Resulta satisfactorio que Messi pueda volver a jugar con la camiseta de la Selección Argentina toda vez que la Comisión de Apelación de la FIFA dio por cumplida la sanción disciplinaria, en principio establecida con 4 fechas de suspensión. La FIFA, frente a la situación planteada por la Confederación Sudamericana de Fútbol -luego de que se hubiese disputado el partido entre Chile y Argentina en el estadio de River Plate el 23 de marzo-, recibió el pedido de penalización para el capitán de la Selección.
Recabando los datos del caso a sancionar, se advirtió fácilmente que la CONMEBOL, con la firma de Jorge Larrionda, quien estuvo a cargo de la visualización del encuentro, pidió una sanción de oficio basándose en una denuncia anónima.
Los cuatro miembros que conforman la Comisión de Apelación de la FIFA fueron convocados personalmente en Zurich para considerar el tema que comenzó a ventilarse ayer.
La rápida reacción de la Asociación del Fútbol Argentino a través de su presidente Claudio "Chiqui" Tapia y de su asesor letrado, el doctor Andrés Urich, contratando al estudio español integrado por los abogados Ariel Reck y Juan de Dios Crespo, le demostraron a los más altos poderes de la FIFA el significante del caso y sus consecuencias posteriores si la sanción hubiera sido de cumplimiento efectivo.
O sea, la AFA muy bien asesorada con soportes de clara experiencia internacional en caso de fallos o apelaciones, fue por el camino mas directo para transferirle a la FIFA la disyuntiva mas difícil.
Esto se entiende si analizamos dos perfiles. El primero, ¿qué tanto valor tendrían en el futuro sanciones por oficio a través de denuncias anónimas? Y el segundo, ¿cuál de las decisiones resultaba mas ajustada a derecho para el futuro disciplinario del fútbol internacional? ¿hacerle cumplir a Messi 4 fechas por una denuncia anónima actuando por oficio o dejarle claramente expresado al universo del fútbol que lo que tiene valor real es el informe del árbitro?.
Y cómo se recordará, en este caso el árbitro del partido -Sandro Ricci- y los jueces de línea -Dewson Silva y Marcelo Vangasse- no consignaron en ninguna parte de su informe haber sentido ofensa o agravio por manifestaciones de Lionel Messi hacia alguno de ellos. Esto no implica que no lo haya dicho sino que, en el fragor de un partido de fútbol, los árbitros no interpretaron como ofensa u agravio parte de los entredichos naturales que suelen entrecruzarse en su calidad de actores del mismo espectáculo.
Por otra parte, seguramente a los miembros de la Comisión de Apelación de la FIFA pudo haberles resultado irregular el procedimiento condenatorio. Terminado el encuentro, el árbitro elaboró su informe y tres días después, en la vigilia del partido frente a Bolivia en condición de visitante, la CONMEBOL envía la actuaciones no dando margen a otra cosa que no fuere una sanción disciplinaria para el jugador.
El tiempo transcurrido, desde entonces hasta ayer, pudo haberle permitido a los miembros del alto tribunal preguntarse si no hubiere existido la influencia, nunca manifestada, de terceros a beneficiarse con la sanción.
Nos preguntamos ¿algún llamado telefónico de algún presidente de federación pudo haber influido para tan irregular actuación de la CONMEBOL?
Ya se sabe, Chile -rival directo por la clasificación con la Argentina- recibió el beneficio de puntos no logrados en el campo de juego por la discutible e indebida inclusión del jugador Nelson Cabrera de Bolivia. Más aún, al momento de sancionar precipitada e injustificadamente a Messi, Paraguay, Colombia y Ecuador también resultaban beneficiados de una sanción pedida en el anonimato y por oficio.
La razón de evitar las penalidades por oficio tienen como paradigma en la FIFA la jurisprudencia establecida por el tribunal de disciplina de la AFA. Se sabe, la evolución tecnológica permitiría que, en un enorme porcentaje de encuentros oficiales, cualquiera pudiera obtener el derecho de pedir sanciones para adversarios sustentados en la jugada visualizada a posteriori de la finalización de tales partidos. Lo que implicaría ganar más en los escritorios que en la cancha.
Que Messi no haya sido sancionado resulta justo en la justicia pasada y futura. Lo que vale es lo que el árbitro ve, sanciona e informa. Y debemos atribuirle al presidente de la AFA, Tapia, y a su asesor legal, Urich, haber defendido con argumentos válidos y legítimos los intereses de la Selección Argentina de fútbol.
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