Un nuevo Bronx para Bogotá: del infierno del crimen y la droga a la promesa de un centro para la creatividad y la cultura

Las terroríficas historias de crímenes y drogadicción de quienes sobrevivieron a lo que alguna vez fue el lugar más peligroso de toda Colombia y que hoy atraviesa un proceso de transformación

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El Bronx, el barrio más violento de la capital colombiana, fue desalojado en 2016 (Shutterstock)
El Bronx, el barrio más violento de la capital colombiana, fue desalojado en 2016 (Shutterstock)

A tan solo cinco cuadras de la Presidencia de la República y la Alcaldía de Bogotá, con un Batallón del Ejército y una estación de Policía de vecino, existió por casi una década un lugar conocido como "la república independiente del crimen" o "la caldera del Diablo". Era el temible barrio Bronx, el lugar más peligroso de toda Colombia, donde convivían sin ley narcotraficantes, indigentes, prostitutas y drogadictos.

Este lugar, que fue desalojado por la fuerza pública en 2016, hoy vive un proceso de transformación urbanística con miras a convertirlo en un Distrito Creativo para la cultura, en un afán de dejar atrás el pasado oscuro de violencia, muertes y narcotráfico que acabó con la vida de cientos de personas.

Para entender lo que fue el Bronx hay que vivirlo a través de quienes estuvieron allí, que en su cotidianidad presenciaban crímenes tan atroces como el descuartizamiento de personas, el esclavismo sexual, los secuestros, extorciones y ventas masivas de drogas.

Los amos y señores de "La L", como también se le conocía por la forma de las tres calles que conformaban "la caldera del Diablo", eran Los Sayayines, una sangrienta banda criminal que controlaba el microtráfico de la zona y las "ollas de vicio" más grandes.

Fachada de uno de los edificios más reconocibles del Bronx. Allí operaba una de las ollas, lugares que vendían drogas y ofrecían cuartos para consumirlas.
Fachada de uno de los edificios más reconocibles del Bronx. Allí operaba una de las ollas, lugares que vendían drogas y ofrecían cuartos para consumirlas.

"Cuando empezó El Bronx no tenía lo que tiene ahora, eran las calles limpiecitas, no se veía ni gente vendiendo en la calle. Porque el Bronx se puso así después de que empezaran a acabar con el Cartucho", cuenta "Energía", un ex habitante de calle que vivió los peores años del Bronx y que incluso sobrevivió a su predecesor, la calle del Cartucho, otro lugar de condiciones similares que fue el padre del Bronx. Este hombre de 55 años llegó a Bogotá después de una travesía de ocho días en un vagón de un tren que transportaba carbón, el cual tomó desde Barranquilla, donde llevaba meses consumiendo droga y de donde se voló con una plata.

Después de deambular por varias calles y barrios, Energía terminó en el Bronx, cuando todavía sus calles no habían sido invadidas por los expendios de drogas, las casas de prostitución de todo tipo, y los lugares destinados a desaparecer personas.

"Uno llegaba al Cartucho a comprar, pero le tocaba salir porque allá la cosa era muy brava. Por esos tiempos andaba una camioneta dando plomo y mataba a todo el que estaba en la calle entonces quedaba todo vacío y las entradas militarizadas por lo que quedaba pegadito al batallón"

En el Bronx todo era más calmado, aunque allí Energía empezó a trabajar como ayudante en uno de los primeros negocios que servían como expendio de drogas. Un día perdió el arma que le habían dado los dueños por protección y unas semanas después perdió otro "fierro", temeroso de que el costo de su descuido fuera su vida huyó del lugar y no volvió por tres años.

Aspecto de las casas al interior de Bronx. En estas condiciones de hacinamiento, suciedad y abandono vivían cerca de 3.500 personas.
Aspecto de las casas al interior de Bronx. En estas condiciones de hacinamiento, suciedad y abandono vivían cerca de 3.500 personas.

"Me fui como con millón ochocientos y un Smith hueso 38. Ya al tiempo volví, pero duré 3 años por fuera. Cuando volví (al Bronx), entro a comprar y veo que hay gente con fusibles, metras, pistolas así (se señala el brazo indicando el largo del arma). Yo le pregunto a un compañero si se puede comprar y me dice que sí. Y andaban por ahí Los Sayayines, eran ellos que vivían armados cuidando la olla, cuidando los negocios o si habían infiltrados pa (sic) descuartizarlos".

También encontró que su antiguo jefe, William, a quien le había robado el dinero y el arma, todavía tenía su local, una chatarrería dedicada a vender cartón y otros insumos de construcción que funcionaba como caleta para esconder el dinero que entregaban los caseteros -encargados de atender las ollas- y las drogas que surtían los expendios de vicio.

Energía volvió a trabajar con él, al principio obligado y temeroso, "uno en esas partes tiene que sacar valor de donde no lo tenga, mataban a uno si se negaba a algo"; pero poco a poco recuperó su confianza y terminó encargado de vigilar el dinero -que se recibía en monedas- y la droga que se guardaba en el lugar.

Aspecto de una de las calles de “La L” durante el operativo de intervención policial para su desalojo.
Aspecto de una de las calles de “La L” durante el operativo de intervención policial para su desalojo.

"A mí me tocaba muchas veces recibir a los taquilleros el producido de las 24 horas. Yo tenía que pesar con una gramera lo producido. Me tocaba a mí dejar un hueco que entraban 40 lonas con 4 mil monedas por ese lado y emparejaba (…) Ya en la noche, me tocaba llegar y sacar la unidad de ahí para una tiendita a unas maquinitas donde llegaba por la plata todos los días. El producido de la noche, al otro día, me tocaba recibirlo por la mañana. Las pesamos en la báscula".

La olla que a la que surtía la chatarrería de William se llamaba "Mosco", era la más grande del Bronx y estaba bajo el control de Los Sayayines. Cuenta Energía que en los primeros años otras ollas empezaron a surgir y buscaban quitarle poder a "Mosco", pero todas terminaron siendo controladas por Los Sayayines, con métodos terroríficos y sangrientos.

"Había otra olla más potente, al capo le decían Homero, había una guerra entre los dos. Una vez se estrelló fumando en las escaleras del Mosco, se prende ese abaleo y se daban plomo. Quedaba eso oscuro, y cuando volvió la luz habían matado a Homero, lo sacaron de allí y pusieron una sucursal de Mosco donde estaba Homero".

Esa guerra consolidó el control de Los Sayayines de Mosco en el Bronx que principalmente vendía bazuco, un residuo de la cocaína cocinado en gasolina roja que se mezcla con cualquier cantidad de sustancias según quien lo produzca y puede llegar a tener desde cemento y polvo de ladrillo hasta pesticidas y detergente. Pero el Bazuco del Bronx contaba con un ingrediente particular: los huesos molidos y hechos polvo de los "sapos" que descuartizaban en distintas casas de pique repartidas por "La L".

"La droga que más se vendía era Mosco, era básicamente bazuco. Lo vendía a 2 mil pesos una bolsa y a 1.200 pesos -menos de un dólar- una pichita (una probada). Eso era una cantidad lo que se movía, en la mera moneda le recibía a un solo taquillero como 22 o 24 millones de pesos (entre 6.543 y 7.137 dólares)al día".

Los Sayayines impusieron en el Bronx una especie de ley marcial, en donde cualquier acto de rebeldía o sospecha de traición era castigado con la muerte. Tanto poder llegaron a tener que a pesar de que esta sucursal del infierno se encontraba tan cerca de un batallón militar, eran muy pocos los policías o militares que se atrevían a entrar, aunque algunos lo hacían encubiertos, haciéndose pasar por viciosos y tratando de infiltrarse en algunas de las ollas como ayudantes.

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Cuando eran descubiertos había un trato especial para ellos: los descuartizaban y con sus restos alimentaban a un Caimán y una jauría de perros pitbull que mantenían en los túneles subterráneos que también usaban para sacar la droga. Esto, aunque parezca una ficción terrorífica, nos lo confirmaron tres ex habitantes de "la caldera del Diablo" con los que hablamos. Uno de ellos que pidió no revelar su nombre, nos narró así su experiencia: "Mire, cuando se infiltraba alguien a "La L", se metían a fumar. Una vez mataron una tomba (policía) que era hasta taquillera y a otra que iba a fumar y todo, también mataron a un policía que iba a cobrarle impuesto a las ollas. A las 2 horas de eso yo estaba dividiendo unas piezas en la residencia que teníamos cuando me llaman a pedirme que cerrara una pared en ladrillo. Detrás de la pared estaba uno de los tombos, todavía vivo, lo habían puesto ahí con todo y moto, le habían amarrado las manos y lo tenían de pie sosteniendo la moto en lo alto, ahí me pusieron a hacer la pared. El tombo quedó de pie, con espacio apenas. Horas después sacaron el cuerpo de ahí y lo llevaron a una de las casas donde descuartizaban gente.

Lo que quedaba de las personas las echaban por una cañería de sanitario, eso se taponaba y se rebotaba la porquería, varias veces me llevaron allá para que limpiara. Eso era un túnel hasta llegar a cinco huecos donde había escombros y pasaba por ahí el caimán y unos pitbull, esa era su comida (…) Por eso le digo que el que logró sobrevivir el Cartucho y el Bronx, con toda la joda bien jodida que pasó, es un héroe".

El Bronx fue finalmente intervenido el 28 de mayo de 2016, en un operativo sorpresa ordenado por el alcalde Enrique Peñalosa que involucró a más de 2.500 personas entre agentes de la Policía, el Ejército, la Fiscalía, funcionarios del Instituto de Bienestar Familiar y de la secretaría de Salud del Distrito de Bogotá.

Así fue el operativo

Durante el operativo, las autoridades encontraron un hombre secuestrado que permanecía encadenado en una de las casas de "La L", cerca de 200 mujeres explotadas sexualmente, 76 de ellas menores de edad, licor adulterado, kilos de drogas, cerca de 500 máquinas tragamonedas y dos miembros de organizaciones criminales con orden de captura que responden a los alias de Teo y El Flaco.

Se estima que en el Bronx vivía una población flotante de unas 3.500 personas, que hoy deambulan por distintas zonas de Bogotá. La situación de los habitantes de calle es uno de los problemas sociales más complejos que tiene la capital colombiana.

El nuevo Bronx: Distrito Creativo para la cultura

A lo que fue el Bronx hoy no se puede entrar, la zona cuenta con fuerte presencia policial y la mayoría de "La L" fue demolida, por lo que quedan son escombros. Solo se mantiene en pie un edificio que se llama "La Esquina Redonda" que la Alcaldía pretende volver un museo de la memoria que sea uno de los anclajes arquitectónicos del futuro Distrito Creativo

Para saber cómo va ese proyecto, que el pasado miércoles fue declarado de interés nacional por el gobierno colombiano, hablamos con Mónica Ramírez Hartmann, Directora de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, que está al frente de él.

Entrada al Bronx en uno de los eventos culturales realizados el bario en 2018.
Entrada al Bronx en uno de los eventos culturales realizados el bario en 2018.

Ella nos contó que el objetivo del Distrito Creativo es transformar un lugar asociado con el miedo y la criminalidad, a un espacio para la cultura, el emprendimiento, las nuevas tecnologías y las industrias creativas.

El proyecto bebe de iniciativas similares hechas en Europa que usan estos Distritos Creativos como herramientas de transformación urbana enfocadas sobre todo en barrios con proceso de deterioro social y patrimonial.

Este, sin embargo, es el primer proyecto de este tipo en el país y Ramírez lo define como "el corazón del ecosistema creativo de Bogotá. El lugar físico donde se concentra toda la actividad relacionada con las actividades cultuales, creativas y todo su ecosistema".

Proyectado para estar listo a principios de 2023, el proyecto está en su fase de adjudicación, la cual inició el pasado 5 de agosto. Sin embargo, ya se empezó a gestar en el lugar un proceso de resignificación para que los ciudadanos de la capital pierdan el miedo a visitar el Bronx.

Solo en 2018 ceca de 45 mil personas acudieron al Bronx a distintas actividades culturales que tuvieron allí su epicentro, como obras de teatro, cine a la calle, desfiles de modas, conciertos y exposiciones de arte.

Este cambio de enfoque podría llevar al Bronx a convertirse en un referente de Bogotá, pero ya no por ser el lugar más peligroso de toda Colombia, hogar de mafiosos, asesinos, narcotraficantes, prostitutas y drogadictos, sino por concentrar la vida cultural de la ciudad y ser el epicentro de la creatividad e innovación de muchos emprendimientos nuevos que desde ya están el "lista de espera" por ser parte de este Distrito Creativo.