A diez años de la muerte de Bin Laden, así continúa Al Qaeda su lucha contra Occidente

A pesar de que la red terrorista ya no tiene el poder de cuando enfrentó a Estados Unidos, sus filiales en Siria, el norte de África y Asia siguen operando y realizando atentados

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Grupo de milicianos de la red terrorista Al Qaeda en Mali. Operan desde la vecina Libia y en el resto del Sahel.
Grupo de milicianos de la red terrorista Al Qaeda en Mali. Operan desde la vecina Libia y en el resto del Sahel.

El hotel Pearl de Peshawar fue por años el centro de las actividades de espías de todo tipo, forma y medida. La ciudad paquistana ubicada al borde del Khiber Pass, el mítico pasaje de la cordillera del Hindu Kush, desde Occidente a la antigua India atravesando Afganistán, es desde siempre un hervidero de agentes de la CIA, KGB, MI6, Mossad, el ISI paquistaní, los talibanes, sauditas, ISIS y Al Qaeda. De entre esa sopa de letras, hace 20 años me encontré allí en el comedor con uno de estos personajes quien después de una larga charla me indicó dónde iba a encontrar una “voz autorizada” que podría hablar por los terroristas de la red terrorista organizada por Osama bin Laden. “Les voy a avisar que vas para allá”, me dijo. Podía ser una trampa. Pero en ese momento todavía secuestraban y vendían a los periodistas. El traductor se puso pálido, pero aceptó acompañarme. Supuestamente se trataba de un “portavoz informal” que hablaba frecuentemente con la prensa en nombre de Al Qaeda.

Era en la parte superior de una tienda de uno de esos mercados que ocupan cuadras y cuadras. Cuando entramos, había varios hombres tomando té dulce con una mano y con la otra moviendo el tasbih, el rosario musulmán. Nadie se sorprendió al ver entrar a un occidental. Se acercó un muchacho con su típica gorra redonda de los pashtunes y nos palpó de armas. Señaló una escalera. Cuando subimos nos encontramos con otro grupo de hombres, pero en vez de té y tisbah, tenían a mano sus kalashnikovs. Uno de ellos se levantó y nos invitó a sentarnos sobre la enorme alfombra finamente diseñada con rojos extraídos de la granada. Dijo que tenía apenas tres minutos. Que no era seguro estar ahí. Y repitió varias veces en Dari, el dialecto persa que hablan los afganos: “Al Qaeda está más viva que nunca. Osama sigue dirigiendo la red. Estamos acá para quedarnos hasta reconquistar la tierra de los musulmanes”.

Pasaron 20 años desde ese encuentro y 10 desde la eliminación de Bin Laden, pero la amenaza de ese “portavoz” de los yihadistas sigue vigente. La red terrorista creada en esas montañas del Hindu Kush, apenas a unos kilómetros de Peshawar, aunque debilitada está operativa y todavía tiene capacidad para cometer atentados en todo el mundo.

Combatientes de Al Nusra, uno de los frentes que luchó en la guerra siria, afiliado a la red Al Qaeda.
Combatientes de Al Nusra, uno de los frentes que luchó en la guerra siria, afiliado a la red Al Qaeda.

La “guerra contra el terrorismo” lanzada por Estados Unidos después de los atentados del 11/S está a punto de entrar en una nueva fase. El presidente Joe Biden ordenó terminar la guerra más larga de la historia de su país y el retiro de todas las tropas de Afganistán antes del 20º aniversario del 11-S. Pero Al Qaeda afirma que su guerra con Estados Unidos está lejos de haber terminado. En una entrevista con la CNN realizada a través de intermediarios, un oficial de la red terrorista dijo que “la guerra continuará en todos los demás frentes a menos que las fuerzas estadounidenses sean expulsadas del resto del mundo islámico”.

El especialista en antiterrorismo, Paul Cruickshank, que edita el diario CTC Sentinel de la academia militar de West Point, revisó las grabaciones con las respuestas de Al Qaeda y dijo a la cadena de noticias que es posible que “se sientan animados por la decisión de la administración Biden de retirar las tropas, pero también pueden estar buscando desviar la atención de las numerosas pérdidas recientes”.

Este fin de semana se cumple el décimo aniversario de la muerte de Osama Bin Laden, el cerebro de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono. Lo atraparon las fuerzas de operaciones especiales estadounidenses, el equipo Seal 6, dentro de su recinto amurallado en la ciudad universitaria militar paquistaní de Abbottabad. Ya entonces, la red estaba muy debilitada y los grupos más fuertes actuaban en otros frentes de África y Medio Oriente. Pero siempre mantuvieron su presencia en Afganistán y realizaron operaciones conjuntas con los talibanes que ya les habían dado refugio en el 2001 y que ahora amenazan con regresar al poder en Kabul. “Gracias a los afganos por la protección de los compañeros de armas, muchos frentes yihadistas de este tipo han estado operando con éxito en diferentes partes del mundo islámico durante mucho tiempo. Pero la tierra afgana fue para nosotros muy especial”, dijo el terrorista entrevistado. Una señal clara de que la promesa que hicieron los talibanes en la larga negociación con los representantes de Washington es muy difícil que se cumpla y Afganistán podría volver a ser refugio de los jihadistas de todo el mundo.

Soldados estadounidenses de 10th Mountain Division se alistan para enfrentar a un grupo remanente de Al Qaeda que opera junto a los talibanes en Afganistán. AFP/ David MARCK.
Soldados estadounidenses de 10th Mountain Division se alistan para enfrentar a un grupo remanente de Al Qaeda que opera junto a los talibanes en Afganistán. AFP/ David MARCK.

Una amenaza que se trata de relativizar desde Washington. El Secretario de Estado, Antony Blinken, lo explicó así en el programa “This Week” de la cadena ABC a principios de este mes: “Fuimos a Afganistán hace 20 años, y fuimos porque nos atacaron el 11 de septiembre, fuimos para enfrentarnos a los que nos habían atacado, y para asegurarnos de que Afganistán no volviera a ser un refugio para el terrorismo dirigido contra Estados Unidos o cualquiera de nuestros aliados y socios. Y logramos los objetivos que nos propusimos”. Peter Bergen, experto en terrorismo y autor de varios libros sobre Bin Laden, cree que Al Qaeda está trabajando en una “hermandad islámica” tanto con los talibanes afganos como con los talibanes paquistaníes del TTP. “Esto confirma lo que la ONU estuvo diciendo de que `los talibanes consultaron regularmente´ con Al Qaeda durante sus negociaciones con Estados Unidos, garantizando al mismo tiempo que honrarían sus lazos históricos con el grupo terrorista”. El TTP demostró el buen entrenamiento que recibió de los hombres de Al Qaeda cuando la semana pasada tomó un hotel de la ciudad de Quetta y mantuvo secuestrado por unas horas al embajador de China en Pakistán.

El actual líder de Al Qaeda, el poco carismático médico egipcio Ayman al Zawahiri, vive una existencia casi virtual y sólo se oye hablar de él en raros comunicados de propaganda. Sin embargo, el grupo sigue considerándose un ejemplo para otros yihadistas. Franquicias de Al Qaeda operan en Yemen, Siria, Somalia y el norte de África. Tras la guerra civil libia que estalló con la caída de Gadafi, varios grupos militantes islamistas afiliados a Al Qaeda pudieron ampliar sus operaciones en la región. El ataque de 2012 al consulado estadounidense en Bengasi, que causó la muerte del embajador Christopher Stevens, fue llevado a cabo por varios grupos yihadistas como Al-Qaeda en el Magreb Islámico, Ansar al-Sharia y otros grupos afiliados a la red terrorista. En Indonesia, de 2000 a 2009, el grupo yihadista Jemaah Islamiyyah (JI), vinculado a Al Qaeda, fue el principal autor de atentados. A partir de ese momento, JI y otros grupos se identificaron el ISIS, el Estado Islámico. Entre enero de 2016 y marzo de 2021, los grupos pro-EI fueron responsables de 13 atentados que causaron 68 muertos y 122 heridos. Desde 2015, opera en Siria el denominado Ejército de la Conquista, que incluye al Frente de Al Nusra, afiliado Al Qaeda, y a otra coalición salafí conocida como Ahrar al Sham, otra filial de la red, y tienen el apoyo abierto de Arabia Saudita, Qatar y Turquía. En la guerra de Yemen, actúan bajo el nombre de Al Qaeda en la Península Arábiga. En Malí, Níger o Burkina Faso su presencia es cada vez más visible, y en Somalia, el Movimiento Shabab al Muyahidin, afiliado a la red desde 2012, controla áreas rurales del centro y el sur del país.

Atentado de Al Shabab contra el hotel Safari de Mogadishu, Somalia. EFE/EPA/SAID YUSUF WARSAME
Atentado de Al Shabab contra el hotel Safari de Mogadishu, Somalia. EFE/EPA/SAID YUSUF WARSAME

De todos modos, en los últimos siete años, el terrorismo yihadista perdió buena parte de su poder de fuego. El total de muertes causadas por ataques de estos grupos en todo el mundo disminuyó un 59% desde su pico en 2014. En Occidente, la amenaza actual proviene menos de la violencia islamista que del terrorismo de extrema derecha, que se disparó un 250% en el mismo periodo, y ahora representa el 46% de los ataques y el 82% de las muertes. La mayor parte del terrorismo islamista en 2021 tiende a ser local: los talibanes en Afganistán, Boko Haram en Nigeria, al-Shabab en el Cuerno de África. Esto supone un gran cambio respecto a los días de gloria de Al Qaeda, cuando sus líderes insistían en que el objetivo no debía ser el “enemigo cercano” (los regímenes locales) sino el “enemigo lejano” (Estados Unidos y Occidente en general). Tras la muerte de Bin Laden, Al-Qaeda se ha desintegrado en un montón de milicias en lugares dispares sin mando ni ideología central. Su desprendimiento más poderoso, el ISIS, también se replegó y buscó otros países inestables o sin gobierno, como Mozambique, donde poder operar. Este enfoque en los conflictos locales erosionó la trascendencia de Al Qaeda como organización global. Los musulmanes de todo el mundo no se identifican con las causas locales de Mozambique o Somalia.

Aunque Al Qaeda no está muerta ni mucho menos. Puede volver a atacar en cualquier momento, en cualquier lugar. Nunca abandonó su ideario religioso de situar la lucha en “un destino trágico del enfrentamiento permanente hasta el juicio final contra el Occidente judío y cruzado”.

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