Cristina candidata, nueva prueba del fracaso de la Argentina

La ex Presidente fue indudablemente corrupta y autoritaria, y sin embargo el Gobierno le dio suficiente oxígeno politico para provocar su regreso

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Cristina Kirchner, durante el acto esta semana en la cancha de Arsenal (Adrián Escandar)
Cristina Kirchner, durante el acto esta semana en la cancha de Arsenal (Adrián Escandar)

Cuando se transita la frustración suele ser necesario ilusionarse cabalgando el sueño de lo nuevo. A veces es una realidad que nos devuelve al espacio de la esperanza, otras tan solo un espejismo que acompaña un período de decadencia que no logramos superar. Cuando los que se fueron me hablan de sus aciertos se me ocurre que se refieren a las mejoras de su grupo, de sus funcionarios y demás beneficiados por un Gobierno que de puro exitoso necesito destruir los termómetros para no sufrir la medición de sus errores.

Triste, tan abundante en desertores como carente de ideas, tan cultores del resentimiento como del fanatismo y la obsecuencia. Reducidos al cordón de la pobreza, se entiende que se ocuparon de subsidiar necesitados. Entre "La Salada" y Milagro Sala queda claro que no es lo mismo integrar a los caídos que convertirlos en clientela electoral.

Y el Gobierno, que tuvo buenos logros cuando necesitó recurrir al Parlamento, hace tiempo lo dejó de lado convencido de que asustando con las consecuencias de las elecciones podría incrementar sus votos. Exagera el valor del resultado electoral, mientras se desespera en confrontar solo con Cristina, indudablemente corrupta y autoritaria, cuya flamante candidatura a senadora es el más irrefutable ejemplo del fracaso de nuestro país. Eso es lo malo del ballotage, es un ring donde solo pelean dos, donde ambos se apropian de los votos ajenos. Y en eso Cristina y el PRO son socios, repiten la conocida frase del boxeo "segundos afuera", como si solo ellos fueran las salidas posibles de una sociedad que apenas sueña con detener su decadencia.

 

Las PASO debían servir para definir candidatos entre todos; los jefes dejaron en claro que eso le sirve a la democracia pero debilita sus sueños de absolutismo. En las PASO participan muchos, se integran propuestas distintas, para eso las instituciones deberían ser más importantes que los hombres. Queda claro que de eso todavía estamos lejos.

A los radicales, que siguen siendo parte del Gobierno, les avisan que su espacio está cada vez más lejos de la realidad. En Capital, el PRO no puede soportar la propuesta de Lousteau, y en la Provincia les viene bien el eterno oportunismo de Ocaña que ya recorrió casi todos los partidos. Los aliados siempre intentan opinar, los oportunistas solo se ocupan de aplaudir. Eso sí, aceptemos la excepción de Carrio, pareciera que ella inventó un lugar de aliado que no podrían repetir los demás.

Y Cristina es el otro polo del oportunismo de turno: guarda prestigio y seguidores mientras aplasta a Randazzo como intento de desobediencia. Por cierto, Randazzo y Lousteau no son lo mismo, aunque el destrato que reciben es parecido.

No tendremos ideas, pero sobra autoridad, y los obedientes son los militantes de la obsecuencia. Los gobernadores ayer cristinistas y hoy liberados nos dan una clase de obsecuencia rentada. En ambos grandes partidos pensar distinto ya no es lo más grave, lo más peligroso quedó reducido al mero hecho de pensar.

Aclaro que estoy con Massa, mas allá de eso opino que hay que romper el cerco, la falsa opción entre el ayer que necesitamos superar y el Gobierno al que no logramos comprender. Votar sin miedo al pasado ni temor de que se debilite el presente. Toda opción cerrada es tan falsa como degradante. Mata la riqueza de las ideas, esas que necesitamos recuperar en la infinita gama de los grises. Cristina y Macri no permiten disidentes, se niegan a aceptar que la democracia son los que piensan distinto, los que opinan e imponen limitaciones a todo desborde de soberbia, a todo exceso de autoridad.

Somos una sociedad donde los negocios se impusieron a las ideas, el oportunismo a la militancia, las imágenes a la política. Con tanto fracaso es absurdo que haya tantos fanáticos convencidos de sus verdades, sobran certezas en la misma medida en que falta debate de ideas y elaboración de propuestas, de políticas de estado. En las urnas hay candidatos, nos falta un proyecto de sociedad, un rumbo que devuelva la esperanza, y eso necesita un espacio superior a toda coyuntura electoral.

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