La Salada y la larga crisis argentina

Jorge Ossona

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Con más de veinte años de progresivo pero implacable desarrollo, el complejo La Salada expresa distintos procesos históricos de la contemporaneidad argentina. Abordaremos, en esta oportunidad, los de trazo más grueso.

La Salada surgió en el curso de los noventa y, por lo tanto, del segundo turno del proceso político instaurado en 1983. Políticamente hablando, se trata de un fenómeno surgido al calor de la democracia. Ese sesgo explica su popularidad al proveer a vastos sectores de la sociedad de bienes de bajo costo y miles de puestos de trabajo.

Como fenómeno económico, expresa, en cambio, la discontinuidad de las políticas públicas. Su trayectoria atraviesa estrategias de desarrollo contrastantes: la apertura comercial y financiera de los noventa y el retorno del proteccionismo distribucionista de los 2000; ambos signos aparentemente opuestos. Resulta significativo que La Salada haya podido desarrollarse indistintamente en uno y otro, aunque su gran auge haya tenido lugar durante este último.

Socialmente, La Salada arraiga en el mundo de la nueva pobreza tanto por su ubicación geográfica como por los sectores a los que ocupa y destina su producción. Testimonia, pues, la ruptura de la sociedad inclusiva comenzada hace ya largas cuatro décadas y el ingreso en otra estructuralmente fragmentada.

Situada en la localidad de Ingeniero Budge de Lomas de Zamora, sus 18 hectáreas lindan con la cuenca del río Matanza-Riachuelo y con el arroyo del Rey que transporta aguas contaminadas de la zona sur del Gran Buenos Aires desde Presidente Perón hasta su desembocadura. La precariedad de su infraestructura distribuida en tres predios cerrados, otro callejero y varios paseos de compra aledaños confirma lo anterior.

La fractura de la sociedad se traduce en su inscripción en una zona económica francamente informal que evade cargas impositivas, e incluso ilegal, al trasgredir leyes regulatorias de producción, distribución y consumo de los bienes que allí se comercializan. De ahí las dificultades del investigador para penetrar en sus tramas más profundadas regladas por códigos secretos utilizados por sus responsables para administrar retribuciones y sanciones no convencionales y frecuentemente brutales.

La imposibilidad durante las dos últimas décadas de ajustar el complejo a la legalidad manifiesta, asimismo, la crisis del Estado y su impotencia regulatoria. Ello no equivale a su ausencia, puesto que una de las claves de su expansión se debe a las elevadas contribuciones que su prosperidad aporta a la política. Estas se plasman en suculentos ingresos que alimentan las cajas negras y que le garantizan, a su vez, votos previsibles y recursos humanos fácilmente movilizables.

Por último, pese a su inscripción simbólica en el Gran Buenos Aires, La Salada también representa un fenómeno nacional, como lo prueba la propagación de sus pseudopodios en toda la geografía del país a través de miles de "saladitas". De ahí su inconmensurable importancia como centro de distribución mayorista.

Política democrática, exclusión social, informalidad económica y crisis del Estado son las claves básicas que deben regir la comprensión profunda de su frenética dinámica. Sin ello, será imposible la implementación de políticas inteligentes y de fondo para empezar a asimilar al Estado de derecho a esta gigantesca zona de exclusión ramificada en todo el territorio nacional.

El autor es profesor de Historia, egresado de la Universidad de Belgrano. Actualmente se desempeña como docente e investigador en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Es miembro del Club Político Argentino.