Estados Unidos, entre la tempestad y la tormenta

Por Pedro Corzo

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Si hay una actividad de la que es muy difícil permanecer ajeno, hacerlo también se puede considerar una especie de suicidio, es la política; no hay gestión humana en la que no esté presente y en la que su influencia no sea determinante.

En consecuencia, la mayoría de las personas, aunque no tengan compromisos ideológicos ni realicen actividad política partidaria, están pendientes de las ocurrencias de los gobiernos de su comunidad y del país, en particular cuando se aprecian situaciones que en alguna medida pueden provocar cambios sustanciales en la sociedad.

El electorado estadounidense está viviendo una campaña electoral sin precedentes. Primero, dos líderes populistas, de discursos incendiarios y con partidarios tan fanatizados que pueden llegar a atentar contra quienes no piensen como ellos.

Donald Trump y Bernie Sanders han sido capaces de exacerbar pasiones a instancias poco conocidas en este país, en particular, los seguidores del senador han demostrado tener tolerancia cero y en ocasiones actúan como si fueran parte de una brigada de respuesta rápida.

Tanto Trump como Sanders, al auspiciar posiciones extremistas, han estimulado la división de los respectivos partidos que representan, lo que se apreció con la ausencia de muchos líderes republicanos en la nominación del candidato y las enérgicas protestas de muchos de los partidarios del senador en la Convención Demócrata.

Sanders quedó fuera de la competencia para el cargo electo más importante del mundo, pero los que restan en la contienda, Hillary Clinton y Donald Trump, tampoco son los candidatos más idóneos para la Presidencia de Estados Unidos, lo que sitúa al elector consciente de la responsabilidad de elegir en una difícil disyuntiva.

No obstante, el desencanto de los votantes no debe repercutir negativamente en el ejercicio de un derecho fundamental.

Hay que votar, aunque ambos aspirantes estén empatados en una impopularidad histórica; según diferentes encuestas, seis de cada diez electores tienen de ambos postulantes opiniones negativas. Otros sondeos exponen que son los candidatos con menos respaldo popular en toda la historia electoral del país.

Decidir por uno u otro candidato, salvo para aquellos que actúan enmarcados en el partido que militan, exige una profunda reflexión y un análisis serio de qué puede significar para el país y el mundo favorecer a uno de los dos, aunque no cabe duda de que sobrarán electores que votarán en contra del candidato del partido rival, no por el propio.

Hay quienes dudan de la capacidad de Trump para seleccionar asesores inteligentes con criterios independientes, capaces de recomendarle decisiones con las que podría no estar de acuerdo. Otros piensan que su egotismo podría llevarlo a actuar más como emperador que como presidente, que su agresividad puede desencadenar situaciones críticas de difícil solución.

No faltan quienes afirman que su desconocimiento en política exterior puede ser catastrófico para el país y que su ignorancia en la administración pública resultaría perjudicial para el equilibrio entre poderes y la autonomía de los diferentes gobiernos que integran la nación.

Por su parte, la situación de Hillary Clinton no es menos espinosa. Hay muchos factores en su contra. Cierto que contaba con el apoyo de los dirigentes de su partido, pero Bernie Sanders le dio una dura batalla, tanto que la plataforma demócrata presenta un programa más "progresista", como expresó el presidente del Comité Redactor, el congresista Elijah Cummings, de Maryland.

A pesar de su experiencia como senadora, de amplios conocimientos en política exterior, genera muchas dudas y reparos entre los electores, como reflejó un sondeo de Fox, que muestra que seis de cada diez ciudadanos no confían en ella y no la consideran una política honesta.

Clinton ha estado involucrada en hechos que han dejado muchas dudas y desconfianza sobre su compromiso con la verdad. Sus declaraciones en torno a los atentados terroristas de Bengasi, Libia, los no menos escabrosos correos electrónicos, en relación con los cuales el jefe del FBI dijo que algunas de las declaraciones de la ex secretaria de Estado no eran ciertas y la filtración de correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata que la favorecían, en detrimento de Sanders.

En concreto, los malos candidatos influyen negativamente en el electorado, pero la no participación del elector posibilita que sean los peores los que lleguen al gobierno. Es un círculo vicioso en el que todos son responsables y la manera de resolverlo es participando en la elección, aun antes de que empiece la campaña.

 

@PedroCorzo43

 

El autor es periodista cubano. Vivió en Venezuela por doce años. Preside actualmente el Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo.