Nadar en el mar, una experiencia que trasciende al deporte

El Mar Argentino es un objeto de deseo para nadadores. Grupos de natación se entrenan durante todo el año para poder realizar esta travesía en verano. Una experiencia en primera persona de lo que significa nadar en aguas abiertas.

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El momento de ingreso al mar. Más de 40 nadadores realizaron su bautismo en aguas abiertas.
El momento de ingreso al mar. Más de 40 nadadores realizaron su bautismo en aguas abiertas.

Nadar en el mar no es un plan extremo. No es un objetivo que esté en las listas de libros de autoayuda. No es la búsqueda de una sensación límite. No es una escena de una película pochoclera que trata de responder: ¿qué harías si supieras que te quedan pocos días de vida? Nada de eso. Nadar en el mar es la puesta en práctica del concepto estoico de la felicidad. Para ser feliz hay que ser libre. Para ser libre tenés que tener desapego de lo material. “La riqueza no consiste en tener muchas posesiones, sino pocos deseos”, decía el filósofo griego Epicteto. Cuanto menos tengas estarás más ligero de equipaje.

Nadar en el mar es trazar un recorrido sin equipaje y sin surcos. Una experiencia tan interior como colectiva. Es el deseo de todo un año construido con un metódico entrenamiento en pileta y arrojado a la magia de lo imprevisible. Y hacia allí fuimos. Es febrero de 2023. Miramar, conocida como “La ciudad de los niños” por su apacible ritmo, es el destino elegido. La lluvia y la ferocidad de la fuerza de la marea en los días previos al fin de semana de Carnaval nos obliga a esperar. Somos 40 nadadores de diferentes regiones de Argentina nucleados en el grupo Aguas Abiertas que comanda el guardavidas y profesor de natación Gustavo García. El profe siempre habla de los bautismos. Así denomina a la primera incursión en el mar. Somos varios los que nadaremos por primera vez, entre ellos mi hermana Magaly y Clara, mi compañera de vida. Luego de la sudestada, de dos días de espera, llega el momento del ritual de iniciación.

El equipo completo de aguas abiertas minutos previos a la experiencia de nado en Miramar.
El equipo completo de aguas abiertas minutos previos a la experiencia de nado en Miramar.

Las reglas del mar

“Cualquier persona que domine las técnicas de la natación puede nadar en el mar”, dice Gustavo. ”Si tienen una preparación técnica y física en una pileta pueden hacerlo”, agrega. Pero existe un detalle clave. Todos deben saber cómo funciona el mar. Pararse frente al mar y entender qué es lo que sucede: si está bajando, si está subiendo, cuál es el régimen de mareas. La marea alta o pleamar es el momento en que el agua alcanza su máxima altura dentro del ciclo de las mareas. La marea baja o bajamar es el momento opuesto. En Miramar el fenómeno es semidiurno y ocurre cada 5.50 horas. La tabla de mareas se puede consultar en esta página web.

Otro dato importante es conocer el oleaje y qué es una corriente de resaca o corriente de retorno. Estas corrientes suelen ser superficiales y retroceden desde la costa hacia el mar. Se generan por la rotura irregular de las olas, llegan bruscamente a la playa con un índice elevado de energía, se desvanecen luego sobre el fondo para, posteriormente, regresar hacia el mar por un canal a través de las olas. Suelen aparecer después de tormentas. En caso que haya, lo recomendable es saber identificarlas: suele haber una ruptura en la línea de oleaje.

El mar no te traga, no te chupa, no te tira para abajo, no te agarra, no hay remolinos”, dice el profesor de natación derribando mitos. “Como instructores debemos conectar ese conocimiento con los nadadores, cualquier persona está en condiciones de disfrutar de la naturaleza con total plenitud y de manera segura. Por ejemplo, todos sabemos las leyes de tránsito, entonces todos podemos transitar en la calle. Con esto es lo mismo, cualquier persona debería conocer las leyes del mar”.

Gustavo García es guardavidas, profesor de natación y coordinador del grupo Aguas Abiertas.
Gustavo García es guardavidas, profesor de natación y coordinador del grupo Aguas Abiertas.

Atravesar la rompiente

Traje de neopreno, aletas, boyas de seguridad y ejercicios de calentamiento. Hay un sol pleno en la ciudad en la que solo se pueden construir edificios de gran altura sobre las avenidas. En las calles interiores solo hay chalets. A diferencia de otro espejo de agua como son los ríos, lagos, diques, lagunas, tosqueras o embalses, en el mar intervienen otros factores. Al régimen de mareas hay que agregarle el viento. Puede favorecer la crecida o detenerla un poco. Puede haber viento detrás de la ola, que hace que se levante aún más. En el mar tenemos formaciones físicas como muelles o escolleras, mucha profundidad y bajas temperaturas. Y si bien la sudestada pasó, dejó un mar revuelto, con tres líneas de olas.

Hay que atravesar la rompiente. Siempre hay que atravesar la rompiente.

Osadía, sentido común y timming. Tres valores necesarios para ingresar al mar. Vamos. Pasamos la rompiente y a nadar. Una vez adentro, el meneo de las olas es suave, como el de una madre que te arrulla. Para quienes venimos de agua dulce la flotabilidad gracias a la salitre es una bendición. Nos internamos casi 1.5 km con paradas intermedias para contemplar la belleza de la inmensidad. La felicidad es dual: constante como las brazadas e inabarcable como el agua. La felicidad es el despojo material que vivenciamos en medio del mar. Y allí cambia la percepción. Miramos la ciudad al revés. Vemos la espalda de las olas. La vista no se pierde en el infinito sino el horizonte, el mismo que enfocan marineros y piratas.

“Cualquier líquido tiene una conductividad térmica 25 veces mayor a la del aire. Esto significa que si estoy sumergido pierdo calorías 25 veces más rápido. La ecuación que tenemos que tener en cuenta es no solo saber la temperatura del agua sino la cantidad de tiempo que vamos a estar nadando”, explicó antes de salir el coordinador del grupo Aguas Abiertas. “Si el mar está a 21 grados, que es una temperatura agradable, y nosotros estamos a 37, la amplitud térmica es de 16 grados”, agregó.

Una hora y media de natación. Es hora del regreso. Aunque antes nos encontramos con un solitario lobo marino. Nos miró y se sumergió. Miramar es conocida por ser una zona de avistaje. Lo atípico es compartir ese espacio de nado.

El momento de la llegada a la costa luego de haber nadado casi 3 kilómetros en aguas abiertas. Juan Mascardi, Clara Lopez Verrilli y Magaly Mascardi.
El momento de la llegada a la costa luego de haber nadado casi 3 kilómetros en aguas abiertas. Juan Mascardi, Clara Lopez Verrilli y Magaly Mascardi.

Miramar y el bautismo en el mar

“Debido a su posición geográfica, Miramar da al mar abierto y tiene un oleaje importante. A diferencia de San Clemente del Tuyú, por ejemplo, que está ‘escondido’ en la Bahía de Samborombón. Allí el oleaje es diferente porque está cerca del estuario donde el Río de la Plata se une con el mar”, explica el profesor de natación.

“Siempre ser amigo del baqueano, siempre dialogar con el guardavidas, siempre respetar los espacios, siempre entender qué está ocurriendo en el mar”, repite y repite las consignas Gustavo García. La inmersión colectiva es una clase abierta para que los nadadores podamos realizar experiencias autogestionadas en el mar. Nunca con miedo, siempre con respeto.

Una vez en la playa mi hermana me dirá que Miramar fue mi primer destino de vacaciones, que tenía siete meses y una malla amarilla. Era febrero de 1975, yo ya había probado el agua del Mar Argentino, faltaba poco más de un año para el golpe de Estado, los allanamientos y la llegada de la dictadura más cruenta del país. Esas vacaciones eran una especie de calma, como la que precede a los huracanes.

La historia que narra mi hermana me remonta a otra anécdota que solía contarme mi papá. Cuando me llevaba a la pileta del club Hispano Americano de Colón, Buenos Aires —supongo que ese mismo verano del 75— me tiraba en la parte honda ante la mirada incrédula de las señoras que se sentaban en el borde cerca del trampolín. Según mi viejo, así aprendí a flotar. “El instinto hace que los niños floten”, me decía sonriendo.

Miramar 1975. Las primeras vacaciones y la posibilidad de conocer el mar.
Miramar 1975. Las primeras vacaciones y la posibilidad de conocer el mar.

El viaje de vuelta es un cúmulo de sensaciones que se sienten en la piel. El aroma del mar, el recuerdo reciente, la natación colectiva. Y ese puente bautismal que me une con el pasado. Al llegar a mi casa, mientras busco una vieja entrada de un recital de Los Redonditos de Ricota porque estoy escribiendo una semblanza sobre la despedida del Indio Solari de los escenarios, aparecen en el mismo álbum dos fotos de ese febrero de 1975. Estamos en Miramar.

En la primera estoy con mi abuela Amanda y mi malla amarilla en la misma playa donde nadé días atrás. En la segunda estoy mi hermana Magaly de 9 años, mi mamá Mabel —la nadadora de la familia quien nos transmitió el amor por el agua— y mi abuela en medio de una playa alejada, apoyados en una cupé Chevy color naranja. Mi papá Roberto sacó la foto. 48 años después, al decir de Gustavo, tuvimos nuestro bautismo en el mar. Nadar es construir la felicidad en cada brazada. Una sensación tan efímera como eterna donde el pasado se abraza con el presente.

Ese es el legado del mar.

[Juan Mascardi es autor de la newsletter Recomendadas AM, las noticias más importantes a las 7AM. Para recibirla gratis, registrate acá]

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