El Presidente aprovechó bien la herencia, pero dejó inquietos a los empresarios

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Alberto Fernández abrió un nuevo período de sesiones ordinarias (Prensa Senado)
Alberto Fernández abrió un nuevo período de sesiones ordinarias (Prensa Senado)

La inflación -preocupación número uno de los argentinos en todas las encuestas- estuvo presente al arranque y al cierre de la primera inauguración de Sesiones Ordinarias del Congreso del presidente Alberto Fernández. Pero en el comienzo puso los pelos de punta de los empresarios al anunciar inesperadamente que daba por “estabilizada la moneda” y que, consecuentemente, los que aumentaran precios serían perseguidos “con todas las herramientas legales que disponemos”. Para rematarla, los tildó de “avivados”.

Este arranque a toda orquesta buscando tirar la pelota de la inflación a la cancha de los empresarios puede hacer suponer que volverían los controles de precios al pésimo estilo del ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, que no dejó buen recuerdo en las empresas ni grandes resultados en la economía. Esto podría reprimir intenciones de invertir en el país en momentos en que el nivel de inversión es absolutamente insuficiente para garantizar algún crecimiento económico.

El discurso inaugural del Presidente probablemente esté marcado por la necesidad de armonizar relatos con su socia política, la vicepresidenta Cristina Fernández, sentada a su lado y con rostro serio durante todo el discurso.

Sin embargo, al final el Presidente sorprendió volviendo sobre el tema inflación para el cierre, pero ya admitiendo que combatirla es una tarea que requerirá el esfuerzo de todos los sectores e hizo una referencia a la importancia del equilibrio fiscal. ¿Habrá estado calculado ese final para que los empresarios respiren luego del duro anuncio del arranque que seguramente les hizo atragantar el asado del domingo?

Fernández aprovechó en la apertura de sesiones su herencia mucho mejor que el ex presidente Mauricio Macri al machacar sobre la deuda y sobre todo reiterando el concepto de que los dólares se tomaron “para la fuga de capitales”. Y como su predecesor no hizo un mea culpa al irse -y pareciera que tampoco pretende hacerlo más adelante- para explicar que la deuda se tomó para evitar hacer el ajuste de las cuentas públicas desordenadas que le dejó la anterior administración kirchnerista, “se la dejó picando”. Fernández no podía hacer otra cosa que patear al arco.

Donde en lugar de patear al arco, Fernández eligió hacer tiempo con la pelota fue en las grandes expectativas generadas en torno a que hoy podría haber esbozado un plan económico integral o dar más pistas de que su gobierno ya lo tendría o está trabajando en ello.

No se trataba de acceder a un capricho de los bonistas, a los que Argentina les está pidiendo una fuerte quita de la deuda, que pretenden saber cómo hará el país para volver a crecer y así poder pagar algún día. Se trata más bien de entusiasmar a todo tipo de inversores que esperan saber qué rumbo tomará la Argentina de Alberto Fernández.

Por el contrario, el Presidente anunció que un futuro Consejo Económico y Social para el Desarrollo -del que ya había hablado el 10 de diciembre- estaría integrado por empresarios, sindicalistas y académicos y que sería el encargado de desarrollar algo parecido a ese tan esperado plan. En ese sentido habló de que deberá elaborar “sueños”, pero al no precisar objetivos y plazos más concretos, el anuncio puede terminar siendo otra noticia que no mejore las expectativas económicas.

En una encuesta a profesionales de comunicación de empresas y gobiernos realizada por la revista Imagen, apenas el 12% cree que este esperado discurso contribuirá a calmar los mercados, en momentos en que el riesgo país supera los 2.200 puntos.

De todos modos, los analistas podrán buscar tranquilizarse analizando el discurso por la negativa: qué no dijo.

Por ejemplo, no usó la tribuna para anunciar el -igualmente casi seguro- aumento de retenciones a las exportaciones de soja, que estaban poniendo en vilo al sector rural amenazando con una nueva “guerra del campo” como la de 2008. Por el contrario, volvió a hablar de diálogo con el sector. Fue por lo menos un gesto, y evitó una provocación anunciándolo en ese momento: aunque indirectamente confirmó el aumento de la presión impositiva al sector más dinámico de la Argentina y el único que puede asegurar exportaciones importantes, no quebró lanzas.

Veremos cómo digieren en el campo el incremento de retenciones a la soja, cuando ya no pueden elegir otro cultivo que sea menos castigado por los derechos de exportación. Hará falta más gestiones para evitar otra temida guerra.

También es destacable que no anunciara el fin del Mercosur. Esto suena un tanto drástico, pero al decir que su gobierno quiere continuar con las negociaciones “con otros bloques” -sin mencionar a la Unión Europea directamente- está dando por sentado que entiende que la voluntad de los otros tres socios de acordar con la UE implicaría una suerte de “Argxit” de Argentina del Mercosur, si no lo aceptara.

Eso sería peor remedio que la enfermedad de tener que hacer más competitivo al país para adaptarse a esa apertura económica. La mención al Mercosur implica una marcha atrás de las duras críticas de Fernández durante la campaña electoral al preacuerdo alcanzado un año atrás.

En sus entrelíneas Fernández incluso mostró una puntita de algo que podría ser una suerte de atisbo de reforma laboral -término prohibido en un gobierno peronista- al mencionar que para integrarse así el Mercosur al mundo habrá que armonizar normas laborales. Brasil ya hizo en 2017 una profunda reforma laboral -que el año pasado le generó más de un millón de puestos de trabajo- y Argentina quedó lejos de cualquier competitividad al lado de nuestro vecino y principal socio rechazando todas y cada una de las propuestas de reforma del anterior gobierno. Hasta ahora, el Presidente venía diciendo “no rotundo” a una reforma laboral.

También sonó positivo el tramo de su discurso en torno a una llamada “economía 4.0” en referencia al terremoto que generó su gobierno en el sector tecnológico al anular los beneficios impositivos que gozaba mediante la ley de empresas del conocimiento. Ese sector estaba generando fuertes exportaciones y creciente ingreso de dólares, además de muchos puestos de trabajo de calidad. ¿Significará una revisión de la drástica medida?

Otro de los anuncios que podría entusiasmar a los mercados y los acreedores de Argentina que Fernández esbozó sin precisar demasiado es un inédito y misterioso organismo conformado por científicos para que a partir del presupuesto 2021 estudien el gasto de cada ministerio “en función de las necesidades sociales de la Argentina”.

¿Será una novedosa forma peronista de disimular una suerte de “presupuesto base cero”? Sería ese sistema que Argentina necesita urgentemente desde hace décadas para limitar el infinanciable gasto público y que consiste en revisar el destino y utilidad de cada partida antes de repetirla en el próximo presupuesto. Es lo que se esperaba en 2016 del gobierno de Mauricio Macri, y que la anterior gestión no quiso, no supo o no se animó a hacer.

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