"Bregret" o el arrepentimiento democrático

Por Valentina Iricibar (*)

Compartir
Compartir articulo

A menos de 24 horas del voto inesperado de Gran Bretaña de irse de la Unión Europea (UE), el Brexit, apareció un fenómeno aparentemente tan tajante como la decisión: el arrepentimiento. Con nombres aptos para las redes sociales "Bregret" y "Regrexit", jugando con la palabra para arrepentido en inglés y el Brexit, más de 3 millones de personas han firmado una petición pidiendo un segundo referéndum. Esto conlleva una actitud que ignora la responsabilidad y las funciones que pueden cumplir el arrepentimiento y la democracia.

El arrepentimiento se ve agudizado cuando el resultado obtenido es cercano al deseado — es decir, cuando uno pierde el avión, se arrepiente más si es por dos minutos que por una hora pues percibe que hubiera sido más "fácil" cambiar lo ocurrido. Dado que el resultado final fue de 48.1/51.9% y la diferencia numérica de 1 millón de votos, no sorprende que los testimonios de arrepentimiento se hayan viralizado en los medios.

En el caso del Brexit, se percibe que si estas personas hubieran votado por quedarse, el resultado habría cambiado. Según una encuesta realizada por Survation para el diario The Daily Mail el domingo, el 7,1% de aquellos que optaron por irse de la UE se arrepienten de su decisión (unos 1,2 millones de personas). Sin embargo, 4,4% de los que optaron para quedarse también se arrepintieron de su voto: unos 696,000 votantes. Es decir que 16,6 millones hubieran votado quedarse mientras que 16,8 millones hubieran votado irse. Entonces, el margen hubiera sido de 292,000 personas, pero habría ganado la opción de irse de todas maneras.

Votar por otro referéndum en base a la idea de que cambiaría el resultado implica entonces una negación típica del arrepentimiento, cuando su función real es motivar una acción correctiva: en este caso, tomarse a la democracia más en serio.

Un referéndum pocas veces es una respuesta simple a una interrogante fácil: por lo general sirven como proxy de temas y preocupaciones más profundos que aquejan al país, en este caso la inmigración y la economía. Resulta difícil trazar un perfil particular de los arrepentidos y sus testimonios porque votaron con motivaciones diversas pero sí hay dos categorías fuertes: los arrepentidos "genuinos" y los arrepentidos "manifestantes".

En primer lugar, aquellos arrepentidos que votaron por irse por razones genuinas se quejan de la falta de información y de una "estafa" llevada a cabo por los políticos que impulsaron el voto anti-UE. Dado que el acceso a la información es un pilar fundamental de la democracia, el hecho de que las campañas hayan carecido de un debate informado y provisto al electorado con las herramientas adecuadas para tomar la "decisión de una generación" muestra un fracaso grave. Las búsquedas más populares en Google como "qué es la UE" luego de la votación comprueban esta falla, que conlleva a su vez la falta de participación ciudadana al no haber investigado de antemano.

En segundo lugar, aquellos arrepentidos "manifestantes" cuyo voto por irse no correspondía con su opinión real subestimaron el valor de su voto. Manifiestan que asumieron que su voto "no importaría" y que "nunca ganaría" el Brexit, por lo cual utilizaron su voto a modo de protesta para desafiar al primer ministro David Cameron. Aunque el voto haya sido "en protesta", conlleva de todos modos un mensaje en contra de las políticas del gobierno: lamentablemente, la jugada no les salió bien.

De la misma manera en que arrepentidos "manifestantes" subestimaron la importancia de su voto, aquellos que no acudieron a las urnas (e impulsan un segundo referéndum) también comparten la responsabilidad de no tomarse en serio las consecuencias de la votación. En el caso de estos arrepentidos "ausentes", menos mediáticos, el problema radica nuevamente en la falta de participación ciudadana: revertir el proceso del cual no formaron parte no es la respuesta.

Lo mismo aplica para aquellos que votaron para quedarse, que son los que más propagan la imagen del "arrepentido" porque les otorga la razón sin la vergüenza que implica admitir un error. Sin embargo, este grupo, compuesto de políticos y votantes, es también responsable de una falta de iniciativa política. Los temas que aparecieron con frecuencia como argumentos para dejar la UE eran simples (para muchos, simplistas) pero no se utilizaron como puntos de partida para buscar soluciones internas, por ejemplo.

A su vez, la campaña en contra del Brexit fue comparativamente débil porque también asumieron que las personas optarían por quedarse. Lo mismo ocurrió con el referéndum que tuvo Escocia para votar en cuanto a permanecer en el Reino Unido en 2014: la campaña contra su salida comenzó pocas semanas antes de la votación, cuando se volvió una amenaza real. Continuar la tendencia de ignorar el mensaje de aquellos que piensen distinto, tildarlos de "poco educados" y asumir que se mantendrá el status quo tampoco es la respuesta indicada, entonces.

El Brexit demostró que la democracia británica tiene fallas, como cualquier régimen de este tipo, pero el voto fue limpio y con respuesta clara. Al igual que el arrepentimiento común y corriente, el "Bregret" sería inútil si culminara en la situación actual de culpar al otro por "votar mal" e intentar corregirlo desestimando el resultado por completo. Esto no sólo deja de lado la función informativa del arrepentimiento para acciones futuras, sino que ignora la función de la democracia en su forma más simple: respetar la voluntad del pueblo.

*La autora es británica y argentina. Es periodista política para The Bubble y escribe en Coriolismo.