Lula y Cristina, el juego de las similitudes y las diferencias

Los dos son candidatos, ambos tienen un 30% de piso y techo y 60% de imagen negativa. Uno fue condenado a nueve años de prisión. La otra espera ganar las elecciones para que la justicia nunca más la moleste

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(Reuters)
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Luis Inácio "Lula" da Silva es el candidato que mejor mide en las encuestas para las elecciones presidenciales de Brasil que tendrán lugar en octubre del 2018. Ronda el 30% de intención de voto, piso y techo, ya que tiene índices altísimos de imagen negativa. El 60% del electorado asegura que "jamás" votaría por el líder del PT.

Cristina Elisabet Kirchner es la candidata que mejor mide en las encuestas para las PASO en la categoría de senador nacional por la provincia de Buenos Aires que se llevarán a cabo el próximo 13 de agosto. Ronda el 30% de intención de voto, piso y techo. El 60% del electorado asegura que "en ningún caso" votaría por la ex presidente.

Lula nació en una familia muy pobre en el estado de Pernambuco, fue criado por la madre, ya que su padre alcohólico los abandonó pronto. Tuvo su primer trabajo a los 14 años en una planta de producción de tornillos. A los 30 años fue elegido al frente del Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, en el Estado de Sao Paulo. En 1980 lideró una huelga de 41 días que fue brutalmente reprimida y por la cual fue condenado a una pena de 3 años y 6 meses de prisión. Pasó una temporada preso donde hizo huelga de hambre.

Cristina nació en una familia de clase media baja en la ciudad de La Plata, su padre la abandonó y fue criada por su madre y su nueva pareja, de profesión colectivero. Siempre quiso pertenecer a una clase acomodada y buscó rodearse de "gente bien". Conoció a Néstor Kirchner mientras estudiaba derecho cuando los sorprendió la dictadura. Viajaron a Río Gallegos antes de que pudiera recibirse para "hacer plata". Nunca estuvo en la cárcel, ni siquiera demorada en una comisaría. No se le conoce ninguna actividad militante durante la dictadura, ni siquiera la defensa de presos por razones políticas. Tampoco durante la democracia se ocupó de acercarse a los organismos de derechos humanos, hasta que su esposo llegó a la Presidencia.

Lula es el líder indiscutido del PT, el partido más grande de Brasil y de América Latina, del cual es fundador y presidente honorario. Tres veces se candidateó a presidente y perdió, en 1989, 1994 y 1998. Finalmente, superó los prejuicios que había contra su figura y obtuvo la victoria en el 2002, que logró revalidar en el 2006. Logró imponer a su sucesora, Dilma Roussef, que también alcanzó la reelección y fue destituida en un impeachtment en agosto del año pasado.

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Cristina es la líder indiscutida de una de las tres fracciones en las que está dividido el peronismo de la provincia de Buenos Aires. Los gobernadores peronistas la dejaron sola y ninguno hace siquiera un aporte económico en su campaña. La primera vez que se postuló para presidente, cargo en el que sucedió a su esposo, en el 2007, ganó. Fue reelegida en el 2011. No logró imponer a su sucesor, Daniel Scioli.

Lula dejó el gobierno con el 87% de imagen positiva, una inflación del 4%, un crecimiento de 7% y ganando una feroz lucha contra la desigualdad y la pobreza, de la que sacó a 30 millones de personas, 20 millones de las cuales lograron ingresar al mercado de trabajo. Brasil se transformó en la 6º economía del mundo y el país fue elegido para la realización de las Olimpíadas y el Campeonato Mundial de Fútbol.

Cristina dejó el gobierno con el 60% de imagen negativa y la mayoría de los indicadores económicos en retroceso: inflación cercana al 30%, economía estancada por cuatro años, caída de casi el 40% de las reservas del Banco Central, deuda pública que aumentó en unos 60.000 millones de dólares (por encima del nivel anterior a la reestructuración de 2005). Lo peor de todos fue el porcentaje de pobreza, que estaba en 29% cuando dejó el poder.

Lula volvió a ser arrestado el 4 de marzo de 2016 en el marco de la megacausa contra la corrupción conocida como Lava Jato. Fueron solo tres horas, pero provocó una verdadera conmoción mundial, ya que la orden que impartió el juez Sergio Moro fue que sea conducido a declarar en una causa por lavado de dinero y cohecho en forma "coercitiva", ya que presumía  obstrucción a la justicia. Todavía gobernaba Dilma.

Cristina nunca fue arrestada. Aunque a disgusto, y hasta convocando a movilizaciones, siempre cumplió con la justicia cada vez que fue llamada a declarar. Para viajar al exterior tiene que pedir autorización a la justicia. En el mes de mayo logró ser autorizada para el viaje que realizó a Grecia y Bélgica.

Lula fue procesado en julio de 2016 por intentar comprar el silencio del ex ejecutivo de Petrobrás Nestor Cervero (obstrucción a la justicia); en octubre de 2016 por maniobrar para que el banco de fomento estatal BNDES ayudara a la constructora Odebrecht a conseguir contratos de infraestructura en Angola, por los que recibió 9 millones de dólares en coimas (tráfico de influencias); en noviembre de 2016 por haber facilitado la triangulación de comisiones del Estado brasileño a través de la consultora Marcondes & Mautoni (lavado de dinero, tráfico de influencias, asociación criminal) donde está involucrado su hijo Luiz Cláudio; en diciembre de 2016 por haber recibido 3.7 millones de dólares de parte de Odebrecht para comprar el terreno donde se construyó el Instituto Lula (corrupción pasiva y lavado de dinero).

Cristina fue procesada el 23 de marzo de este año con llamado a juicio oral en la causa del dólar futuro por el delito de defraudación contra la administración pública (juez Claudio Bonadío); en la causa sobre obra pública que se inició en el 2008 a pedido de Elisa Carrió por adjucación de licitaciones que representaron un perjuicio para el Estado del orden de 46.000 millones de pesos, por asociación ilícita (juez Julián Ercolini); en la causa Los Sauces SA por jefa de una banda organizada para la devolución o retorno mediante contratos de alquiler de propiedad, por asociación ilícita y lavado de dinero, con embargo por 130 millones de pesos (juez Bonadío).

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Lula fue condenado esta semana a nueve años y medio de cárcel por haber recibido de parte de la constructora OAS un departamento tríplex en Guarujá, a cambio de obtener contratos con Petrobras. El procesamiento viene de setiembre de 2016, pero los abogados del ex presidente siempre negaron que esa propiedad le perteneciera. Sin embargo, Leo Pinheiro, ex CEO de OAS, declaró que Lula era el dueño y que -incluso- le había pedido que no lo pusiera a su nombre mientras continuaban las investigaciones judiciales. Según los cálculos de la justicia, se trata de un soborno de 1,2 millones de dólares. Aunque podría hacerlo, el juez Moro decidió no apresarlo, pero no podrá evitar la cárcel si el Tribunal Regional Federal de la 4º Región, con sede en Porto Alegre, confirma la sentencia, ahora apelada por la defensa. Según un cálculo realizado por el diario Folha de Sao Paulo, ese tribunal en un 20% mantuvo la sanción de Moro, un 45% la elevó, un 10% la redujo y apenas un 15% absolvió a los condenados. Solo mantuvo el 10% de la absolución decidida en primera instancia. Se calcula que el Tribunal demorará aproximadamente un año antes de fallar.

Cristina no fue condenada por la justicia. Salvo las que se tramitan en el juzgado de Bonadío, las causas que la involucran avanzan a una lentitud notable. Hay quienes dicen que el futuro judicial de la ex presidente depende de cómo le vaya en las próximas elecciones. ¿?

Brasil inició en marzo de 2014 la más grande investigación contra la historia de la corrupción en la historia del capitalismo. Gobernaba Dilma Roussef. En poco más de tres años realizó 1434 procedimientos policiales, 730 allanamientos, 103 prisiones temporarias, 120 pedidos de cooperación internacional, 71 acuerdos de delación premiada, 56 acusaciones criminales, 7 acuerdos de leniencia, recuperó 10.651 millones de dólares, bloqueó otros 1000 millones de dólares en bienes investigados, e impuso 120 condenas en primera instancia, entre ellos, 3 ex tesoreros del PT, dos ex jefes de Gabinete de Lula y Dilma, varios ex ministros, un senador, varios presidentes de empresas, también el estratega de comunicación del PT, Joao Santana, y su esposa Monica Moura. (Información de Gustavo y Germán Segré).

Argentina realiza una fenomenal lucha contra la corrupción que apenas supera la escala del relato. Tiene la ventaja de haber iniciado un proceso político nuevo (lo que en Brasil recién sucederá en octubre de 2018), pero Cambiemos no quiso realizar una comisión investigadora al estilo del "Nunca Más", para después elevar la información a la justicia. Perdida esa oportunidad, la Oficina de Anticorrupción tampoco quiso involucrarse siquiera en la investigación de íconos como Julio De Vido. Los jueces federales en su momento se juntaron con autoridades del nuevo Gobierno y les preguntaron qué querían que hicieran. Les dijeron "nosotros no les pedimos nada, la justicia en la Argentina es independiente a la política". Cuando estalló el caso Odebrecht en la Argentina, nadie sabía qué hacer. El Presidente convocó al Ministro de Justicia, que empezó a dar manotazos desordenados. Ahora parece que el nuevo Procuradora General del Tesoro, Bernardo Saravia Frías, el abogado administrativista que asumió recién en mayo, diseñó un plan de acción para proteger el interés público y recuperar lo robado que puede funcionar, ya que tiene los recursos presupuestarios y profesionales necesarios para encarar las investigaciones.

Lula y Cristina no tienen una historia ni un presente idénticos. Son parecidos y diferentes, como lo son Argentina y Brasil. Ambos presidieron sus países durante las mejores condiciones externas jamás conocidas y, seguramente, tuvieron la intención de hacer sociedades más justas. Para lograrlo, construyeron (en el caso de Cristina, fue partícipe de la construcción de su esposo) los aparatos políticos más corruptos de todos los tiempos, involucrando a empresas, bancos, sindicatos, fuerzas de seguridad, organizaciones de todo tipo. Con Lula condenado, Ollanta Humala preso, Rafael Correa en un virtual exilio, Nicolás Maduro en los últimos estertores de la tragedia, Cristina reducida a la tercera sección electoral, el ciclo populista boquea. Un nuevo tiempo, mientras tanto, entre el miedo y la incertidumbre, encara sus primeros pasos, a tientas.