Mauricio Macri salió a ocupar el centro de la escena

En los estudios cualitativos aparece que "el presidente no está, no se lo ve". El viernes pronunció por primera vez una mala palabra en un discurso. En la tercera sección electoral, Cristina Kirchner lidera en todos los distritos.

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Los estrategas de la comunicación del Gobierno esperaban llegar a julio con otro escenario, pero las cosas no les resultaron como esperaban: la economía empieza a mostrar innegables signos de reactivación, en niveles que en sus pronósticos debían llegar al iniciarse el segundo semestre, pero del año pasado. Estaban convencidos de que por estos días el crecimiento hablaría por sí solo y que no se necesitarían muchas explicaciones, ni la instalación de nuevos temas en la agenda.

Eran tiempos en que la lucha contra la corrupción no figuraba entre las preocupaciones de los funcionarios, ya que tenían el foco puesto en que las inversiones llegaran y la obra pública se pusiera en marcha. Pero la dura realidad no se dejó domesticar fácilmente. Dominar la maquinaria estatal fue más difícil de lo esperado, Brasil no arrancó como creían, perdió el Partido Demócrata en los Estados Unidos y, en fin, lo que parecía fácilmente manejable el 10 de diciembre de 2015 se fue convirtiendo en una pesadilla en la que, al despertar, había que empezar todo de nuevo, como en la película El día de la marmota.

Lo que los opositores de Mauricio Macri no saben es que, a pesar de tantas dificultades no previstas, el Presidente y su equipo tienen una voluntad a prueba de fuego. Sobrevivieron al kirchnerismo que los consideraba enemigos y no les atendían el teléfono y llegaron a donde se lo propusieron. Ningún problema es suficientemente grande para desanimarlos.

Por el contrario, cada problema es un nuevo insumo para analizar en la mesa chica de las decisiones, con complejísimos estudios cuali y cuantitativos, la herramienta básica para la discusión, acompañada de una actitud inalterable, a saber, todo lo que creíamos puede modificarse si la evidencia estadística así lo indica.

"Nosotros en la Ciudad de Buenos Aires necesitamos dos años para entender dónde estábamos parados, nos dimos cuenta de que ahora nos está pasando lo mismo", dijo un hombre de la mesa chica a Infobae. Y agregó: "Cuando yo empecé a trabajar con Mauricio, no lo quería, porque era frío y distante. Con el tiempo me di cuenta que era su forma de defenderse, ahora lo considero casi un padre".

En pocas palabras, el funcionario definió los dos grandes problemas que tiene el grupo político que lidera la coalición Cambiemos. Por un lado, la llegada al poder (primero porteño, ahora nacional) del núcleo fundante del PRO tiene rasgos excéntricos. No vienen de la política tradicional, por lo que toman las riendas de la gestión con dosis similares de inexperiencia, soberbia, planificación, errores de diagnóstico, voluntad y creatividad, lo que hace un cóctel que finalmente resulta, pero que es necesario mezclar por un largo tiempo antes de que pueden ser bebidos.

Por el otro, Macri tuvo que realizar una profunda transformación personal para poder interactuar sin timidez con personas desconocidas y empatizar con ellas, como sucede normalmente en la vida de los políticos. Ahora que llegó a donde se había propuesto, está exigido a actuar como le gusta a los argentinos que lo haga un presidente, es decir, ocupando el centro de la escena pública, algo que no cabe en su personalidad.

En efecto, en gran cantidad de estudios cualitativos vienen apareciendo comentarios del estilo "¿dónde esta el Presidente?", "¿por qué no habla?", "¿por qué no da más discursos?", "¿no tendría que hacer alguna cadena nacional?". La idea de "un presidente que no está" es algo que siempre les llamó la atención, porque llegó a estar en cinco actos públicos con discursos en un solo día, pero no es algo nuevo, sino que sucedió desde el primer día. En general, los expertos de comunicación del Gobierno atribuían esos comentarios a la dificultad de la población para acostumbrarse a un nuevo ciclo político, dominado por otro tipo de liderazgo, más horizontal y menos ruidoso que el de su antecesora. Sin embargo, el problema persistió y llegó incólumne al inicio del primer desafío electoral de Cambiemos.

En efecto, el Presidente no puede alcanzar un tono de voz en cuello. Tampoco sus discursos son atrapantes. En una reunión con los profesionales de comunicación de todo el Gobierno que se hizo esta semana, el ecuatoriano Jaime Durán Barba dijo que "Mauricio no sabe hablar". No es porque no haya hecho el entrenamiento suficiente ni haya buscado mejorar su dicción. Se trata de un tema de personalidad. No sabe mentir ni tiene dotes actorales. Prefiere el vínculo uno a uno y se aburre con los discursos políticos de los demás, por eso no quiere obligar a nadie a escucharlo a él. Sus discursos difícilmente superen los cinco minutos y es habitual que duren un minuto y medio.

Además, el grupo de comunicación que lo asesora desde 2004 está convencido de que nadie cree en los discursos de los políticos. ¿Para qué gastar energía en algo que carece de credibilidad? Pero si el timbreo, la movilización a través del voluntariado y las redes sociales eran la biblia del PRO, ahora ya no están convencidos de que con eso alcanza.

Primero fueron los carteles promocionando obras, lo que antes era un verdadero sacrilegio en el mundo de comunicación oficial. Es que vieron que intendentes y gobernadores se "apropian" de las realizaciones del Gobierno nacional y los referentes de Cambiemos se quejaron amargamente en Casa Rosada porque no podían capitalizar el esfuerzo de Nación. Cambiaron.

Después fueron la instalación en la agenda de debate público de la lucha contra la corrupción, las mafias y el narcotráfico, apalacándose en la mediática Lilita Carrió, pero también en figuras menos reconocibles por el gran público, como Graciela Ocaña, Fernando Iglesias y Guillermo Montenegro, que tienen la capacidad de fortalecer el diálogo con el "voto duro" de Cambiemos, de quienes necesitan que salga a buscar el voto para los candidatos oficialistas.

-¿No van a hacer nada más?- preguntó Infobae a uno de los mayores estrategas de la comunicación oficial.

-Sí, claro. Vamos a poner al Presidente en el centro de la escena, en forma gradual, in crescendo, hasta el día de las elecciones.

El viernes Macri pronunció por primera vez la palabra "mierda" en un discurso. Fue en Mendoza durante un acto de campaña, no en uno institucional. Es el modo que encontró de levantar la voz, como le gusta a los argentinos que hablen los presidentes. De aquí hasta el día de las elecciones, sorprenderá con nuevas intervenciones, cada vez un poco más ruidosas y es de prever que su última invocación, antes del voto, adquiera un alto tono emotivo. Para un hombre acostumbrado a hablar poco y bajo, se trató de un enorme esfuerzo. Y si a la coctelera le suman altas dosis de la "leona" María Eugenia Vidal, no debería fallar, y la paridad actual que muestran las encuestas en la provincia de Buenos Aires, puede garantizar un triunfo, aunque sea ajustado. Para octubre, están convencidos, todo irá mejor.

Mientras tanto, la escena sigue mostrándose difícil para el oficialismo en en los distritos del conurbano. Shila Vilker, una verdadera experta en los análisis cualicuantitativos de la Tercera Sección Electoral, aseguró a Infobae que Cristina Kirchner lidera en todos los distritos de la región más pobre y populosa de la Argentina, y que Esteban Bullrich está segundo en las zonas más cercanas a la Ciudad, en tanto Sergio Massa es el segundo en las más alejadas, lo que se conoce como "el conurbano profundo". "Está claro que el Gobierno tiene un núcleo duro de votos, el kirchnerismo también, Massa -en cambio- tiene un voto que yo denomino 'en suspenso', pero en un contexto donde hay gran enojo con la política, los electores terminarán decidiendo en razón de 'a quién odio menos', explicó la titular de la consultora TresPuntoCero.