Día del Guardaparque: sus padres le enseñaron a amar la naturaleza y él luchó contra los incendios en Iberá

Lucas Fonzo heredó el amor por los Parques Nacionales de sus padres, que los cuidaban desde antes que él naciera. Llegó hace un año y medio al humedal de Corrientes y participó del combate al fuego. “Es doloroso ver como quedó”, se lamenta. Cómo es su vida nómade

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Lucas Fonzo es guardaparque del Parque Nacional Iberá
Lucas Fonzo es guardaparque del Parque Nacional Iberá

La infancia de Lucas Fonzo fue en plena naturaleza, rodeados de vegetación, aire puro y muy cerca de las postales más hermosas de Argentina: los glaciares y el Volcán Lanin. Allí dio sus primeros pasos y aprendió de la vida al aire libre, respetando aquellos que también habitaba esas superficies,

De esos años, dice, que no le quedaron muchas fotos porque hay una parte de esta vida que eligió que lamenta: los guardaparques deben rotar de un lugar a otro y eso no les permite echar pronto sus propias raíces.

“Recién cuando comencé la secundaria, mi mamá decidió dejar el trabajo y mudarnos a San Martín de los Andes para que yo pudiera estudiar tranquilo”, le cuenta a Infobae el hombre que no pudo evitar la emoción al recordar aquellos días de marzo último en medio del fuego. “Fueron 25 días terribles para apagarlo. La zona ardió cerca de dos meses. Hoy está irreconocible, y es doloroso ver cómo quedó”, lamenta el guarda del Parque Nacional Iberá.

El 9 de octubre de 1934 se sancionó la Ley N° 12.103 que creó la ex Dirección de Parques Nacionales (actual Administración de Parques Nacionales) y también se crearon las dos primeras áreas naturales protegidas en Argentina: Nahuel Huapi e Iguazú. Por este hito en la defensa de la biodiversidad se celebra este día.

Como guardaparques del Parque Nacional Nahuel Huapi
Como guardaparques del Parque Nacional Nahuel Huapi

Ser parte de la naturaleza

Lucas es hijo de Laura Chazarreta y Ceferino Fonzo, guardaparques. Vivió su infancia en dos de los lugares más hermosos de Argentina. Siendo un niño veía cómo otros niños llegaban a la que conocía como su “barrio”, el Parque Nacionales Los Glaciares, en Santa Cruz. El otro lugar fue el Parque Nacional Lanín, a metros del Volcán que maravilla a turistas que intentan ascenderlo.

Esa vida lo hizo entender pronto que las personas somos una parte más del eslabón de esta tierra, no sus dueños, por eso es tan celoso del cuidado de cada ambiente y, por pura vocación más que herencia, decidió seguir los pasos de sus padres.

La función que les toca es controlar la actividad y el patrimonio natural o cultural del Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Argentina, que se extiende a lo largo y ancho del país.

También, son responsables de fiscalizar las actividades que allí se realizan, atender a los visitantes, trabajar con las comunidades locales de la zona en la que desempeñan sus funciones, educar en materia ambiental, apoyar investigaciones científicas y prevenir y combatir incendios, entre otras tareas.

Como guardaparques del Parque Pilcomayo
Como guardaparques del Parque Pilcomayo

La vida como guardaparques

Nació en Río Gallego y hace trece años se recibió de guardaparque. Actualmente, vive en el núcleo más alto de los tres en que se divide el Parque Iberá, pegadito a Colonia Carlos Pellegrini, provincia de Corrientes. Antes de llegar allí, en febrero de 2021, fue guardaparque de los parques Nahuel Huapi, en Río Negro; Pilcomayo, en Formosa; Laguna Blanca, Neuquén y Condorito, Córdoba.

De su primer día como guardaparques recuerda casi con detalle sus sensaciones. “Fue muy gratificante. Estaba lleno de expectativas de lo que sería esta carrera que es estrictamente vocacional. No tiene sentirlo hacerla sin esa pasión porque no es solo tener un trabajo y un sueldo. Si a esto no lo sentís adentro, no va a tener buen puerto, digamos. Es vocación. En el primer destino es donde se pone prácticamente toda la garra y desembarca toda la energía que se trae a cuesta”, indica.

La silueta de Lucas Fonzo en el Parque Iberá antes de los incendios
La silueta de Lucas Fonzo en el Parque Iberá antes de los incendios

Él no se queja de nada. “Me fue muy bien. Me tocó la seccional Tronador cuando empecé, que es un área espectacular y fue una experiencia maravillosa. El lugar más lindo me tocó y pese a lo que se cree no es una actividad muy solitaria aunque se está muy alejado, pero se baja al pueblo una vez al mes, al menos”.

Pese al amor que le tiene a la tarea, dice que aunque desde lo paisajístico es una vida envidiable, lo que él más deseaba era “echar raíces” y no moverse tanto porque cada dos o cuarto años los rotan.

“Cuando era chico y vivía en los parque iba a una escuelita de El Calafate y luego fui a una escuelita rural en el Parque Lanin, pero los disfruté mucho”, admite.

Vencer al fuego

“En febrero, justo donde se estaban terminando los incendios del norte de Corriente, se generó un incendio por Rayo, que fue de grandes magnitudes, y nos llevó más o menos unos 25 días apagarlo. Trabajamos bastante fuerte y, por suerte ayudó bastante la lluvia, y se apagó. Pero, fueron días bastante intensos que iniciaron con una guardia permanente por las condiciones en las que ya estaba toda la vegetación del parque. Hacía cuatro meses no llovía en una zona que es un humedal y estaba todo muy seco, y debía haber agua en forma permanente. Era inminente que se prendiera y se prendió”.

El incendio del que habla inició el 2 de febrero fuera del área protegida, sin embargo estaba en jurisdicción provincial (Reuters)
El incendio del que habla inició el 2 de febrero fuera del área protegida, sin embargo estaba en jurisdicción provincial (Reuters)

“Estábamos en donde estoy ahora, que es nuestra base nuestra en Pellegrini cuando nos avisan desde una hostería que aproximadamente a unos 25 kilómetros había un fuego. Fuimos, pero por las condiciones en las que ya estaba todo en momento, no lo pudimos controlar. Al no poderlo controlar se expandió y tuvimos que hacer un ataque ampliado y eso nos llevó, más o menos, esos días. Todo el personal de Parques y nuestras familias tuvimos que trabajar en el incendio, las 24 horas para sofocarlo. Nos turnábamos para dormir una hora, comer nada y volver, y así hasta que se apaga”, detallas los duros días.

En esa zona, el manejo del fuego no está tan desarrollado como en otros, cuenta. “Durante mucho tiempo, en esta zona se usó el fuego como herramienta para la producción agrícola porque era un humedal, justamente, y tenía límites propios. Pero el clima cambió, las condiciones cambiaron y si hoy prendés un fuego, no para más”, dice preocupado.

El incendio del que habla inició el 2 de febrero fuera del área protegida, sin embargo estaba en jurisdicción provincial. “Después se generó un foco adentro del parque y terminado primeros días de marzo, quizás fueron más de 25 días. En Corrientes los incendios fueron más largos, casi de dos meses. Nosotros, como Parque Nacional, estuvimos afectados a los incendios por dos meses y medio porque los que sucedían en el norte del país también afectaban áreas del parque lo que nos conlleva a atenderlos además de los que ocurrían alrededor de de los Esteros”, explica.

Ver el fuego lo devastó aunque no se permitió sentir nada distinto de la urgencia de apagarlo en ese momento. “No tenía nada más en la mente que apagarlo, como sea, porque estábamos todos enfocados en eso y no llegué a dimensionarlo. Luego, cuando salí a caminar y ver lo que quedó fue tremendamente triste: la fauna carbonizada, algunas irreconocibles por cómo quedaron. Todo el parque ya estaba irreconocible por la sequía y luego del incendio es indescriptible...”.

(Matias Rebak - Fundacion Rewilding Argentina)
(Matias Rebak - Fundacion Rewilding Argentina)

Ocurrió no solo lo impensado por los guardaparques sino algo que la naturaleza tampoco pudo prever. “Hay lugares que habitualmente no se queman y que en este incendio se quemaron como siluetas de montes, como le decimos, que se quemaron. En la zona no quedaron anfibios, por ejemplo. Es impacto fue muy severo”.

Pese a todo, dice que el ambiente, a lo largo de un año y si la lluvia coopera, puede recuperarse.

A Lucas le gusta su trabajo y estar en permanente contacto con la flora y fauna autóctona de cada región en la que le toca estar. Disfruta de conocer a la gente que se acerca a visitar los parques que él resguarda. Aún no sabe dónde deberá partir en unos años, pero en el mientras tantos anhela que los Esteros del Iberá vuelvan a ser esa riqueza natural que todos debemos cuidar.

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