La gran debilidad de nuestro sistema escolar

Una gran debilidad de nuestro sistema escolar son los pocos días y horas de clase que determina nuestro calendario escolar cuando lo comparamos con el resto de los países

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Desde la década del noventa Unesco evalúa el nivel de conocimiento de los niños del nivel primario (tercero y sexto grado). La primera evaluación (Perce) se realizó en 1998 y nuestros niños de tercer grado ocuparon el segundo lugar en la prueba de lenguaje, apenas superados por los cubanos. La segunda prueba (Serce) tuvo lugar en el 2002; Cuba siguió primera pero nuestro país retrocedió al lugar siete. Cuba no participó de la tercera prueba (Terce), realizada en el 2013; Chile salió primero y nuestro país descendió al noveno lugar. Nuestro retroceso fue muy grande y en pocos años. No olvidar que Argentina había construido el sistema escolar público más avanzado en toda América Latina a partir de la ley 1420, dictada en 1884.

Es interesante señalar que nosotros tenemos muchos más cargos docentes por alumno que todos los países que se ubican por encima de nosotros en esta prueba Terce, ya que mientras en nuestro país cada cargo docente atiende a apenas 12 alumnos primarios, por ejemplo, en Chile y Brasil atiende a 21, en Colombia, a 24 y en México, a 27. No es fácil explicar cómo nuestros niños saben tan poco comparados con todos estos países cuando Argentina es uno de los países del mundo con más cargos docentes en proporción con la cantidad de alumnos primarios.

Una gran debilidad de nuestro sistema escolar son los pocos días y horas de clase que determina nuestro calendario escolar cuando lo comparamos con el resto de los países. Por ejemplo, un niño en Dinamarca y Chile tiene más de 1.030 horas de clase por año; en Cuba, Colombia y Australia, 1.000; en Israel y Estados Unidos, 965; en México, 800. El promedio mundial de horas anuales de clase en la escuela primaria son 800, pero la inmensa mayoría de nuestros niños tiene apenas 720 horas anuales, ya que la jornada escolar extendida, legalmente obligatoria pero escasamente cumplida, beneficia a apenas el 13,4% de los niños que acude a las escuelas primarias estatales. Por ejemplo, en el Conurbano bonaerense el núcleo duro de la pobreza argentina, apenas cinco de cada cien alumnos primarios estatales gozan del beneficio de la escuela con jornada escolar extendida.

El caso es que nuestro calendario escolar es muy corto (180 días por 4 horas, apenas 720 horas anuales), pero este escaso tiempo dedicado a la enseñanza de nuestros niños se reduce aún más cuando este calendario escolar se acorta con nuevos feriados o cierre de escuelas por conflictos salariales.

El acortamiento del calendario de clases es una realidad muy perjudicial para el futuro de los niños, especialmente de los más pobres que acuden a escuelas estatales, porque también incide negativamente el sistemático incumplimiento de la ley 25864, promulgada en el 2004, que con sensatez exige con toda claridad en su artículo 2, en caso de pérdida de días de clase "adoptar las medidas necesarias a fin de compensar los días de clase perdidos, hasta completar el mínimo establecido". Si todos queremos ayudar a los niños a tener un mejor futuro sin pobreza y sin exclusión social, deberíamos, en lugar de hacer tantas declaraciones a favor de la escuela pública, comenzar por cumplir la ley, es decir, día de clase perdido, día de clase recuperado. Esto sí sería bueno para los pibes.