Alta en el cielo. Su compañía, su impuesto

El paro-sabotaje del personal de Aerolíneas Argentinas, encabezado por sus pilotos-dueños, es un buen ejemplo para analizar toda la mentira que se esconde detrás de buena parte del gasto que desangra al país desde hace décadas

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El paro-sabotaje del personal de Aerolíneas Argentinas, encabezado por sus pilotos-dueños, es un buen ejemplo para analizar toda la mentira que se esconde detrás de buena parte del gasto que desangra al país desde hace décadas.

Se empieza por sostener que hace falta una aerolínea de bandera, que, por supuesto, debe ser estatal. Aun aceptando que tal cosa como una aerolínea de bandera fuera necesaria, hay que tragarse la píldora de que debe ser inexorablemente estatal, otra afirmación dogmática del relato estatista-gremialista-proteccionista. Se supone que tal privilegio es en pago de una tarea sagrada, que, sin embargo, se deja de lado con cualquier pretexto cuando alguno de los siete gremios en que se reparte la empresa rehén decide parar en demanda de nuevas prebendas. En este caso, una de las pretensiones es que los pilotos no quieren volar los Airbus 330, un avión extraordinario. Causal de despido en cualquier país, organización o sistema del mundo.

Luego, cuando se analiza otorgar las rutas a empresas privadas, el planteo es que, en tal caso, por el egoísmo de los empresarios, no se cubrirán destinos lejanos o marginales, zonas donde se debe defender la soberanía, entre otros argumentos. Pueden encontrarse media docenas de mecanismos mucho más baratos y eficientes para lograr esos fines, pero jamás serán aceptados. Cualquier atisbo de competencia, incluso cuando se tratara de pequeñas líneas, es aniquilado por la acción de los gremios cómplices en el sistema, cuando no con el trato diferencial en los sistemas de tierra. Por supuesto que cuando se trata de hacer algún paro, huelga, asamblea, o algún otro eufemismo por sabotaje, nadie piensa en esas zonas marginales o lejanas que se quedan sin servicio y sin "defensa de la soberanía".

Los gremios internos y externos funcionan con un mecanismo muy aceitado de coerción y chantaje, a veces una extensión de los pactos de negocios entre ellos, que sólo muy de vez en cuando aparecen en los diarios, cuando a alguien se le ocurre destapar alguna olla.

El otro punto que se esgrime para justificar la hipoteca aeronáutica es el peligro de dejar a entes o empresas ajenos al Estado actuar en el corazón de un sistema que concentra actividades clave, como las aduaneras. No es serio reírse, y menos a carcajadas, de este tipo de afirmaciones.

Una vez que los sindicatos y sus socios proveedores y periféricos se sienten cómodos y en posesión de la llamada "empresa", la expolian sin piedad, con salarios, ventajas, reglas impuestas, turnos, concesiones, prerrogativas y todo tipo de limitaciones —muchas entendibles hace 50 años, no hoy—, que no sólo implican enormes gastos y deficiencias operativas, sino que obligan a tomar más personal, hasta llegar a exageraciones indefendibles como el número de pilotos por aeronave.

Los gobiernos, ante el temor de ser impopulares y dejar a la población sin transporte aéreo, consienten el chantaje e intentan, como objetivo de máxima, bajar las pérdidas, pero ignoran inocentemente el modus operandi de estos engendros empresarios que degluten, neutralizan y hasta cooptan a cualquiera que intente un manejo racional del monstruo.

Los usuarios protestan contra la empresa y, por ende, contra su supuesto operador, el Gobierno, cuando en realidad el operador son los gremios y la conducción paralela que realmente explota Aerolíneas Argentinas, su compañía. (su, de ellos) Esa queja es el arma con la que los verdaderos propietarios en las sombras amedrentan al Estado.

La solución técnica no es difícil, hasta podría decirse que es de manual. Debe recuperarse el control de la "empresa" y luego redimensionarla o cerrarla, y remplazarse por una política de cielos abiertos ordenada. Recuperar su control, porque puede decirse que Isela Costantini no conduce Aerolíneas. Se deja conducir por ella. Como una pasajera más. Esto no es personal. Le pasaría a cualquiera en el mismo cargo y en la misma situación.

Por eso es que la funcionaria no debe ser la presidente del ente. Debe estar a cargo del sistema de aeronavegación comercial del país, con cualquier mecanismo que se estime apropiado para cumplir esa función. Se la condena al chantaje, al sabotaje y al manoseo si se la obliga a ser la responsable de una "empresa" que podría tener que desmantelar. Y que debería desmantelar.

Obviamente, está claro que la resistencia será fenomenal, con los gremios paralizando cualquier cambio, y también el accionar de cualquier nueva empresa o empresas que se hicieran cargo de sus prestaciones. Se requerirán el mismo empeño, las mismas habilidades y las mismas persuasiones que usó el Gobierno para lograr el arreglo con los holdouts, la ley de blanqueo y endeudamiento y el fin del cepo. Se requerirá una lucha como la que ocurre en el campo de las tarifas.

Justamente para esas tareas insalubres se eligió a Cambiemos. Para que recogiera la basura de tantos años, casi una función municipal. Por eso debe encararlas, por eso también los usuarios deben canalizar sus broncas hacia los verdaderos responsables, que se han descrito más arriba, y no insultar a las autoridades y reclamar la solución a un paro mediante concesiones o tolerancias inaceptables e impagables. La sociedad tiene un papel muy trascendente en esta tarea.

La tolerancia, la unión y el diálogo que predica Mauricio Macri no sirven en el caso de Aerolíneas. Alguien debe decir lo que se debe hacer. Y su personal debe hacerlo. De lo contrario, se debe cerrar. Y cualquiera que sabotee ese paso o la creación de sistemas alternativos debe enfrentarse al accionar jurídico del Gobierno y a la ley.

Y un paso más allá, ¿no es esto lo que ocurre con una gran parte del gasto argentino? ¿No se es víctima en todo el gasto del mismo chantaje, de igual sabotaje, del que participa la sociedad con su bronca convenida y mal dirigida? ¿No es el Gobierno víctima del miedo que no tiene, por suerte, el ministro Juan José Aranguren?

Es hora ya de que el presidente Macri comprenda que no lo hemos elegido para que se endeude en nombre de su prédica de unidad y paz, para eso ya lo tenemos a su santidad Francisco. Lo hemos elegido para que cambie lo que tanto daño le ha hecho al país durante muchos años. No para que lo financie.

Todo el gasto es igual que Aerolíneas. Requiere igual tratamiento. Alta en el cielo será la deuda si no se hacen los cambios que en nombre del gradualismo por la paz social y la gobernabilidad no se hacen ni se harán. Aunque Cambiemos prefiera creer que fue elegido para cambiar otra cosa.