Hernán Rivera Letelier, 1998
"Soy muy chileno. Mis padres, puros norteños, me tuvieron en Talca, puro sur. Fue un accidente espermático. Nací en invierno, once de julio, mientras llovía a baldes. Buen augurio, dicen… Todo lo bueno que puede ser cuando después se vive en un campamento salitrero. Tres calles de tierra, una pelota de trapo, y a buscar al diablo en los remolinos de arena. Uno persigue el remolino, se mete en su centro, y abre los ojos. Si operó bien –dicen–, le ve la cara al diablo. Pero no yo… Lo único que conseguí fue estar una semana con los ojos colorados como ají. Pero con la Biblia me las arreglaba: era el único libro que había en mi casa, y tal vez en todo el campamento minero".
"Me crié solo. Mi viejo, minero y semianalfabeto, murió de silicosis, la enfermedad de las minas. Murió ahogado y azul. Y perdí a mi madre a los nueve años. De pronto estuve solo y en un campamento fantasma, porque cuando se agotan las minas, esos pueblos se mueren. Todo el desierto de Chile es un huesario de pueblos muertos… Vendí diarios, lavé autos, hice de todo. Cuando el hambre me mordía, entraba a un restaurante, pedía una buena comida, y al llegar la cuenta me arremangaba y preguntaba:
–¿Cuántos platos hay que lavar?
Y en esos días escribí mi primer poema. ¿En qué me inspiré? En nada. Sólo hice la escuela primaria. Cultura cero. Y las manos quemadas de tanta pala y pala en la mina, desde las seis de la mañana hasta las dos de la tarde".
(N. de la R.: Rivera Letelier fue finalista del premio Planeta y ganador del premio Alfaguara de novela por su libro La reina Isabel cantaba rancheras. Es el prototipo de escritor autodidacta. En su casa, por razones religiosas, no se leían diarios, no se oía radio, y sólo había un ejemplar de la Biblia. También fue un éxito de librería El himno del ángel saltando en una pata)
Salman Rushdie, 1995
"Valiente… No sé, nunca hubiera usado esa palabra para definirme. No me siento muy especial. Soy un hombre enfrentado a una situación inusual. Punto. Creo que mi condena a muerte se está desvaneciendo. Que me cuidan más de lo necesario. Que me imponen seguridad. Pero mucho perdí desde entonces… Jamás podré vivir el crecimiento de mi hijo. Nunca pude llevarlo a la plaza ni jugar con él. Y eso sí es terrible… La mayoría de los intelectuales me apoyaron. En especial los latinoamericanos: Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez. Hubo un par de actitudes que me decepcionaron, pero cuando uno está en guerra no puede pretender que todos lo ayuden".
"Si mañana se terminara mi condena… ¡echaría a la policía! Me tiene harto. Después tomaría el primer avión a la India y recuperaría lo más extraño, las cosas simples: ir de compras, o simplemente caminar por la calle. Pero mi literatura acerca del Islam, a pesar de todo, no será cautelosa. Quiero volar, vivir atado al suelo. Es cierto, después de la amenaza me convertí al islamismo. Fue un error. Un momento de debilidad. Porque como cualquier texto sagrado, el Corán es contradictorio. Dice que no se debe forzar a la gente en cuestiones de religión, pero también… ¡que hay que matar a los no creyentes!"
"La familia de mi primera mujer era angloargentina. Su abuelo tenía una gran estancia que se llamaba Las petacas. Nunca fui, pero a través de ellos conocí mucho de su cultura: un fascinante mundo de gauchos y facones. Fascinante, sí, porque el campo argentino me sirvió para narrar el fenómeno británico después de la caída del imperio. Vivían en inmensidades increíbles, y al volver a Gran Bretaña tenían que adaptarse a una isla. Fueron gigantes, y retornaban a su pequeña cajita. Ah, de paso, gracias, señor…
–¿Gracias por qué?
–Por dejarme hablar un poco de literatura, y no sólo de musulmanes fanáticos que quieren ahorcarme o cortarme la cabeza con un alfanje…"
(N. de la R.: Rushdie fue condenado a muerte por el ayatollah Khomeini, feroz mandamás de Irán, a raíz de su libro Versos satánicos. Su cabeza fue puesta a precio: tres millones de dólares. El libro vendió cuatro millones de ejemplares. La entrevista sucedió en el sótano del hotel Plaza. A escondidas…)
Juan José Sebreli, 1991
"Soy un hombre de izquierda, no un marxista gorila que hoy apoya a Menem, como se dice. Soy un socialista con base marxista (pero de Marx, no de sus formas degeneradas), antiperonista, y creo que Menem está en lo único posible, hoy, para un país quebrado económicamente: el conservadorismo moderado. ¿Por qué soy antiperonista? Todo se mezcla: lo ético, lo estético, algunos prejuicios. Pero ojo: me hice antiperonista a posteriori. Al principio sólo me interesaban la literatura, la filosofía y la sociología. Después, cuando empecé a estudiar a Marx, me convertí en algo extraño: un tipo de izquierda que apoyaba al peronismo".
"A los argentinos se les cayeron todos los mitos. Mito uno: `Los peronistas son pésimos administradores, pero por suerte después llegan los radicales, que administran muy bien. ¡Falso! Los radicales fueron pésimos administradores. Alfonsín quiso imponer la socialdemocracia (muy correcto: un capitalismo avanzado), pero fracasó porque en el fondo es un populista no demasiado diferente de los peronistas. Un poco más refinado, pero… Mito dos: `Los peronistas y los radicales son un desastre, pero por suerte llegan los militares, que son ordenados y honestos´¡Falso! ¡Mire lo que fueron las dictaduras militares! Mito tres: `La economía no es importante. A la larga, todo se arregla´. ¡Falso! De los tres horrores que marcaron para siempre a la sociedad argentina –el terrorismo de ambos lados, la aventura de las Malvinas y la hiperinflación–, el horror económico es el peor: la híper, la gente con rifles en las terrazas, los saqueos, son imágenes que todavía aterrorizan. Una herida brutal".
Ernesto Sábato, 2000
"La gente está ávida de encontrar un sentido en medio de la catástrofe que estamos viviendo. Es muy duro soportar la pobreza y la injusticia. El ser humano necesita volver a las verdades más simples que lo saquen del caos y la violencia en que transcurren sus vidas cotidianas. Cuando se llega a cierta edad, se sabe que ya no queda demasiado tiempo por delante como para desperdiciarlo en cosas menores. Por eso es que mis dos últimos libros, Antes del fin y La resistencia, suenan a testamento. Pero me veo en la obligación de advertir… ¡qué todavía pienso molestar unos años más!"
"Dejé la Física porque simplemente no podía sobrevivir más en ese ámbito. Fue una ruptura que se inició en París. Allí descubrí la amoralidad de la ciencia frente a la guerra, que ya era un hecho. De vuelta en la Argentina me recluí en las sierras de Córdoba para llevar a cabo una decisión que sentí irrevocable. Son momentos graves, únicos, en los que se juega la vida del hombre: la traición o la fidelidad a lo que uno siente que está llamado a ser. Por lo demás, soy horriblemente ciclotímico. Paso de la mayor euforia a la más tremenda depresión. Y soy mi más implacable crítico. Por eso he quemado tantas páginas…"
Guy Sorman, 1991
"El liberalismo argentino es perverso. Es simplemente una ideología de clase dirigente. Pero eso no significa que todos los liberales argentinos lo sean, desde luego. Hoy, lo más inquietante es la desaparición absoluta de la elite soviética y la ausencia de alternativas. Los dirigentes soviéticos son incapaces alcohólicos. La inteligencia desapareció. Todo el pueblo ruso está en manos de dirigentes tan inútiles como peligrosos. Se advierte en la calle. Me aterra tomar un avión ruso o recorrer Moscú en taxi. Es el mayor riesgo que corre mi vida de explorador…".
"No creo en la crisis norteamericana. Hay que entender bien su sistema: es muy, muy dinámico. Sí, en cambio, enfrenta un gran problema: la pobreza. Y a esa pobreza hay que darle su verdadero nombre: el problema negro. El 15 por ciento de los negros se integró y progresó, sobre todo en la administración pública. Pero el 85 restante está en una situación relativa peor que hace medio siglo. Es una subclase. Hay más adolescentes negros en la cárcel que en la escuela. El 80 por ciento de los chicos negros nace sin padre e integra un esquema de vagancia, desocupación y violencia"
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