Perdonismo, la extraña ideología de Mauricio Macri

El Presidente puso en marcha un mix compuesto por alguien que toma decisiones valientes y otro que se obliga a dar marcha atrás y pedir perdón

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Sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki llamaron esta semana preguntando si estábamos bien. Es que sólo en nuestro país uno se levanta el lunes con Máximo y Florencia Kirchner en Tribunales respondiendo por causas judiciales de compañías creadas por sus padres, mientras a la par los sindicatos docentes impedían el inicio de clases de millones de chicos por tiempo indeterminado. El martes fue el turno de la ex Presidenta de visitar Comodoro Py por una de las 30 docenas de causas que protagoniza, quien sugirió que no fueran a verla ya que resultaría más productivo acompañar a la CGT y otras organizaciones sociales a la movilización en el Ministerio de la Producción que terminó con unos energúmenos tomando el escenario al grito de "pongan fecha, pongan fecha" a un paro nacional, como si fuera el vencimiento de un Yogurt, mientras reeditaban el cajón de Herminio Iglesias pintando una cruz sobre el atril histórico donde daba sus discursos Juan Domingo Perón. Por si faltara algo, el miércoles siguió con una multitudinaria marcha por el Día Internacional de la Mujer. Lo que debería haber sido una celebración, terminó con gases lacrimógenos y corridas en Plaza de Mayo entre uniformados y un grupo de mujeres que tranquilamente podrían jugar de defensoras en Barracas Central, si no fuera porque el conflicto de la AFA con los jugadores todavía no se había resuelto y seguíamos sin fútbol.

El capitalismo logró que el peronismo no esté dispuesto a largar el poder y, menos aún, sus iPhone 7

A diferencia de aquellos que piensan que Argentina está a las puertas del Apocalipsis por todo lo sucedido esta semana, permítanme aportar una dosis de optimismo. Para empezar, el jueves arrancó con lluvia en Buenos Aires, lo que trajo nuevamente la paz. Es que estas temibles fuerzas de choque prefieren cualquier cosa menos entrar en contacto con el agua, el jabón y el champú. De hecho, ¿alguno de ustedes los vio movilizándose sábados y domingos, durante feriados largos, festivos o en temporada de vacaciones? Lo que demuestra que, a pesar de la virulencia, estamos ante una nueva generación de extorsionadores que valora el tiempo libre y la posibilidad de estar cerca de sus afectos, comer asados, mandar memes de los disturbios a sus grupos de Whatsapp o crear placas de Crónica ingeniosas para colgar en sus muros de Facebook. Y sí. El capitalismo logró que el peronismo no esté dispuesto a largar el poder y, menos aún, sus iPhone 7.

Argentina es un crisol de razas. Así como mezcló a los nativos con los españoles e italianos, convive con trabajadores que viajan en colectivo para fichar tarjeta en las fábricas a las 4 am, ilusionados con que sus vidas cambiarán de la mano de sindicalistas que los saludan desde sus autos alemanes con vidrios polarizados y el aire acondicionado a 18º, angustiados con la inseguridad producto de los primeros 15 meses de gobierno de Mauricio Macri como si los 70 años de peronismo nunca hubieran existido. Vos dirás que en estas siete décadas pasaron distintos tipos de gobiernos, pero lamento estar en desacuerdo. Desde que en 1946 el peronismo se adueñó del país, o está gobernando, o lo alquila por períodos de tiempo cortos para que otros intenten hacer algo mientras ellos se reorganizan.

Si no, hagamos un repaso. Aramburu fue un peronista de facto. Frondizi un peronista desarrollista. Illia un peronista culposo. Onganía un peronista bombardero. Lanusse un peronista bisagra. Cámpora un peronista testimonial. Isabelita una peronista dactilógrafa. Videla, Massera y Agosti, peronistas torturadores. Galtieri un peronista on the rocks. Alfonsín, un peronista demócrata. Carlos Saúl un peronista privatizador. De la Rúa, medio peronista. Los cinco presidentes que tuvimos en una semana fueron peronistas express. Duhalde, un peronista bombero. Néstor Kirchner, un peronista obsesivo y controlador, hasta que llegamos a Cristina, la más peronista de todas: le faltó dividir a la Tita y la Rodhesia y listo.

De ahí que Mauricio Macri esté ante una posibilidad histórica. La de ser otra versión más de los peronistas que gobernaron este país durante estos largos, tortuosos, cansadores 70 años o asumir que en lugar de inquilino puede ser dueño de su propio destino y, a partir de ahí, ayudar a cambiar el nuestro. Lo que puso en marcha hasta ahora es una versión inédita llamada Perdonismo: un mix compuesto por alguien duro que toma decisiones valientes destinadas a encauzar el país, con otro que tiene un extraño cargo de conciencia que lo obliga a dar marcha atrás y pedir perdón. ¿Perdón de qué? ¿Perdón a quién? ¿A Roberto Baradel, el peronista preceptor? ¿A Luis D'elia, el peronista iraní? ¿A Amado Boudou, el peronista imprentero? ¿A Hebe, la peronista constructora? ¿A José Ottavis, el peronista de calle Corrientes?

Si un funcionario deja bolsos con 9 millones de dólares en la puerta de un monasterio en General Rodríguez, a los pocos minutos se transforma en el video del año en todos los grupos de Whatsapp

Lo que tiene a su favor Mauricio no es su padre, sino la tecnología. Ya que en la era de las redes sociales es mucho más difícil mentir. O sea, ser peronista. Si un funcionario deja bolsos con 9 millones de dólares en la puerta de un monasterio en General Rodríguez, a los pocos minutos se transforma en el video del año en todos los grupos de Whatsapp. Incluso, en el de los impresentables de siempre que se ríen a carcajadas como si ellos hubieran vivido en Suiza durante la década pasada.

Si este Gobierno deja de dar marcha atrás y pone un cambio, el país tiene la oportunidad de conectarse con un mundo que va a 300 kms por hora, lo que hará imparable el progreso. Si no, caeremos en el peronista de Club House, el ambicioso Sergio Massa. El inquieto, el que marea, el que entorpece, porque se sabe de memoria su libreto: se cree peronista, transpira peronismo, tiene sonrisa peronista, mujer peronista, suegro peronista y, como buen peronista, disfruta diciendo lo que la gente quiere escuchar. Es capaz de visitar el muro de los lamentos con una kipá y, al instante, cruzar la Franja de Gaza para tomar un expresso doble en un Starbucks de Palestina.

¿De qué vale esperar al Mesías si la salvación depende de nosotros mismos? Las elecciones de este año van a definir si estamos para pasar al siguiente nivel o no. ¿Perdón? Lo que leíste.