El silencio donde resuena lo escrito

El gran poeta Hugo Mujica presenta en primera persona el volumen "Al alba los pájaros" (ed. El hilo de Ariadna), la antología poética de su obra escrita entre 1983 y 2016.

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Hugo Mujica, que vivió siete años en un monasterio, continúa con la poesía la búsqueda mística que lo llevó a la religión.
Hugo Mujica, que vivió siete años en un monasterio, continúa con la poesía la búsqueda mística que lo llevó a la religión.

Escribir y borrar son las dos manos de un mismo oficio: "dos tercios lleno y un tercio vacío", así es el número áureo, la divina proporción, de la estética china. Borrar es más difícil que escribir, implica renuncia, borramiento, algo así como es difícil callar. Supone creer que lo esencial no necesita comentarse, implica creer que el lector sabe leer lo que no se escribió, exactamente en el espacio que queda en blanco, en el que lo escrito dice lo que calla, lo que borramos para que se lea mejor.

Digo esto con relación, ahora, no al escribir un libro, sino al compilar una antología, de eso se trata mi libro Al alba los pájaros, de seleccionar, de dejar de lado, de sí y de no, de traer con uno o dejar detrás. Hay que elegir, optar. Entre los muchos, todos lo poemas que escribí debí tomar algunos, esos que creo, todavía me dicen, se dicen, esos que aún no se han alejado, tomado su rumbo, ser totalmente de otros.

Elegir los poemas me recuerda la vida, es la vida: amigos cercanos, por un tiempo, corto o largo, pero que después la vida nos separa, sin separar, pero aleja, siguen en uno, pero no al lado de uno, amigos, amores, familias. Dentro, pero no cerca. Algo así fui sintiendo con los poemas, cada uno, al pesarlos, traía su propio recuerdo: tal o cual palabra, nueva o vieja, el momento en que esa palabra me habló, de entre todas las escuchadas esa, y no las otras, saltó, sola, escapó de la frase escuchada o leída, se liberó de la gramática y me habló, o buscó decirse, merodeó y fue generando otras asociaciones, otras palabras… hasta que desde ella, y a veces, desapareciendo, las otras le respondieron, el poema se fue diciendo, la palabra, esa, me fue guiando. Así algunas palabras, queridas palabras, otras veces otros poemas fueron lugares, fueron encuentros, otros, no pocos, absolutamente imaginarios, o, al menos, para mi memoria.

Y, también, en la elección, dado que pertenecen a libros que otros ya han leído, entra el eco que en su momento suscitaron: la conmoción que en alguno despertó, alguno o varios, y me hicieron prestar atención a poemas que yo no se la habría dado, esos comentarios, ese silencio mientras públicamente los leía, que me fueron mostrando que el autor, yo, es un lector más, ni siquiera un lector privilegiado. Poemas, diría, que el lector me los dio a mí, me hizo atesorarlos al momento de elegir los que entrarían en la antología.

Así fue siendo, todo el tiempo sintiendo que no elegía poemas, elegía las vivencias de las que habían nacido, el pasado que quería traer a la presencia, así, como elegimos pedazos de la vida con la que nos la vamos contando, algunos sí, otros no… Tomamos pedazos, los abrazamos y lo llamamos "todo".

“Al alba los pájaros” reúne 12 libros de Mujica escritos a lo largo de 33 años.
“Al alba los pájaros” reúne 12 libros de Mujica escritos a lo largo de 33 años.

Y, como siempre, como lo humano es el acumular, había poemas de más, otra vez había que elegir, descartar, ahora entre los queridos, ahora el despojo mayor, el no a lo que le dimos el sí. Uno de los versos de los poemas incluidos dice: "la vida no cabe en la vida / por eso siempre / en algún lugar se nos parte", en fin, escogí nuevamente, nuevamente excluí y di fin, eran casi 300 poemas, una tribu, o una familia dentro de la tribu, de toda mi obra hasta el momento, hasta este ahora.

Después vino el diseño gráfico, por elección y pasión, casi siempre, siempre que pude, que me dejaron, yo mismo diseño tanto la cubierta como la ubicación de los poemas, tanto donde va o no la numeración de páginas… en fin, tanto como paciencia me tiene los editores. Pero para mí primero se lee el objeto, el libro que abro, luego los ojos encuentran las líneas, dentro de una página que mantengo tan despojada como sea posible, doy tanto blanco como pueda darse: es el silencio, el espacio, lo abierto, para que lo escrito resuene, tenga donde expandirse, diga lo que calla. Es el tercio vacío.

Y la cubierta, allí el combate entre el diseño base de cada colección y la elección propia, la negociación, el acuerdo. La elección se me impuso, no desde fuera, dentro mío: un cuadro de Franz Kline, uno de mis pintores más admirados, también en algo uno de mis maestros dado que voy aprendiendo a escribir no sólo, ni siquiera en primero lugar, de otros escritores, sino de los creadores, sean músicos, plásticos, directores de cine… esos que tocan la fuente única, la que por igual mana antes de que cada disciplina le de un cause distinto, le de color o sonido, la diga o la ilustre. Fue de Kline de quien escuché una frase que a veces uso cuando me preguntan por los blancos que dejo en las páginas: "yo no pinto con los colores nada más, también pinto con el blanco de la tela".

Y así fue, así fue quedando, así fue editado… poema tras poema, vivencia tras vivencia, siempre, y para terminar, tratando de dejar hablar la vida, a mí, para contarla al lector…

Al alba los pájaros, 1983-2016, 12 libros en uno, 33 años de escritura, de escucha de la vida… Mi manera de saberme, de cavar lo más hondo que puedo, en lo más despojado posible: allí donde la vida es la de todos, donde desnudos somos todo un mismo rostro.

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