Debatir sobre los 70 no debe asustarnos

Claudio Avruj

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Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado
Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado

La dinámica social va instalando temas y debates que muchas veces por la fuerza propia de sus contenidos trascienden a los mismos actores. Las discusiones públicas que se han suscitado en los últimos días lo demuestran una vez más.

Hoy los argentinos tenemos un enorme desafío al que debemos animarnos, que es el de mutar del paradigma de la confrontación al de la conversación. Instalar una cultura de dialogo, que se imponga sobre la base del respeto y el reconocimiento del otro como un igual a mí, más allá de los matices. Una conversación que cambie la descalificación por la incorporación.

Pertenezco al grupo de hombres y mujeres que fuimos contemporáneos de la violencia que envolvió a nuestro país en los setenta. Cuando recordamos aquellos años nos resulta inevitable que surjan imágenes teñidas de miedo, incertidumbre y estupor. Aun los que no fuimos protagonistas, los que no tuvimos participación alguna por cuestiones etarias; por decisión o porque la tragedia no nos tocó directamente, tenemos esas huellas mnémicas grabadas a fuego que nos hacen reconocer a todos como damnificados.

El 24 de marzo los argentinos perdimos mucho y creo que, como dijo Papa Francisco en sus días de Cardenal de Buenos Aires, postulando que Buenos Aires no había llorado lo suficiente, debemos decirnos que los argentinos en su conjunto no hemos sabido llorar lo suficiente, y tampoco dialogar debidamente. No hemos podido aún asumir que como sociedad fuimos generadores de nuestra peor pesadilla, enhebrando una historia de interrupciones violentas de nuestra democracia; que posibilitamos que sectores de la política se constituyan en grupos armados y desde la clandestinidad atentaran contra un gobierno democrático, sembrando terror y muerte indiscriminadamente.

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Ser una sociedad que propició desde el centro de un gobierno legítimo asociaciones paramilitares asesinas, y que finalmente dimos lugar a la peor dictadura que hemos conocido que como lo demostró nuestra justicia en un fallo acusatorio inobjetable, ejecutó un plan sistemático de Terrorismo de Estado instalado por el gobierno de facto. La desaparición forzosa de personas, la persecución política, el robo de bebés, la expoliación de bienes y las detenciones arbitrarias fueron debidamente probados.

Esa espiral de violencia que padecimos fue arrollando en su devenir todo lo que en su camino se cruzaba. Violencia, dolor y muerte en la cual el Estado definitivamente se presentó en su peor versión quebrantando las leyes, pisoteando los valores de la Nación que son nuestro fundamento constitucional, olvidando su rol de protección de derechos por sobre todas las cosas.

Los debates de hoy no deben asustarnos ni censurarnos. Por el contrario, las tragedias de esta magnitud requieren de mucho tiempo para que la conversación aflore franca y sincera La experiencia del estudio e investigación del Holocausto, las experiencias en el País Vasco y otras experiencias traumáticas de envergadura dan cuenta de eso. Son procesos que se deben transitar y fundamentalmente despojarlos de odios, rencores y apropiaciones de la historia. Nos debemos muchas respuestas que tenemos que buscarlas entre todos. Decir que la violencia de los 70 comenzó antes del Golpe no significa en absoluto avalar el terrorismo de Estado.

El 24 de marzo de 1976 los argentinos perdimos mucho. Quizás nos falte un lugar, un espacio, real o simbólico, donde todos podamos reconocer el daño que sufrimos, donde no podamos reconocer como víctimas por lo que perdimos en esa noche oscura: la vida, la libertad, el acceso a la educación y pensamiento sin censura, la vida institucional, el respeto a la ley y la confianza en el prójimo.

Es nuestra obligación cuidar la memoria para que la memoria nos cuide, una memoria sin sesgos ni olvidos impúdicos, sin recortes ni negacionismos. Una memoria construida por todos y que fundamentalmente eduque a los que nos sucederán sobre la base de la verdad por sobre todas las cosas.

El autor es secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación

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