CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Vallas impiden el paso a una explanada vacía. Policías custodian las calles. Hay módulos dispensadores de gel antibacterial pero sin gente. Tiendas de imágenes, veladoras y rosarios esperan clientes que no llegan.
La considerada mayor peregrinación católica del mundo se canceló este año. La basílica de la Virgen de Guadalupe —patrona de América Latina y que suele recibir unos 15 millones de fieles en las dos primeras semanas de diciembre, según los regidores del templo— está cerrada el día de su fiesta grande, el 12 de diciembre, debido a la pandemia del nuevo coronavirus.
Miles de velas ocupaban el atrio que tradicionalmente llenaban peregrinos, danzantes y todo tipo de fieles que acuden a cumplir promesas, rogar por sanaciones o dar gracias por favores concedidos.
“Tus hijos hoy te festejan desde casa”, podía leerse en el suelo.
Y a medianoche las mañanitas —el tradicional canto de cumpleaños mexicano— se escucharon pregrabadas, virtuales.
El papa Francisco concedió indulgencia a los fieles para que este año no visitaran el templo y el cardenal Carlos Aguiar Retes, arzobispo de México, instó a una peregrinación distinta luego de anulada la tradicional.
“Permitamos que la Virgen nos visite en nuestros hogares”, dijo hace unos días.
Eso hicieron muchos devotos a los que las autoridades eclesiásticas animaron a mandar fotos de sus altares personales para crear un gran homenaje virtual a la virgen.
Alejandro Castillo González, un comerciante de 53 años, siete hijos y gran fe en la virgen de Guadalupe, era uno de los fieles que tenía previsto pasar este 12 de diciembre en su pueblo, San Gregorio Azompa, 120 kilómetros al este de la basílica a la que lleva casi 30 años peregrinando por estas fechas.
Tuvo que modificar su rutina anual debido a las restricciones de la pandemia pero se mostraba feliz.
“Estoy recontento”, afirmaba.
El motivo es que fue de los que logró visitar a la Guadalupana, como popularmente se conoce a la virgen, la víspera del cierre del templo. “Hacía muchos años que no pasaba a las bancas porque ni cabe uno pero gracias a la virgencita esta vez sí nos dieron permiso”, señaló.
Desde el siglo XVI, el Cerro del Tepeyac —donde los católicos creen que se apareció la “virgen morena” y el lugar en el que se levantó la actual iglesia— ha sido un punto de peregrinaje para millones de personas. Y aunque nadie recordaba el cierre del templo en estas fechas decembrinas, crónicas periodísticas de hace casi un siglo muestran cómo la Villa cerró sus puertas tres años, de 1926 a 1929, durante la guerra Cristera, cuando el Estado persiguió activamente a la Iglesia católica. También estuvo clausurada durante la construcción de su actual sede, a mediados de los años 70.
Este año las rejas se cerraron el miércoles por la noche para evitar contagios por COVID-19 justo cuando la ciudad vive un alarmante repunte de la epidemia, con casi 250.000 contagiados y más de 18.600 muertos. El templo tiene previsto volver a abrir el lunes.
Varios obispos mexicanos hicieron el viernes un peregrinaje simbólico por unas calles cercanas al templo y algunos fieles se conformaron con llegar hasta las vallas ubicadas varias calles antes de arribar a la basílica.
“Tenemos que acatar las indicaciones, es triste pero a la vez es correcto lo que las autoridades están haciendo ya que resguardan nuestra salud y la de los demás”, señaló Jaqueline Castillo, una maestra con su figura de la virgen en la mano.
Entre otras actividades virtuales, la basílica sugirió a los peregrinos que llegaran antes del cierre que dejaran flores para el recuerdo. Pero no todos pudieron.
Castillo González logró llegar al templo el miércoles pero sin el ramo de flores recogidas en los volcanes que flanquean la entrada oriental a la capital. Unos agentes de policía apostados en la carretera se lo quitaron sin mayores explicaciones, lamentó.
El comerciante del estado de Puebla no se afligió. Lo más importante era el cuadro de la virgen, casi tan grande como él, que llevaba anudado a su espalda para que se lo bendijeran y la compañía de su hijo pequeño, de 11 años, que caminaba a su lado.
Policías y miembros de la guardia nacional se habían apostado en las principales entradas de la capital para evitar aglomeraciones pero este año no las hubo.
Castillo González caminó durante tres días por las carreteras que unen su pueblo con la basílica y solo se cruzó con un puñado de peregrinos cuando otros años, las procesiones a pie, en moto, en carrozas, o hasta de rodillas bloquean muchos accesos y paralizan media ciudad.
Según explicó el comerciante, de niño sufrió muchos golpes y malos tratos separado de su familia y cuando pudo regresar con ella prometió a la Guadalupana que se lo agradecería peregrinando cada 12 de diciembre a la Villa.
Este año lo hizo tres días antes pero consiguió que él y su hijo recibieran la bendición, aunque primero fueran rociados con desinfectante. El sábado rezaría en su pueblo con la vista puesta en 2021.
——
Los periodistas de The Associated Press Diego Delgado y Marco Ugarte colaboraron con esta nota.