Capri, vistas panorámicas y ególatras

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ARCHIVO - Desde el mirador de la Villa Lysis se tiene una vista panorámica sobre Capri y la Marina Grande. Foto: Florian Sanktjohanser/dpa
ARCHIVO - Desde el mirador de la Villa Lysis se tiene una vista panorámica sobre Capri y la Marina Grande. Foto: Florian Sanktjohanser/dpa

Quien en estos días baje del ferri en Marina Grande, fascinado por la vista de acantilados, colinas verdes y casas de color pastel, será saludado con una pancarta que dice: "Capri Covid Free" (Capri libre de covid). Una promesa.

Para poder imprimir ese lema de efecto publicitario tuvieron que ser vacunados, antes del inicio de la temporada estival europea, en lo posible todos los 14.000 habitantes de la isla italiana. Otras regiones turísticas se indignaron porque, una vez más, los privilegios fueron para la isla de los ricos y famosos.

Desde hace más de cien años, Capri atrae a escritores, actores, grandes industriales y presidentes. También este verano llegarán celebridades. Pero en comparación al verano previo a la pandemia seguramente todo estará más tranquilo.

Casi nadie quiere volver al tiempo de la sobrepoblación de turistas. La mayoría de los visitantes llegaban en excursiones de un día e intentaban en unas pocas horas recorrer todos los puntos turísticos importantes.

Capri es un sueño para caminantes

Quien quiera experimentar la magia de Capri, debería quedarse algunos días y recorrer la isla a pie. Asombrosamente rápido se deja atrás el revuelo, y entonces se comprende a todos los que no se quieren ir más.

"De tarde, aquí todo se vuelve muy tranquilo", dice Cecilia Walch. Esta tirolesa, de 54 años, guía a turistas por la isla ya casi media vida. Cuando tenía 12 años, viajó sola a Pompeya. A los 23, se quedó en Capri. "No lo lamento ni por un segundo", dice.

El autobús se dirige al sudoeste de la isla. En el cabo de Punta Carena comienza el sendero, que no aparece aún en casi ninguna guía de caminatas: desde el faro rojo, el Sentiero dei Fortini recorre toda la costa oeste hasta la Punta dell'Arcera.

A Cecilia Walch le gusta venir a este lugar con su marido y su perro, especialmente si hay temporal. Entonces la espuma de las olas salpica hacia arriba en los acantilados pálidos y surcados. "En la primavera, aquí todo florece en anaranjado y amarillo", dice Walch. "Te mareas".

Cada tanto, unas escaleras empinadas bajan hasta las bahías que parecen fiordos, en las que se bañan preferentemente los locales. Incluso en verano hay allí una agradable sombra, y además el viento refresca. Con algunas de estas paradas para bañarse, el "sendero de las fortalezas" se puede hacer perfectamente en un día. "Caminar aquí es parte del ocio", dice Walch.

Los fuertes, que dieron su nombre al sendero, fueron construidos por los británicos a comienzos del siglo XIX. Sus ruinas se alzan ahora, fotogénicas, en las puntas rocosas. Sobre un puente oxidado, Walch atraviesa el Fiordo d'argento. En primavera y en otoño suelen pasearse por aquí los habitantes de Capri.

Las residencias del emperador

Pero en su momento hubo obreros que cargaban por este sendero piedras calizas. Con la cal, las personas blanqueaban sus casas. También se hacía argamasa con ella. Pero como el mármol era aún mejor para ello, se quemaron las columnas y estatuas de los palacios del emperador Tiberio.

Doce mansiones hizo construir el emperador en Capri. Una de ellas, al parecer, estaba en el lugar donde el neurólogo y escritor sueco Axel Munthe levantó su propia casa soñada a fines del siglo XIX.

Munthe era obsesivo como Tiberio. Su mansión San Michele está repleta de antigüedades auténticas y falsas. Antes de la pandemia, los grupos de turistas se amontonaban delante de las estatuas y los bustos de camino a la terraza. Ahora, hay un maravilloso silencio junto a la esfinge y se puede mirar hacia abajo, al mar turquesa y el puerto.

La vista al sitio emblema de Capri

La segunda excursión, a la mañana siguiente, comienza con tranquilidad. Desde la Piazza Umberto I, el paseo va hacia el sur bajando por la Via Vittorio Emanuele. Las callejuelas y los pórticos con tiendas de lujo son estrechas como en un bazar. Sobre la Via Tragara solo hay unas pocas personas. A la sombra de pinos y palmeras, se pasa por delante de mansiones, escondidas detrás de rejas de hierro forjado y altos muros de piedra.

En realidad es demasiado pronto para una pausa, pero ¿quién puede pasar de largo, ignorando la terraza panorámica de la Punta Tragara? La vista sobre la costa empinada y los tres Faraglioni, los farallones, formaciones rocosas erosionadas por las olas que son el emblema de Capri, ya atrajeron a Eisenhower y Churchill al hotel del mismo nombre justo al lado.

Aquí comienza el que quizá sea el sendero costero más bello de la isla, la Via Pizzolungo. Esta manaña se la recorre en completa soledad. Bosques de pinos y encinas se alternan con vistas a los acantilados.

Capri sigue atrayendo a los excéntricos

La vista se centra en una mansión roja, que se asienta como un templo escalonado sobre un peñón muy estrecho. Sobre la terraza, su constructor, Curzio Malaparte, solía hacer gimnasia por la mañana. El periodista y dandy dijo sobre su diseño: "Una casa como yo: triste, dura, seria". Para los turistas, esta propiedad privada es inalcanzable.

Pasando por la Gruta del Matrimonio, con sus restos de muros, se asciende al Arco Naturale: un arco de roca, que enmarca el mar centelleante. Solo se escucha cómo rompen las olas. Huele a pino.

Que tantos británicos, alemanes, rusos y estadounidenses recalaran desde el siglo XIX en Capri y se quedaran, se hace lógico a más tardar llegado este punto. Sobre todo en los años '60 del siglo pasado, muchos ricos se construyeron una mansión en Capri, muchas veces sin autorización, relata Cecilia Walch.

El antepasado de todos estos buscadores del paraíso fue el emperador Tiberio. La calle que lleva su nombre sube suavemente entre huertos frutales al más grande y más espectacular de sus doce palacios en Capri.

La Villa Jovis, como es llamada hoy en día, reina desde un risco sobre acantilados de 300 metros de altura. Tiberio gobernó once años desde aquí todo su imperio. Transmitía los mensajes con ayuda de un gigantesco faro hacia la Punta Campanella, en tierra firme.

Tras su muerte, los habitantes de Capri saquearon el palacio imperial y lo utilizaron como cantera. Sin embargo, sus ruinas impresionan hasta hoy. Los arcos quebrados de las puertas permiten imaginar lo altas que eran las salas en su momento. Y la vista sobre la isla hasta el Monte Solaro es absolutamente digna de un emperador.

Información sobre Capri:

La temporada de senderismo comienza en Pascuas y se extiende hasta fines de octubre. Desde mediados de mayo hasta mediados de junio florece la vegetación. El mejor mes para hacer senderismo es octubre, cuando el aire claro garantiza grandiosas vistas.

Para trasladarse hasta Capri, hay que llegar a Nápoles en tren o avión. Desde allí salen ferris hacia Capri cada hora.

dpa