Un ex compañero de Lanús contó la anécdota más cruel del Ogro Fabbiani

El peruano Juan Carlos Mariño, quien compartía plantel y departamento con el delantero, fue el autor del relato. "Me va a matar", anticipó sobre su revelación

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Fabbiani, con la camiseta de Deportivo Merlo, donde juega en la actualidad
Fabbiani, con la camiseta de Deportivo Merlo, donde juega en la actualidad

A los 36 años, ya en el epílogo de su carrera como futbolista (defiende la casaca de Deportivo Merlo), y en el umbral de comenzar una nueva como entrenador (de hecho, se habló en las últimas horas de la chance de que asuma como director técnico de Nueva Chicago), Cristian Fabbiani nunca pasa inadvertido. Por su perfil, que alguna vez también incursionó en el mundo mediático, por sus condiciones futbolísticas para cubrir la pelota y su ductilidad a pesar de su porte de N° 9; y por los problemas relacionados con su estado físico, que lo acompañaron a lo largo de su trayectoria.

Esta vez, una anécdota cruel, narrada por un ex compañero de sus inicios en Lanús, generó revuelo en las redes sociales. Juan Carlos Mariño, aquel habilidoso enganche que surgió de la cantera granate junto con el Ogro, hoy es entrenador. Y en una entrevista con el diario El Bocón de Perú relató una historia para ilustrar el problema con el peso. “Me va a matar”, anticipó en la nota, como prólogo de su narración.

“Vivíamos en un departamento Fabbiani, el Pampa (Mauricio) Romero y yo. El gordito Fabbiani siempre era un poquito pesadito. Íbamos a comer al restaurante del club y él decía ‘miren cómo estoy comiendo’ y solo comía ensalada”, recordó.

“Un día nos dice ‘estoy cansado, le voy a decir al profe'. Esa vez se fue rapidísimo, nosotros seguimos comiendo. Llegamos al departamento, y Fabbiani tenía su cuarto para él solo. No abría la puerta. Queríamos entrar a molestarlo y no abría... Se habrá quedado dormido, decíamos, pues eran las 10 de la noche. Abrimos y estaba debajo de una sábana. Me acerco y lo destapo: tenía entre su cuerpo papitas, un montón de confites. Le dijimos: ‘Cómo puedes hacernos mentir'. Estábamos que nos matábamos de risa. El gordo era tragón, le gustaba comer, no podía estar sin comer nada. Siempre decía que no comía, llegaba al entrenamiento y estaba con sobrepeso. Iba al departamento y se metía todos sus confites”, concluyó la anécdota.

El Burrito Mariño, con la camiseta de Perú (REUTERS/Alberto Lowe)
El Burrito Mariño, con la camiseta de Perú (REUTERS/Alberto Lowe)

“Después de volver de Europa (pasó por el Cluj de Rumania) empecé a engordar, pero eso nunca me jugó en contra. Por la habilidad que tengo y por cómo uso el cuerpo, me favoreció”, reveló Fabbiani en diciembre pasado, en diálogo con TyC Sports. “Disfruté de la vida como no la disfrutan los jugadores. Hay algunos que no saben lo que es comer una milanesa, y comer una ensalada de frutas y cuando llegás al fondo le pegás mal a la pelota. No le vas a pegar bien con eso”, agregó.

Cuando jugué en 2010 en All Boys fue cuando más gordo estuve. Y rendí (14 partidos, dos goles). Tuve 122 kilos, fue el peso máximo. Hoy estoy piel y hueso en comparación. Encima tenía el símbolo de lácteos Barraza en el pecho de la camiseta, que tenía la vaca. Todo junto, ja”, evocó en la misma nota.

A pesar de sus vaivenes físicos, Fabbiani construyó un currículum destacable: pasó por Lanús, River (club del cual es hincha), Newell’s (donde mostró su mejor versión) y jugó en un puñado de países tales como Chile, Israel, Rumania, Bolivia, Ecuador y Panamá.

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