El debate acerca de un tipo de cambio competitivo se ha instalado de nuevo en nuestro país, que suele ser pendular entre épocas de dólar caro o barato, como suele escucharse en estos días.
Pero llega la hora de mirar el real. Si bien nuestra dependencia comercial directa de Brasil se ha visto reducida en los últimos años, su impacto sigue siendo elevado: toda vez que Brasil desaceleró o entró en crisis, Argentina lo padeció. Peor aún si ocurrió además un atraso cambiario, ya que en Brasil los empresarios no trasladan al precio las devaluaciones del real, mientras que en Argentina es una carrera entre devaluación e inflación.
El tipo de cambio real multilateral mide la evolución de qué tan competitivo es un tipo de cambio en relación con los principales socios comerciales. El Banco Central lleva una estadística respecto a Brasil, Estados Unidos, China y Europa, nuestros principales socios comerciales o de mayor influencia. Si comparamos la evolución del tipo de cambio y la inflación acumulada, podremos observar que contra Brasil, si bien este año no se ha atrasado el tipo de cambio, sí lo había hecho en el pasado reciente. Y toda vez que se atrasó el tipo de cambio con Brasil (es decir, un real barato en términos relativos), la actividad doméstica sufrió sus consecuencias.
En el siguiente gráfico podemos observar la serie de evolución porcentual interanual trimestral del PBI y el promedio mensual del tipo de cambio contra Brasil, tomando como base el día siguiente de la apertura del cepo cambiario (el 17 de diciembre de 2015). La correlación es altísima: cuando se atrasa el tipo de cambio con Brasil (algo que se verifica también con el tipo de cambio real multilateral), la actividad económica desaceleró o Argentina entró en recesión.

Observando esta serie histórica, es evidente que nuestro país no es competitivo con este tipo de cambio, por lo que Argentina estará destinada a tener muchas dificultades para reactivar su economía con fuerza, aun con expectativas elevadas para los próximos dos años.
Pero ser competitivos a nivel internacional requiere mucho más que un simple ajuste en el tipo de cambio. Abramos un poco más el ángulo de visión: la competitividad es un concepto muy amplio y general que mero tipo de cambio. Incluye conceptos tan importantes como la habilidad, la educación, la disponibilidad de recursos, el estado de los conocimientos de los que dispone un país o una empresa, la logística, el esquema fiscal, la burocracia estatal, la flexibilidad de la fuerza laboral, la investigación y el desarrollo, la infraestructura, la conectividad, etcétera.
La competitividad no es producto de una casualidad: se crea y se logra a través de un largo proceso de aprendizaje y negociación entre distintos sectores en un país. Por ejemplo, en una empresa seria, entre los distintos agentes económicos con algún interés en que le vaya bien como lo son los accionistas y los gerentes, pero también los empleados, los proveedores, los clientes, el gobierno y la sociedad. La eficacia en alcanzar los objetivos y la eficiencia de hacerlo con la menor cantidad de recursos posibles habla de la capacidad de generación de valor agregado de una economía, y va mucho más allá de una paridad cambiaria.
Para ser competitivos, es clave el papel del sector público. En primer lugar, el Estado debe fomentar, a través de sus políticas de gobierno, las condiciones necesarias para garantizar una alta eficiencia en la actividad comercial que permita ganar mercados y tener un producto de calidad. La infraestructura de transporte y logística es básica para alcanzar ese objetivo, sobre todo cuando se está tan alejado del circuito mundial de mercaderías y la apertura de la economía (exportaciones e importaciones sobre PBI) es tan baja.
En segundo lugar, la transparencia y las reglas claras junto a la seguridad jurídica crean las condiciones necesarias para la radicación de inversiones.
Por último, si no se ajusta el gasto público sin un plan creíble o visible para el que financia con impuestos el presupuesto, son pocas las chances de ser exitosos en el mediano plazo sin plantearse seriamente hacia dónde se dirige la Argentina, porque se da un efecto llamado "crowding-out" o desplazamiento de la inversión privada con el gasto público, mucho más costoso, inflexible a la baja y poco productivo. El tamaño del sector público requiere de una presión fiscal contraproducente para los objetivos de mediano plazo de una nación que premie el esfuerzo y sea competitiva.
Habiendo explicado todo esto, volvemos a mirar el gráfico y vemos cómo nos fue cada vez que la paridad cambiaria con Brasil estuvo tan baja y la respuesta es obvia: nos fue muy mal. Las mejoras de productividad y competitividad llevan tiempo y su contribución marginal, si bien importante, pierde sentido cuando el mundo ha entrado en una carrera devaluatoria con capacidad ociosa en la mayoría de los sectores industriales.
Si la decisión estratégica es tener el tipo de cambio más fuerte de la región, entonces mejor estemos preparados.
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