En Chile lamentan y celebran la "abstinencia" de protestar que impuso el coronavirus

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Seis meses después del estallido social en Chile, varias voces reflejan el inesperado momento de introspección que atraviesa este país desde la segunda semana de marzo, cuando la rabia callejera se tomó una pausa por el pánico al coronavirus.
Seis meses después del estallido social en Chile, varias voces reflejan el inesperado momento de introspección que atraviesa este país desde la segunda semana de marzo, cuando la rabia callejera se tomó una pausa por el pánico al coronavirus.

Santiago, 16 Abr 2020 (AFP) - Seis meses después del estallido social en Chile, cuatro voces reflejan el inesperado momento de introspección que atraviesa este país desde la segunda semana de marzo, cuando la rabia callejera se tomó una pausa por el pánico al coronavirus.De no ser por la pandemia, restarían pocos días para un esperado plebiscito para decidir el cambio o no de la Constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), una de las salidas para desactivar la violencia callejera que se apoderó del país a partir del 18 de octubre y que dejó una treintena de muertos.Hoy se cuentan las víctimas del coronavirus, la inédita consulta se pospuso al 25 de octubre y cuatro protagonistas del movimiento social chileno reflexionan sobre este clima de tranquilidad, obediencia y miedo a la enfermedad. - La trompeta en las protestas - Nadie protesta. Con casi 100 muertos y unos 8.000 contagiados, las calles de Chile lucen semivacías por una cuarentena que devolvió a los militares a las calles."Ha sido una abstinencia de manifestaciones; de salir a la calle a decir lo que sientes y no poder hacerlo y tener mucha rabia", resume Camila, de 24 años, activista de las protestas en la Plaza Italia del centro de Santiago que los manifestantes como ella bautizaron "Plaza de la Dignidad". Camila participó de las protestas tocando su trompeta al lado de la "primera línea", como se presentó un grupo radical de encapuchados que enfrentó a la policía y que fueron considerados "vándalos" para unos y héroes para otros."Cuando iban decayendo, tocaba un poquito y los cabros (jóvenes) se devolvían a seguir luchando", recuerda Camila su participación musical entre piedras y gases lacrimógenos. Ahora vive la cuarentena en su casa en la populosa comuna de Puente Alto, donde cree que las carencias propias de la clase trabajadora quedarán al descubierto con la pandemia, acrecentará la rabia y volverán así las protestas.Esta crisis sanitaria "va a hacer que todo esto explote quizás no de la mejor manera", augura. - Desde el balcón - Olga Rojas, vecina por años de Plaza Italia, se convirtió, a sus 59 años y gracias a la vista desde su balcón, en testigo privilegiado de la euforia y esperanza de la explosión social. Sintió la alegría en masa que el 25 de octubre congregó a más 1,2 millones de personas en la manifestación más masiva desde el retorno a la democracia en 1990. Pero Rojas también vio a pocos metros la violencia extrema que dejó a civiles y policías heridos así como varios edificios incendiados."He disfrutado, vibrado, cantado, llorado, me he emocionado y sacado hasta mi bandera chilena (...) pero no apoyo la violencia, la destrucción ilógica, los incendios sin razón. Eso a mí me afectó mucho", contó Olga a la AFP. Tuvo noches sin dormir por el temor a un incendio en su edificio y el olor de las lacrimógenas.Tras semanas sin manifestaciones, lamenta la destrucción de su barrio y reconoce sonidos que nunca había escuchado. "Es muy raro ver este lugar desierto y solitario, pero por primera vez desde que vivo aquí, escucho los pajaritos y el agua del rio Mapocho", a unos 500 metros del inmueble. - Diálogo y polarización - Con las calles ardiendo en protesta y vandalismo, el presidente Sebastián Piñera anunció en noviembre un acuerdo por la paz que decantaría en una inédita alianza política para cambiar la Constitución."Fue muy, muy emocionante. Pensé mucho en mi padre (asesinado por la dictadura), en mi abuelo desaparecido; pensé mucho en la gente que se estaba movilizando y en las víctimas de la represión", describió Javiera Parada, exagregada cultural en Washington del segundo gobierno de Michelle Bachelet (2014-2018).Esta activista por el cambio constitucional impulsó desde el principio del estallido, el diálogo para superar la crisis social, que le costó críticas en momentos de gran polarización en la sociedad."Todo lo que pasó antes del acuerdo político del 15 de noviembre fue de mucha frustración para quienes creemos que la política es un lugar para encontrase y resolver diferencias", sostuvo Parada.Parada cree que las causas del descontento "siguen ahí" y se van a hacer más evidentes con la crisis sanitaria, pero advierte que "Chile no tiene ninguna capacidad de volver a una situación como la que vivió en octubre"."Nuestra economía no va aguantar eso y la responsabilidad de que eso no ocurra es nuevamente del gobierno", afirmó. - Ser "facha" - El reclamo social contó con casi un 80% de apoyo. Por lo tanto, rechazar las protestas y asumirse de derechas fue muy complejo, admitió Javiera Rodríguez, periodista de 24 años, vocera del movimiento 'Chile, no gracias', contrario al cambio constitucional."Se crearon muchos estereotipos entre ricos y pobres; entre 'fachos' y comunistas", dijo esta joven, que articuló un perfil disidente desde 2018 cuando lideró la oposición a la toma feminista en la Universidad Católica.Siguiendo ese rol, decidió liderar el "rechazo" entre los jóvenes pero haciendo valer su visión "más liberal".El coronavirus la encontró en medio del trabajo electoral y un fuerte clima de polarización. "Para ser un honesta, fue tranquilizante, como que de repente toda la pelea pública se calmó", reconoció.pa/pb/ltl -------------------------------------------------------------