La polarización con el cristinismo, ¿el único plan del Gobierno?

Mientras la economía no logra repuntar y con el asesoramiento de Durán Barba, el macrismo elige mantener vivo al kirchnerismo para maquillar un presente menos que ideal. Es una estrategia que no sólo es mezquina, sino peligrosa

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Pasado el tiempo de las euforias se suele entrar en el espacio de la duda, mientras se toma distancia del gobierno anterior, muchos con alegría y otros con nostalgia.

La oposición más agresiva asume que no le va a ser fácil retornar alguna vez al poder. El macrismo comienza a tomar conciencia de lo complicado que resulta hoy gobernar. Mientras tanto, la gran mayoría fluctúa entre la duda y el miedo repitiéndose a diario la pregunta esencial del presente: ¿salimos?

Con la pregunta se asume la crisis; luego cada uno tendrá su propia receta que combina odios con responsabilidades y culpas con traiciones. Todo eso es con libre mirada sobre las causas, el miedo es simple comprobación de los efectos. Ellos le echan la culpa al "populismo", y algo de razón tienen, en especial cuando marcan errores de Menem y los Kirchner, y nosotros, o al menos yo, le endilgo la culpa al liberalismo.

Martínez de Hoz creó la deuda, Cavallo y Dromi la dependencia a los capitales extranjeros. Ellos privatizaron los servicios públicos, generaron concesiones monopólicas, dejaron a decenas de miles en la calle para ayudar a que las empresas del Estado se conviertan en españolas subsidiadas. Destruyeron hasta el ferrocarril para que las empresas extranjeras tuvieran mayor riqueza para llevarse y los argentinos viajaran como ganado. Armaron los peajes para cobrar hasta las inversiones que harían pero nunca hicieron. Fabricábamos nuestros propios vagones- también aviones- pero los Kirchner vendieron YPF con el empleado Parrilli como miembro informante de esa traición y un ministro terminó comprándole a China los vagones que ayer fabricábamos y hasta los durmientes que además parece que ni siquiera servían.

La gente se pregunta si salimos; a veces Macri parece imaginar que los inversores tienen una brújula que nos saca del laberinto. Y los restos del kirchnerismo imaginan que cortando todas las calles le cierran la salida al capitalismo y que viene Kiciloff y nos lleva a la patria socialista. Entre ambos pensamientos casi mágicos cómo no preguntarse si salimos. Uno tiene derecho a dudar, a veces más que derecho se convierte en una obligación.

Los cristinistas amenazaban con un PRO que quitara todos los subsidios y todo fue al revés, los tuvieron que incrementar. Los del PRO estaban convencidos que al verlos gobernar lloverían las inversiones y, nada de eso sucede, ni viene el socialismo ni se incentiva el capitalismo. Aquí estamos, con un resto de peronismo que defiende el feudalismo de Formosa como si depositara en esa vergüenza la modernidad de la política. Y algunos de PRO, bajo asesoramiento del pequeño Durán Barba, intentan consolidar una sociedad donde el poder se discute entre ellos y el cristinismo. Como si con ser mejores que lo peor les fuera suficiente para quedarse para siempre en el poder.

Hay quienes me explican que pronto veremos surgir los brotes verdes y otros, no menos confiables, que me intentan trasmitir la certeza de que por este camino no hay salida.

Percibo dos sociedades posibles: una, donde el gobierno intente ser protagonista único del enfrentamiento con los extremos donde el cristinismo es tan sólo uno de ellos y, el otro, un camino donde el Gobierno convoque a las fuerzas democráticas para enfrentar juntos a la demencia de los extremos.

Y la diferencia es grande, enorme, ya que si la actual administración elige confrontar solo con los extremos sin duda podrá ganar una elección pero nos deja al borde de un conflicto sin salida. El único rumbo posible es el del acuerdo entre los sectores democráticos, entre los que apuestan a una solución por el espacio de la cordura. Somos una sociedad demasiado dañada por intentos extremistas sin rumbo ni sentido que nos han llevado a enormes retrocesos sociales.

El Gobierno y la oposición se equivocan al otorgarle a las elecciones que vienen un valor definitorio del sistema de partidos, se puede perder con un proyecto sólido y ganar futuro o vencer dividiendo a la oposición y continuar en una sociedad en crisis. Lo electoral tiene una dimensión inversamente proporcional a la solidez del proyecto político en juego. Hoy en nuestra sociedad ni el Gobierno ni la oposición tienen muy claro cuál es el destino que intentamos forjar. Los derrotados son los únicos que imaginan que en el pasado había un rumbo y que ese destino no nos llevaba al abismo.

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Macri tiene intentos que son de derecha, aun cuando se adapta casi siempre a los designios de la realidad. Los derrotados se disfrazaban de izquierda cuando sólo eran estalinistas por su idea del autoritarismo de Cristina, la obediencia de sus funcionarios funcionales y la persecución a todo atisbo de disidencia. Ellos eran el pueblo, eso sí, sin el sufrimiento correspondiente y el resto éramos parte de los Medios Hegemónicos. Eran de supuestas izquierdas por el uso indiscriminado del Estado a su servicio y la manera en que perseguían a los disidentes; luego, sólo beneficiarios de un Estado que convertía a los funcionarios en ricos y a los pobres en subsidiados.

Macri no reúne suficiente estructura de pensamiento y acción política como para imaginar ser el fundador de una nueva etapa. Hasta ahora no logramos siquiera más que sobrevivir en la crisis; ayuda imaginar que si hubieran ganado ellos las cosas podrían ser peor, claro que es triste conformase con tan poco.

Asumir que el pasado fue un fracaso no alcanza para engendrar un nuevo y digno presente. Bajémonos todos de la soberbia, sólo la humildad nos puede ayudar a salir entre todos de esta frustración reiterada. Con humildad y poniéndole pasión a la cordura estaremos forjando un sendero de salida. El resto es toda reiteración del desequilibrio anterior, es jugar con fuego, es el lugar del que necesitamos salir.