Adelanto Del Documental De Meghan Markle Y El Príncipe Harry

Quien espere grandes revelaciones no las encontrará. Al menos en estos tres capítulos iniciales que Netflix subió esta madrugada.

Harry & Meghan es la serie documental de seis capítulos (los últimos tres serán subidos el 15 de diciembre) en la que se prometía contar la verdadera historia del matrimonio integrado por el Príncipe Harry, hijo menor del Rey Carlos III y Lady Di, con Meghan Markle, la actriz norteamericana; la pareja que abandonó hace casi dos años sus funciones reales en la Corona Británica.

Un disclaimer al inicio establece estas intenciones: “Esta es la narración de primera mano de la historia de Harry y Meghan contada a través de un archivo nunca visto”. El siguiente cartel informa que las entrevistas fueron realizadas en agosto de este año. Lo que quiere aclararnos, aunque no lo explicite, es que la Reina Isabel todavía vivía y que Carlos, el padre de Harry, no había sido coronado como rey. Antes de ingresar en los testimonios y en el material de archivo, una última placa aparece en pantalla: “Los miembros de la Familia Real se negaron a hacer comentarios sobre el contenido de la serie”.

(Netflix)
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La primera imagen es algo impactante. Un video tomado con su propio teléfono, una selfie de Harry hablando a cámara en marzo de 2020: “Terminamos nuestros últimos compromisos reales. Es difícil entender qué pasó, cómo terminamos acá”. Lo dice apesadumbrado, en algún momento farfulla, vacila cuando quiere decir en qué día está. Se lo ve sobrepasado. Aparece la tapa de un diario de esos días que afirma: “El Príncipe hacia la autodestrucción”. Harry sigue diciendo: “Mi tarea es proteger a mi familia. En especial a mi hijo. Estoy preocupado, especialmente, por la seguridad”.

Sigue otro video selfie, en este caso de Meghan. Tiene una toalla en la cabeza, también se la ve consternada pero habla con más firmeza que su marido, con un dejo de ira: “Por no apoyar algo nos están destruyendo”.

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El recurso de esta especie de diario filmado, de los cónyuges reales hablándoles a sus teléfonos, no vuelve a ser utilizado (en estos tres capítulos). El cierre lo da Harry anticipando el tema central de este primer capítulo: “Es mi deber destapar la explotación y corrupción que se da en los medios”.

Este primer capítulo se centra en contar el inicio de la historia de amor y en mostrar el acecho de los paparazzis y los tabloides que los terminó ahogando. Esa es la tesis central, al menos de la pareja. Todo el tiempo parecen decir: esta es una gran historia de amor pero la prensa nos hostigó de tal manera que no nos dejaron cambiar a la realeza; nosotros éramos los que la íbamos a meter de lleno en el siglo XXI.

En el minuto 7 se desnuda el móvil del documental. Meghan responde a la realizadora: “No fue fácil decidirse. Porque la gente tiene una idea muy equivocada de nosotros. Queremos mostrar lo que pasó y quienes somos”. No sin lógica, añaden: “Hubo gente que no conocemos que escribió libros sobre nosotros ¿no tiene sentido escuchar la historia de nuestras propias bocas?”.

Lady Diana y su entonces marido, el Príncipe Carlos (Photo by Steve Wood/Daily Express/Hulton Archive/Getty Images)
Lady Diana y su entonces marido, el Príncipe Carlos (Photo by Steve Wood/Daily Express/Hulton Archive/Getty Images)

Los que esperaban grandes escándalos, frases contundentes, la exposición de intimidades de los palacios reales, van a salir desilusionados. En cada capítulo hay pequeños dardos deslizados hacia la familia de Harry pero hay que estar atentos para percibirlos y leer entrelíneas algunas situaciones. Los grandes ausentes del relato son el Príncipe William (y su esposa Kate) y el rey Carlos. Casi no son nombrados, casi no son mostrados. Estas ausencias brindan más información de lo que a priori parece. Porque este primer capítulo tiene otro gran eje: Lady Di, la madre de Harry. Es con ella que la pareja quiere asociarse, con su imagen querible, sufrida y al mismo tiempo disruptiva y moderna; pretenden heredar el cariño destinado a ella.

Harry mira a cámara y dice: “Meghan sacrificó su libertad para unirse a mi mundo y yo terminé sacrificando todo para estar juntos”. En esa frase contundente –y dicha con convicción- se encierra el espíritu de, por lo menos, estos tres capítulos.

Cuentan de qué manera se conocieron por Instagram, los primeros contactos, el nacimiento de la pareja, las dificultades que debieron sortear para impedir que la prensa se enterase. Varios amigos aportan testimonios (no habrá en todo el documental un testimonio hostil ni disonante). Entre ellos habla Ignacio Figueras, jugador de polo argentino, modelo y amigo del príncipe británico.

AP
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Cuando se refiere al inicio del noviazgo y a la diferencia entre los mundos de ambos, Harry suelta, sin énfasis, pretendiendo que lo dice no tiene la menor importancia, la primera gran crítica hacia su familia (y tal vez la única concreta de este capítulo): “En mi familia, especialmente en los hombres, existe la tentación o el ansia de casarse con alguien que encaje en el molde y no con la persona con la que estás destinado a hacerlo. La diferencia radica en tomar decisiones con el corazón o la cabeza”. Y en esa declaración se cifra el corazón de este primer capítulo. Para que no queden dudas cuál es el miembro familiar con el que quieren asociar su imagen, Harry agrega: “Mi mamá tomó casi todas sus decisiones con el corazón y yo soy muy hijo de ella”. En algún momento aclarará que Meghan es muy parecida a Diana.

Aunque se supiera, por momentos impresionan las imágenes de Harry y William viviendo toda su infancia rodeados y acechados por lo fotógrafos. Los gritos, las persecuciones, las intromisiones, las revelaciones de cualquier desliz de la adolescencia en la tapa de los diarios, el duelo por la pérdida de la madre a la luz del público. La presencia y la presión de la prensa fue (y es) abrumadora. Esa fascinación que el público tiene por la nobleza (que hace que estemos escribiendo de la serie a apenas unas horas de su estreno) parece inagotable.

Lo que Harry y Meghan parecen estar diciendo con sus acciones es que quieren evitar tener el mismo final que Lady Di y que sus hijos no tengan una infancia como la de Harry bajo el escrutinio público.

Ese primer capítulo, después de mostrar como la relación se va afianzando, finaliza cuando la noticia del noviazgo es publicado en los diarios.

(Netflix)
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El segundo capítulo se va a centrar en la historia de Meghan y en reafirmar su imagen, en construirla ante los ojos del espectador. Para eso escucharemos a su madre (Doria es una mujer sensata, firme y serena), a sus amigas, a compañeras del elenco de Suits (la serie que filmaba en Toronto cuando se enamoró del Príncipe) y a otros conocidos.

Para que no se olvide lo que pasó en el capítulo anterior, Harry vuelve a hablar del hostigamiento de la prensa y agrega un nuevo elemento, típico de estos tiempos: el maltrato y agresiones recibidas a través de las redes sociales.

Un día, con la noticia de la nueva relación en la tapa de los diarios, Meghan sale de una florería de Toronto. La espera una decena de fotógrafos. Ella saluda, hace alguna broma, les pide que se abriguen. A las pocas horas, su novio la llama desde Londres. Le pide que no hable con los fotógrafos y que, mucho menos, les sonría: la prensa está diciendo que a ella le gusta la exposición, que está disfrutando del momento.

Una escena muestra la tensión, o la paradoja, que reside en el fondo del proyecto. Mientras cuentan la vida de Meghan en su infancia, en un suburbio de Los Ángeles, la acompañan a la escuela en la que pasó diez años. Se abraza con la directora y le muestran el libro de egresados en el que ella expresó sus deseos. En la posdata la Meghan recién entrada en la adolescencia consignó un mensaje para la docente: “Cuando sea rica y famosa hablaré de usted”. Se ríen y se vuelven a abrazar. Pero ella, que se queja de las desgracias de que cada uno de sus actos se convierta en público, lo está haciendo para las cámaras de su documental.

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Meghan y Harry cuestionan que exista una especie de rito de iniciación en el cuál esté permitido que cuando alguien quiera ingresar a la familia real, esa persona y su círculo íntimo deban ser sometidos al escarnio por los tabloides y que se dé a conocer cada una de sus miserias pasadas.

Harry, a la semana de que se supiera del noviazgo, saca un comunicado quejándose de la situación: “Esto no es un juego, es su vida”, dice. E incluye en la discusión un tema que terminará siendo central: el racismo. Meghan es de raza mixta. Y eso a muchos británicos les provoca escozor. Es una situación inédita para la realeza. El racismo comienza a aflorar entre los más grandes y conservadores. Pero para las nuevas generaciones, la aparición de Meghan resulta un aporte de frescura, la incorporación de alguien -por más que fuera estrella televisiva- más parecido a ellos.

Cuando narran los primeros encuentros con la familia real, aparecen las únicas críticas solapadas de este capítulo. Meghan cuenta el primer encuentro con sus cuñados, con William y Kate: “Pensé que la formalidad que tenían en público, se aflojaba en privado, cuando se cerraba la puerta. Pero no fue así. De los dos lados eran iguales. Y eso me sorprendió”.

Después con Harry sentado en el mismo sillón, la ex actriz cuenta su primer encuentro con la reina. La joven se enteró en el camino que podría cruzarse con Isabel. En el auto Harry le preguntó: “¿Sabés hacer la reverencia, no?”. Ella relata ese primer contacto, exagera el mohín de la reverencia y se toma en sorna todo el momento y las tradiciones. A Harry, en ese momento, mientras ella relata la anécdota, se lo ve –por única vez- incómodo.

Harry afirma que su familia quedó impresionada con el encuentro pero que no sabían manejar el tema de que ella fuera actriz.

Después viene el compromiso (Harry le tuvo que pedir permiso a su abuela), y la descripción de la escena.

Meghan cierre el episodio con una frase contundente. Dirigida a los medios pero también a la familia real: “Hiciera lo que hiciera iban a encontrar la manera de destruirme”.

El nuevo tráiler del documental de Meghan Markle y el príncipe Harry para Netflix
El nuevo tráiler del documental de Meghan Markle y el príncipe Harry para Netflix

El tercer capítulo comienza con el anuncio a la prensa (lo público articulando siempre el relato) del compromiso. Le preguntan a ella por la entrevista que dieron a la televisión británica. Meghan otra vez recurre al sarcasmo: “Ah, el reality show orquestado. Estuvo todo ensayado”.

La realeza tiene un contrato invisible, tácito, con la prensa. Le tiene que dar algo, cualquier cosa, para saciar su interés. De otro modo, caerán en desgracia. Los miembros de la realeza parecen no saber -parecen no querer darse cuenta- que de todos modos lo peor sucederá: cuando la prensa tenga algo negativo y espectacular para publicar, lo hará sin ningún prurito. La exposición salvaje es inevitable. Harry y William son la primera generación de exposición total. La tecnología cambió y es más fácil obtener fotos, hacer circular rumores maliciosos, contactarse con gente que brinde testimonios repletos de maledicencia.

El tercer episodio avanza con dos ejes. Por un lado, dar la versión de Meghan de los conflictos con la rama paterna de su familia. Su media hermana que vendió testimonios a las revistas, su padre que hizo fotos posadas para hacerlas parecer como robadas una semana antes de la boda. Trata de mostrar que ella no separa familias sino que tuvo mala suerte en el reparto de cartas. Por el otro, la construcción de la imagen de Harry como persona del siglo XXI, preocupada por una agenda actual, que rompió la burbuja de la realeza con sus diez años en el ejército. Lo que está diciendo, sin hacerlo de manera explícita, es que él no es ni como su padre Carlos ni como su hermano William.

Todo el tiempo nos recuerdan que ellos dos, Harry y Meghan, eran los que iban a renovar la realeza y se lo perdieron: sin prejuicios raciales, hablando del empoderamiento femenino, del MeToo. Por primera vez miembros de la Corona defendieron causas que generaban controversias, sobre las que no había unanimidad, de la agenda progresista.

Además de una sutil burla al protocolo de la Corona y su rigidez, el capítulo pretende ser un ajuste de cuentas con la familia paterna de Meghan (a la media hermana la destrozan). Y, claro, un panegírico desembozado de la pareja.

Los siguientes capítulos prometen revelaciones y algunos juicios sobre internas familiares dentro de los palacios reales. Estos tres primeros no se prodigaron demasiado al respecto. Pero en el momento de la ruptura familiar algo más tendrán que mostrar.

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