Elecciones en Galicia y el País Vasco: los nuevos escenarios políticos en España

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Un hombre vota en una mesa electoral durante las elecciones vascas en Durango, Euskadi, España, el 12 de julio de 2020. REUTERS/Vincent West
Un hombre vota en una mesa electoral durante las elecciones vascas en Durango, Euskadi, España, el 12 de julio de 2020. REUTERS/Vincent West

Las elecciones autonómicas en Galicia y País Vasco no han sorprendido en cuanto a los ganadores que fueron los esperados. El gallego Alberto Núñez Feijóo (Partido Popular) revalidó su cargo como presidente gallego por cuarta vez consecutiva con mayoría absoluta y el lendakari Íñigo Urkullu (Partido Nacionalista Vasco) volvió a ganar las elecciones por tercera vez dejando la puerta abierta a un pacto con el Partido Socialista (PSOE) y acceder a un tercer mandato consecutivo. Está claro, ante la crisis provocada por la pandemia y la incertidumbre, que los ciudadanos votaron por estabilidad y experiencia.

Sin embargo, la importancia de estas elecciones autonómicas radica en cómo se reconfiguran los escenarios políticos nacionales y por ello es tan importante analizar las victorias como observar a los derrotados y sus reacciones.

Uno de los grandes derrotados fue sin duda Podemos, la formación de Pablo Iglesias -actual vicepresidente segundo de la coalición de gobierno-. En el País Vasco redujo su caudal de votos casi a la mitad (pasó del 15% al 8%) y en Galicia la formación de izquierda pasó del 20% -16 escaños- en 2016 a la debacle del 4% quedándose fuera del parlamento gallego. En ambas elecciones los ciudadanos que habían votado a Podemos en la elección anterior, prefirieron a los partidos nacionalistas de izquierda: EH-Bildu y Bloque Nacionalista Galego.

Si bien Iglesias en pleno escrutinio fue rápido y reconoció con un tuit “una derrota sin paliativos” y pidió “una profunda autocrítica y aprender de los errores”, lo cierto es que poco movimiento se ha visto en el seno institucional de Podemos. Para tener una referencia, los resultados de las elecciones autonómicas del 2016 le costaron a Pedro Sánchez la secretaría general del PSOE cuando en ese entonces había perdido 3 puntos en Galicia (pasando de 18 a 14 escaños) y 7% en País Vasco (donde se redujo la representación de 16 a 9 escaños).

Sin embargo, en Podemos aún no existe siquiera convocatoria a la Ejecutiva para valorar resultados. Esto habla de un partido que empieza y se agota en un Iglesias que lo es todo. Cabe entonces preguntarse si hay partido más allá de su liderazgo. La centralización de poder, la purga de voces contrarias y la campaña teledirigida desde Madrid hicieron de este primer round autonómico una derrota que aviva ruidos internos, despierta fantasmas y que podría generar alguna fisura. Tendremos que ver cómo sigue.

El otro gran derrotado fue el líder del Partido Popular, Pablo Casado. Si bien el partido que preside obtuvo una contundente victoria en Galicia, él no fue partícipe de nada e incluso tanto su discurso como el de sus alfiles fueron vetados. Casado fue un espectador de cómo su mayor amenaza interna, el presidente Gallego Faeijóo, arrasó en las urnas con un mensaje moderado, localista y poco ideológico al mismo tiempo que protagonizó la derrota de su candidato y apuesta personal en el País Vasco.

Si bien esta combinación de resultados era previsible, la sorpresa fue la reacción de los portavoces. El candidato popular a Lendakari Carlos Iturgaiz, en su comparecencia -donde debía asumir la derrota y uno de los peores resultados de su partido en el País Vasco- comenzó diciendo “hemos ganado a las encuestas” para continuar afirmando que serán “la alternativa”, cuando en un parlamento de 75 escaños, obtener cinco es casi testimonial. Pero no solo el candidato estaba descentrado, el propio secretario general del PP, Teodoro García Egea un día después desde Madrid valoró los resultados al afirmar que le ganaron a Podemos y PSOE, cuando este último en ambas elecciones aumentó su representación en relación a las votaciones de 2016. Como remate, quiso colar que la victoria en Galicia era producto del “modelo Casado-Feijóo” cuando el presidente gallego quitó de toda la publicidad y discurso al Partido Popular limitando a dos las apariciones de Casado en campaña.

Lo que preocupa no es lo que dicen en sí, sino lo lejos que la actual dirigencia del PP está de la realidad. Discursos tan irresponsables como estos erosionan la confianza de sus votantes y de la ciudadanía en general. No hacer una autocrítica por la hecatombe en el País Vasco es un absurdo. En política, la disociación con la realidad es peligrosa o al menos es augurio de malos resultados. El repetir una mentira como que existe un “modelo” conjunto donde justamente se enfrentan dos formas de hacer política no lo va a hacer real. El imponer candidatos desde Madrid sin respetar los sentimientos locales es suicida.

Hay algo que no se suele advertir y es que, en la política, lo usual es que se pierda más veces que las que se gana -por la simple matemática de que siempre hay más candidatos que puestos a ocupar- pero para continuar en el juego del poder, cada derrota debe ser un aprendizaje. De lo contrario, los políticos se vuelven inservibles y a esos, la ciudadanía los expulsa.

El autor es consultor y analista político