Novak Djokovic visitó la mítica Bombonera para ver fútbol tras un fin de semana perfecto de tenis en la despedida de David Nalbandian y exhibición junto a Rafael Nadal. Pero nunca creyó que cambiaría la ovación y aplausos cosechados en el polvo de ladrillo de Palermo por semejante demostración de indiferencia y reprobación en un estadio de fútbol.
Boca Juniors y All Boys descansaban tras el primer tiempo cuando el serbio y el español fueron invitados a una competencia de penales dentro del campo de juego. Ambos aceptaron y se calzaron la casaca azul y amarilla con el 10 en la espalda frente a "La 12", reconocida hinchada local. Sin embargo, la idea resultó la peor pesadilla para "Nole".
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El jueves, día en que arribó a Buenos Aires, el jefe del gobierno porteño, Mauricio Macri, le obsequió una camiseta de Boca Juniors y Djokovic manifestó sus intenciones de conseguir la de San Lorenzo, por el fanatismo del papa Francisco por el clásico rival del Xeneize.
A las pocas horas, comenzó a circular el carnet social con la cara del serbio y el escudo azulgrana. Ya estaba convertido en socio de honor del club de Boedo.
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A la hora de los penales, la gente de Boca recordó este hecho y se dedicó a amargarle la excursión a "Nole". Gritaban fuerte los goles de Nadal y abucheaban cada vez que el balcánico se paraba frente a la pelota para ejecutar.
El rostro del número dos del tenis mundial se transformó por completo. No entendía el porqué del mal recibimiento y no quedaba conforme con quienes trataban de explicarle la situación. Abatido, derrotado, buscaba con su mirada las causas de maltrato y al no encontrar respuesta decidió terminar antes de tiempo la serie de penales. De showman a antihéroe en Buenos Aires.
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