La neurosis de la economía argentina

Por Gustavo PerilliCon el cierre del año repican los rumores sobre eventuales saqueos. Sin embargo, lejos de las crisis de otras épocas, el 2015 podría traer una tímida orientación alcista para la actividad económica

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La llegada de las fiestas navideñas presupone todo tipo de emociones que movilizan más de lo necesario. Repercuten en el plano individual, la familia y el universo social y se manifiestan en imágenes de alegría y felicidad pero, también, en flashes de tensión y violencia. En estos escenarios cuasi apocalípticos, donde conviven elementos de torpeza e irracionalidad (impulsados y capitalizados por "los sospechosos de siempre"), la estabilidad socioeconómica queda dramáticamente expuesta. La neurosis, entendida como "el conflicto entre el yo y el ello" (Freud, 1924), exacerbada por la acción de sofisticados mecanismos preparados por el individuo para rechazar los límites que erosionan su tolerancia, se viraliza impulsada por la profusión de conjeturas. Sin olvidar que todos somos neuróticos, la situación se agrava cuando la salud de las normas y las medidas se devalúan al colisionar con un egocentrismo emergente que, paradójicamente, siempre las considera inadecuadas. En paralelo, los títulos despampanantes (de publicaciones nacionales e internacionales atizadas localmente) insuflan coyunturas que, en más de las veces, se analizan con métodos precarios de naturaleza lineal y ortodoxa. La paciente instalación de esas minúsculas dosis de elementos que fortifican la neurosis, semejante a los elegantes envenenamientos con cianuro de las recordadas historias de Agatha Christie, conduce, incluso, a la aparición de incontenibles episodios de psicosis (perdida absoluta de contacto con la realidad) que siempre germinan y cumplen su cometido porque "los seres humanos suelen aplicar falsos raseros; poder, éxito y riqueza es lo que pretenden para sí y lo que admiran en otros, menospreciando los verdaderos valores de la vida" (Freud, 1929).

Con independencia de la manera en que se configura el conocimiento, la emergente sensibilidad social en estas semanas del año y la forma en que se cultiva la idea del glorioso suceso trágico que aún no ha ocurrido, la economía argentina parecería no estar expuesta a sufrir sofocones calamitosos como en otros años. Si bien no se esperan escenarios eufóricos (aunque se resuelva exitosamente la inaudita compulsa con "los buitres" en 2015, escenario que "las benditas calificadoras" de riesgo soberano intencionalmente descartan), el crecimiento del Producto irá orientándose tímidamente hacia terreno positivo. El estado del optimismo del consumidor (su confianza) y la actividad relativamente apacible de los bancos, introducirán cierta estabilidad pese a que la presión inflacionaria (en declive en los próximos meses) continuará incorporando distorsiones no deseadas al mercado de capitales, el sector externo, las finanzas públicas y, por ende, en la actividad económica. Será menester para asegurar el escenario, por lo tanto, que la inflación y sus expectativas mermen (no se cumplan los pronósticos pesimistas que la ubican en el orden de 40% en 2015) y el desempleo no ocasione más daños en el tejido social y no desembarque en el balance de los bancos, para que, paulatinamente, el mercado de créditos vaya recuperando más vitalidad (como mínimo, el crédito al sector privado no financiero crecerá 35% el año entrante).

La descompresión inflacionaria y cambiaria será clave, entonces, para que la economía renueve su vuelo. La ocurrencia de este escenario dependerá de los futuros aciertos de los conductores de la política económica y, principalmente, de la estabilidad de las interacciones socioeconómicas que, como ya mencioné, continuará estando impregnada de neurosis y psicosis. Lamentablemente, tampoco habrá aportes armoniosos de la economía mundial al proceso interno de estabilización macroeconómica. La permanencia del sendero devaluatorio del real brasileño (donde las autoridades también tienen de espaldas al mercado) y la abrupta reducción de los precios internacionales del petróleo, factores que descompaginarán las finanzas e incorporarán inestabilidad cambiaria en determinadas regiones del mundo emergente, no representan un buen augurio aunque, potencialmente, podrían aportar a la reflexión para el tratamiento estático y dinámico de la inflación interna como fenómeno y patología social.

Propongo que nos concentremos en la evolución de la tasa de interés (la conocida Badlar-bancos privados, en este caso). Empecemos por entender este concepto de manera simple y lineal para que la idea sea sencilla. Cuando el nivel de la tasas de interés sube y se vuelve volátil, el panorama desmejora tanto para los individuos y las entidades que otorgan créditos (personas que depositan y bancos que financian) como para aquellos que los toman (familias y empresas, básicamente), mientras que cuando se encuentra estable y en bajos niveles o disminuye, el panorama mejora y el optimismo emerge porque "el dinero se abarata". Interpretando el gráfico siguiente con esta metodología básica (insuficiente, posiblemente), no quedan dudas que, en general, la tensión ha sido el denominador común de la actividad económica en los últimos años.

Antes de la implementación de la primera versión del "cepo" (octubre de 2011), la Badlar se ubicaba en el orden de 10% anual pero, luego, como consecuencia de la mala praxis en materia de política económica (tratamiento bastante primitivo de las interacciones técnicas) y la manipulación depravada de las expectativas a través de la información, la misma saltó hasta 23% anual (13 puntos porcentuales) en pocos días. Debido al discutible éxito de ese primer Cepo, en abril de 2012 retornó al nivel piso anterior pero en el contexto de un proceso bastante más virulento derivado de la misma presión cambiaria: la Badlar captó el clima de neurosis y psicosis de los primeros meses de 2012 cuando "la mano invisible" del mercado les informaba a los argentinos sobre la inminente colisión (algo que finalmente no sucedió). Luego sobrevino algo peor. Semanas después, por la permanencia de las presiones cambiarias y la persistente pérdida de reservas sufrida por el Banco Central (BCRA), el Gobierno puso en práctica la segunda versión del Cepo (la más rígida). Desde ese momento (ver gráfico), tras transitar un bienio cargado de tormentas y cataclismos (reales e inflados), la variable en cuestión recorrió una tendencia ascendente hasta alcanzar un nivel máximo de 27% anual en los primeros meses de 2014 (en la devaluación de enero). A partir de ese entonces, pese al enfrentamiento con "el espécimen buitre" (patología no resuelta por las instituciones financieras internacionales), cierta efectividad de las medidas hizo que la Badlar se ubique en el valor actual de 19 por ciento.

Toda esta descripción, que es más sencilla de entender siguiendo sólo la trayectoria zigzagueante de la línea azul del gráfico, además de permitirnos identificar los momentos en que las autoridades estuvieron en apuros o consiguieron un relativo éxito con sus medidas, también destaca la magnífica dosis de neurosis y psicosis que recorrió la carretera social. La desaceleración presente de la tasa de interés, la mejora de la confianza del consumidor, la aparición de información oportuna (como la señalada por el FMI sobre el avance en materia del manejo de las estadísticas oficiales de producto y precios) y la asociación con China (vía swap de divisas), configuran un círculo de relativo optimismo para los próximos meses (aunque sin euforia, como ya se mencionó).

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Estos movimientos de tasas de interés no sólo representan expresiones de los estados de estabilidad de los equilibrios, el humor macroeconómico y la

necesidad de que el nivel de esta variable se estabilice más en la órbita de 10% anual

como a mediados de 2011, sino también constituyen una suerte de engranaje que, al no estar aceitado adecuadamente,

direcciona el proceso de inversión y empleo directamente hacia el cadalso

. Es verosímil este mecanismo de tasas de interés como una aproximación del estado de las expectativas pero también se debe decir que es insuficiente como herramienta para aplastar las inconsistencias que acosaron a la Argentina en sus 200 años de historia. Los autómatas suponen que el objetivo de la política económica debe estar al servicio de la estabilidad de tasas de interés para evitar que los operadores financieros y cambiarios no se alteren. Complacerlos para mitigar episodios de neurosis y psicosis en la comunidad es un dogma facilista que, en rigor de verdad, implosiona cuando se reconoce que

"los mercados financieros son manifiestamente incapaces de proveer la consistencia de los planes de producción y consumo de largo plazo

" (Leijonhufvud, 1968). La sociedad debe trabajar en múltiples campos y con diversas herramientas científicas (con más elementos heterodoxos: multidisciplinarlos) porque la generación de las

perturbaciones y la espiralización subsecuente del desempleo recrean estragos

mediante "mudanzas" de la formalidad hacia la informalidad (y la violencia, especialmente hacia fin de año), dinámica que se agrava porque, luego,

"al decidir su demanda de consumo por un bien particular, el individuo desempleado recuerda que está desempleado

" (Malinvaud, 1985). En otras palabras, las tasas de interés preanuncian escenarios futuros y estados de ánimo pero, al mismo tiempo, es una

falacia

que su adecuada determinación por parte de operadores financieros

sea condición necesaria y suficiente para regularizar el bienestar socia

l. Más incomprensible aún es que quienes suponen que los gobiernos deben trabajar para evitar un poder financiero con neurosis y psicosis olvidan que "estos especialistas", como lo señalaba Keynes en su definición de "desfile de modas", no comprenden el modo en que se compone y evoluciona el proceso de ahorro e inversión y la distribución del ingreso social.

Constituyen severos riesgos para el bienestar social la existencia de fallas de coordinación resultantes de las medidas que persiguen los gobiernos pero, quizás más grave, es el aporte de la neurosis (y la psicosis colectiva) de individuos que, atentos a la misma definición de esta patología, se rehúsan a cumplir con el mandamiento de las instituciones argumentando banalidades. Estos escenarios de total pérdida de contacto con la realidad (y de fe), ilustrado por el pasaje bíblico en el que Moisés encuentra a su pueblo adorando al becerro de oro (Éxodo 32:11-19), se logran montando cuidadas escenografías y coreografías. La sucesión de episodios tumultuosos ocurridos en la Argentina durante los últimos años han demostrado que, una vez que se ingresa en este terreno pedregoso de neurosis (y psicosis), las puertas se cierran y paulatinamente los resultados se pervierten. Los conceptos teóricos que permitirían comprender cabalmente esta situación se rinden ante las poderosas realidades individuales naturalmente egocéntricas (cargadas de neurosis y psicosis) que prefieren no entender, mientras que los inoportunos "descuidos técnicos" de las autoridades, plasmados en subas del tipo de cambio y tasas de interés (como el bienio 2012/14 del gráfico), siembran semillas para que los formadores de opinión trabajen olvidándose muchas veces que "mejor es callar y que sospechen de tu poca sabiduría que hablar y eliminar cualquier duda sobre ello" (Abrahan Lincoln).


(*) Gustavo Perilli es socio en AMF Economía y profesor de la UBA

Twitter: @gperilli

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