El desafío del peronismo: rehabilitarse lejos de los agitadores populistas

La reconstrucción del PJ tras el ocaso kirchnerista implica reconocer errores y no caer en viejas trampas y atajos. Por qué impulsar un progresismo popular es la única salida

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Sergio Massa y Miguel Ángel Pichetto, junto en la fábrica Elhymec, el pasado mes de julio.
Sergio Massa y Miguel Ángel Pichetto, junto en la fábrica Elhymec, el pasado mes de julio.

Personalmente me esfuerzo en expresar un peronismo que sea respetable para los que piensan distinto, para los no peronistas. Imagino que para lograr una sociedad madura cada sector de pensamiento con vigencia debería atravesar el mismo esfuerzo. Este proceso implica, primero, hacerse cargo de los propios errores y luego saber que una propuesta inaplicable o insoportable para el resto de la sociedad es tan solo un gesto de provocación.

Por estos rumbos transitan demasiados, de izquierdas y derechas, marxistas o liberales, gente que alegremente se instala en su dogma sin dejar la menor posibilidad a integrar matices de la opinión del otro. Hay economistas que proponen un liberalismo absoluto donde nos quedamos en el acto sin industria y sin moneda para pagar sus sueños de importar de todo un poco. Hay dogmáticos que viven las ideas como si formaran parte de una creencia religiosa. Aferrados a sus fanatismos nos inventan "pasados" donde les corresponde toda la razón y "futuros" donde sólo ellos son conocedores de la salida del laberinto.

La década de Menem fue nefasta y además engendró a la de los Kirchner; entre ambas experiencias nos condujeron a un largo tiempo de decadencia. Alfonsín había intentado una salida; con Menem la deuda crece mientras los bienes se venden: fracaso indiscutible. A veces el inefable "Mingo" Cavallo sale a apoyar y también a opinar como si ignorara que es mucho más lo que irrita que lo que aporta. Resulta parecido a la ex Presidenta, somos una sociedad donde los que nos guiaron al fracaso se consideran facultados para ocupar la docencia. Algo parecido sucede con los violentos de los 70, con sólo referirse a las atrocidades indiscutibles de los genocidas pareciera que todos quedamos en deuda con la guerrilla.

Armando Caro Figueroa, ex ministro de Trabajo de Menem, escribió recientemente una columna contra la unidad del movimiento obrero como si él hubiera sido ministro de un gobierno exitoso. Escrito desde un liberalismo casi tan exagerado como inexistente, uno lo lee e imagina que a esta gente le quedó todavía alguna empresa nacional por vender, alguna nueva dependencia del extranjero por instalar. Casi no existen quienes valoricen el tiempo de Menem, apenas algunos que lo definen como menos nefasto que su descendiente directo, el kirchnerismo. No me opongo a que Caro Figueroa opine, tiene la misma agresividad y consecuencia que los discursos de Cristina Kirchner: terminan ayudando al actual Gobierno a transitar sus dificultades, nos recuerdan que mucho del pasado fue peor.

Y el eterno tema del populismo, palabra que sirve tanto para un barrido como para un fregado, como decían nuestras abuelas. A veces me pregunto desde dónde hablan los que denuncian populismo por todos lados. Pareciera que es una pulseada entre los liberales absolutos y el resto del espectro ideológico. Perón hizo un gobierno íntegramente productivo, defendió el nivel de los salarios pero nunca el de los beneficios sin obligaciones. Y, sin duda, defendió la industria nacional, se fabricaron aviones, y también los vagones que más tarde los Kirchner -enamorados de la coima- terminaron comprado a los chinos, incluyendo hasta los durmientes.

El populismo de izquierda de los Kirchner, malo para el país y para el futuro del peronismo, según el autor
El populismo de izquierda de los Kirchner, malo para el país y para el futuro del peronismo, según el autor

Es necesario separar el populismo de lo popular. Perón y Gardel fueron populares, cada vez cantan mejor; Menem y Cristina fueron populistas; el resultado es que el paso del tiempo los va diluyendo en la memoria colectiva. Lo popular existe y tiene enorme vigencia, arraiga en los trabajadores y en todos los sectores productivos. El populismo puede ser de izquierda como los Kirchner o de derechas como con Menem, en ambos casos siempre aporta un evidente y doloroso atraso social. La sociedad integrada que dejó Perón tuvo vigencia hasta el golpe del 76, ni las primeras dictaduras se atrevieron a modificar sus logros.

Personajes tan retrógrados como Cavallo y Caro Figueroa destruyeron y vendieron todo. Ellos fueron sin duda alguna el punto más grave de nuestra decadencia como sociedad integrada. La miseria que engendraron es visible con sólo recorrer las calles de la ciudad tal como quedó después del bombardeo extranjero al que semejantes personajes nos sometieron.

Venta de patrimonio, deuda y atraso, eso dejaron los Menem y su gente. La inseguridad nació cuando estos "vende patrias" dejaron a decenas de miles en la calle para que puedan ganar más los supuestos inversores extranjeros. Pareciera que si se hablaba de inversores sólo se esperaba que fueran extranjeros; eso sí, siempre lejos de defender a la empresa nacional. Necesitamos que no aconsejen a nadie, salvo que imaginen que con un poco más de miseria habría sublevación social y ellos, apostaran a un proceso revolucionario.

Hoy hay algo claro, el Gobierno necesita limitar las ganancias de los grandes grupos, los ciudadanos ya no pueden dar más de lo que dan. Y que los productores se impongan sobre los intermediarios, a los comerciantes. Si siguen dominando los intermediarios como los supermercados y los servicios privatizados, la sociedad va a quedar al borde del estallido.

No soy de izquierda, pero sí soy consciente que si no les paran el carro a los ricos monopólicos ellos nos conducen a una revolución con mucha más violencia que la que pueda imaginar la izquierda. El problema no está en la inversión sino en la distribución de la riqueza. Y eso no lo asume Macri y tampoco lo asumió el kirchnerismo. En lo relativo a las ganancias, ambos son de derecha. Necesitamos forjar una fuerza progresista en serio, esa es la única salida.