La trágica muerte de Magallanes: 60 españoles frente a 1500 nativos y el final heroico de su expedición

Hace 503 años moría, a manos de nativos de Mactán, Hernando de Magallanes, en medio de un descomunal periplo en la que debió sofocar rebeliones de su tripulación, luchar contra el hambre y la sed, y lidiar con una tripulación descreída y rebelde. Una de sus naves, al mando de Sebastián Elcano, logró dar la primera vuelta al mundo

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Hernando de Magallanes, el protagonista de un viaje memorable, en el que terminaría perdiendo la vida
Hernando de Magallanes, el protagonista de un viaje memorable, en el que terminaría perdiendo la vida

Tenía su tripulación diezmada por el escorbuto, enfrentó rebeliones de sus capitanes que preferían regresar a España y sentía que las penurias no terminaban nunca.

Pero ese portugués que se desnaturalizó luego de romper con su rey, y que rengueaba por una herida que había recibido peleando contra los moros en Azamor, en la costa marroquí del Mediterráneo, decidió sí o sí celebrar la Pascua en aquellas islas lejanísimas, ya que veía que el éxito de su empresa estaba casi al alcance de su mano. Había que darle gracias a Dios por eso.

Hernando o Fernando de Magallanes, 41 años, acompañado de 50 hombres, bajó a tierra y fue recibido por los dos reyes. Era abril de 1521 y estaba en las Filipinas.

Nuestro sur según un mapa de 1562 del cosmógrafo García Gutiérrez
Nuestro sur según un mapa de 1562 del cosmógrafo García Gutiérrez

Cerca de la playa celebraron misa. Buscaron el monte más elevado y clavaron una cruz adornada con clavos y una corona de espinas.

Una semana después partieron para recorrer diversas islas, como Ceilán, Calagán y Cebú, donde su rey lo recibió amistosamente, les obsequió alimentos y acordaron firmar una suerte de tratado de paz.

Y como Magallanes agradeció a Dios esa alianza, convenció al rey de los nativos a bautizarse. Hubo un banquete y Magallanes le regaló un paño blanco de una fina tela y una taza de vidrio dorado, material que era apreciado por aquella gente.

Réplica de la nao Victoria. En estas naves los conquistadores enfrentaron todo tipo de desafíos en un mundo para ellos desconocido
Réplica de la nao Victoria. En estas naves los conquistadores enfrentaron todo tipo de desafíos en un mundo para ellos desconocido

El 14 de abril fue la ceremonia de bautismo del rey, quien recibió el nombre de Carlos, en honor al emperador. Seguidamente, bautizaron al príncipe heredero y a unos 500 indígenas. Todo parecía ir de maravillas en la relación entre Magallanes y los naturales hasta que la situación cambió drásticamente.

El inicio de la expedición

El 3 de octubre de 1519 cinco naos llamadas Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago con 265 hombres a bordo partieron desde Canarias, rumbo a los que ellos llamaban la Especiería.

Primero fue Africa y desde Sierra Leona cruzaron el Atlántico y tomaron rumbo a Brasil. Como llegaron un 13 de diciembre, Magallanes llamó al lugar donde desembarcaron Santa Lucía, hoy Río de Janeiro. Cuando vieron una montaña recortada con forma de sombrero, la bautizaron “Monte Vidi”. Al Río de la Plata lo confundieron con el paso hacia el Pacífico, y se adentraron un tramo en el río Uruguay.

Representación de los gigantes patagónicos durante el viaje de Magallanes
Representación de los gigantes patagónicos durante el viaje de Magallanes

Pasaron por Puerto Deseado y en Puerto San Julián permanecieron cerca de dos meses. Los españoles se sorprendieron de los indígenas que encontraron: eran muy altos y los llamaron Patagones.

El 1 de abril de 1520 -domingo de ramos- se ofició una misa, que fue la primera en territorio argentino. Luego Magallanes logró sofocar un motín de sus capitanes. Ajustició a algunos y perdonó a otros, como a Juan Sebastián Elcano.

La comida escaseaba y mataban el hambre comiendo mejillones. Para beber, derretían la nieve. En la zona perderían a la primera nave, Santiago, cuando chocó contra la costa. El 21 de octubre descubrieron un cabo al que bautizaron como “De las once mil vírgenes”, donde se abre el estrecho, hoy de Magallanes. El navegante había hallado la forma de llegar a las islas de las especias sin pasar por los dominios portugueses, determinados por el Tratado de Tordesillas.

Monumento que recuerda la primera misa en 1520 (Municipalidad Puerto San Julián)
Monumento que recuerda la primera misa en 1520 (Municipalidad Puerto San Julián)

Al estrecho lo llamaron “patagónico”. El 28 de noviembre de 1520 enfilaron hacia el Pacífico. Les llamó la atención la calma de sus aguas y sus vientos. Pero tenían otros temas en los que preocuparse: el hambre y la sed. Hacía tres meses que no contaban con comida fresca. Lo único comestible que tenían era una suerte de galleta, que se había hecho polvo y que estaba agusanada. El agua para beber estaba amarillenta.

Algunos trozos de pieles resecas las ponían en remojo en agua salada cuatro o cinco días y las cocinaban en las brasas. La carne de rata llegó a cotizarse a medio ducado. Pocos miembros de la expedición estaban sanos. Muchos habían muerto de enfermedades, entre ellos un patagón que habían llevado, y a otros se los veía mal.

En lo que hoy son las islas Marianas, los indígenas se colaban en el barco y robaban. Pero en lo sucesivo, los pobladores se mostraron muy amistosos, y en ese periplo convirtieron al cristianismo a muchos indígenas y pudo acceder a valiosos cargamentos de especias y diversos productos.

Su muerte

Tal como describen Roberto Litvachkes y Carlos Vairo en el reciente libro “Magallanes. El hombre que cambió el mapa del mundo”, Zula, uno de los jefes de la isla de Matán, le hizo saber a Magallanes que no podría cumplir con el tributo acordado, pero que no era por su culpa, sino por Lapulapu, el monarca de Mactán.

La muerte de Magallanes. Con el agua a la rodilla y malherido, intentó defenderse hasta el final
La muerte de Magallanes. Con el agua a la rodilla y malherido, intentó defenderse hasta el final

Lapulapu controlaba la entrada al estrecho que llevaba al puerto de Cebú. Por las características de “Punta Engaño”, los buques que iban a Cebú se confundían y terminaban en Mactán, y el rey aprovechaba para aplicarles altos impuestos y había llegado a quedarse con la carga de los barcos.

Magallanes consideró que el tributo que faltaba -una cabra, tres cerdos, tres cargas de arroz y tres de mijo-, además de algunas provisiones para los barcos, no eran tan importantes como para desatar una guerra. Pero lo que sí encendió la mecha de la discordia fue la exigencia de Magallanes de que Lapulapu aceptase el liderazgo de Huambón, su aliado. Los indígenas se sintieron humillados.

Magallanes decidió dar un escarmiento a los nativos de Mactán para demostrarles quién era el jefe. Mandó quemar unas cincuenta casas cerca del palacio real y se apoderaron de víveres y muebles. Lapulapu enfureció.

El sábado 27 de abril era el día del santo de su devoción. En tres chalupas, Magallanes y 60 hombres fueron a Mactán a enfrentar al rey rebelde, quien amenazaba con echar por tierra sus planes de comercio y evangelización. Exigiría reconocer al rey español, debían obedecer al monarca de Cebú y pagar el tributo. De lo contrario, habría guerra.

A Juan Sebastián Elcano le cupo terminar la larga travesía. Llegó a España al frente de 18 hombres
A Juan Sebastián Elcano le cupo terminar la larga travesía. Llegó a España al frente de 18 hombres

Los indígenas se la veían venir, habían reunido a muchos hombres y, por prevención, habían cavado fosos con púas entre el mar y sus casas.

Un grupo de indígenas le ofreció a Magallanes combatir junto a él, y les permitió ir para comprobar la efectividad del combate del español.

Magallanes esperó el amanecer para desembarcar. Bajaron 49 y 11 quedaron a cargo de las chalupas. Debieron caminar con el agua a la rodilla por la cantidad de rocas que impedía llegar a la playa con las embarcaciones.

Iban armados con ballestas y arcabuces. Enfrente los esperaban 1500 indígenas, distribuidos en tres batallones. En medio de una gritería infernal corrieron hacia los españoles.

Magallanes dividió a sus hombres en dos grupos. Durante media hora sostuvieron un duro combate, en el que los proyectiles de los mosquetes y de las ballestas no tenían la efectividad esperada, ya que si bien penetraban en los escudos, no alcanzaban a dañar.

Los indígenas, al ver que sus lanzas y piedras poco hacían contra las armaduras, concentraron sus disparos sobre las piernas, más desprotegidas.

Los hombres de Magallanes debieron soportar una lluvia de lanzas, piedras e incluso tierra. Ordenó incendiar algunas cabañas para amedrentarlos, pero esto los enfureció aún más.

Una flecha envenenada atravesó la pierna de Magallanes, quien ordenó una retirada lenta. Pero sus hombres escaparon precipitadamente, y quedó solo con siete u ocho hombres.

Habían logrado alejarse a un tiro de ballesta. Todos estaban en el agua. Desde los barcos no podían ayudarlos con fuego de artillería porque las piedras les impedía acercarse.

Los indígenas también entraron al agua y concentraron su ataque en Magallanes. Durante una hora combatieron sin descanso.

Un indígena golpeó con su lanza su frente y éste lo atravesó con su lanza, sin poderla sacar de su cuerpo. Intentó desenvainar su espada, pero sus heridas en el brazo derecho se lo impidieron. Los indígenas se dieron cuenta y se abalanzaron hacia él, uno le dio un fuerte golpe a su pierna izquierda y quedó en medio de un numeroso grupo de isleños que lo mataron.

Sus hombres alcanzaron las chalupas gracias a que Magallanes había captado la atención de los indígenas. Ocho hombres habían sido muertos y el resto todos tenían heridas.

La vuelta al mundo

Los españoles nombraron a Duarte Barbosa al frente de la expedición, que cometió el terrible error de aceptar una invitación del rey de Cebú, y fue asesinado junto a sus acompañantes.

La carabela Concepción solo contaba con tres hombres y se la incendió. La tripulación se repartió entre los dos barcos. Pasaron rápidamente por Borneo donde intentaron matarlos, hicieron escala en las islas Molucas. Gonzalo Gómez era el capitán general de la expedición, mientras que Juan Sebastián Elcano -que había comenzado como maestre de la Concepción- era el capitán de la Victoria.

Con las bodegas cargadas de especias, partieron rumbo a Europa. Pero la Trinidad, como hacía agua, decidió regresar al Oriente para ser reparada. Caería en manos de los portugueses y la tripulación vivió una terrible odisea.

Mientras tanto, en enero de 1522, Elcano debió sofocar un motín y dos de sus cabecillas huyeron a la isla de Timor. La navegación continuó por el océano Indico y el 16 de mayo doblaron por el Cabo de Buena Esperanza. No tocaron ningún puerto y la gente solo tenía cantidades mínimas de arroz y agua. Murieron entonces unos 25 hombres.

En Cabo Verde, Elcano envió a un grupo a traer provisiones. Cuando los portugueses se enteraron que venían de las Molucas, dominio portugués, no los dejaron regresar. Elcano continuó el viaje con 20 hombres, de los cuales dos morirían. Llegaron a España el 6 de septiembre de 1522, al día siguiente el barco entró a San Lúcar de Barrameda. Remolcado, remontó el Guadalquivir hasta Sevilla. Habían cubierto un trayecto de 14.460 leguas. Y habían dado la vuelta al mundo.

Semanas después llegaron los hombres que habían quedado prisioneros en Cabo Verde. Y cinco sobrevivientes de la Trinidad lo hicieron por 1525 ó 1526.

El día de la llegada, la gente se agolpó en el puerto. Elcano y su gente vestían jirones, estaban débiles, tirados sobre cubierta. Al otro día, más repuestos, cumplieron la promesa que habían hecho si llegaban vivos: descalzos, fueron en procesión con velas a rezarle a la Virgen Santa María de la Antigua en la Catedral de Sevilla, a darle las gracias por regresar con vida y a contarle que era posible lo imposible, dar la vuelta al mundo.

Cuando Magallanes fue muerto a orillas del mar, sus hombres reclamaron el cuerpo, pero los indígenas respondieron que no se desprenderían de sus despojos, ya que para ellos era un símbolo de victoria. Nunca se supo qué pasó con el cadáver de aquel marino rengo que dejó la vida en esas lejanísimas islas de un mar extremadamente calmo.