¿Hay boicot al cine argentino? El caso "El encuentro de Guayaquil"

El reconocido historiador Pacho O’Donnell, cuya obra de teatro “El encuentro de Guayaquil” es la base de una película homónima recientemente estrenada, reflexiona sobre el grave problema de distribución y exhibición que enfrentan las películas nacionales

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Una escena de la película “El encuentro de Guayaquil” (Télam)
Una escena de la película “El encuentro de Guayaquil” (Télam)

He conocido de primera mano el grave problema de distribución y exhibición de las películas argentinas que no están producidas por canales de televisión o grandes productoras.

Hace cinco años un joven director que había hecho su primera película, Matar a Videla, me llamó para pedirme autorización para adaptar al cine mi obra teatral El encuentro de Guayaquil, que por entonces estaba en cartel con Lito Cruz como San Martín y Rubén Stella como Bolívar, dirigida por el primero. Desde entonces tuve noticias salteadas del laborioso proceso de hacerlo posible, a veces el silencio era de años, lo que me convencía de que había vuelto a suceder lo que pasó con la adaptación de algunos libros míos: el proyecto habría quedado sepultado bajo insalvables inconvenientes, sobre todo de financiación. El caso más doloroso fue que la enfermedad y muerte impidieron a María Luisa Bemberg filmar mi "Juana Azurduy".

Sin embargo, Capelli y su amigo y socio de epopeya Juan Martín Redondo lograron finalmente llegar al día de comienzo de la filmación. Habían reunido un elenco excepcional con Pablo Echarri como San Martín y Bolívar encarnado por el actor colombiano Anderson Ballesteros, de recordada participación en La virgen de los sicarios y en la serie sobre Pablo Escobar. Los acompañan Arturo Bonín, Eva de Dominici, Luciano Castro, Naiara Awada, Ramiro Martínez y otros. Con los escasos fondos conseguidos debieron hacer frente al gasto de uniformes, armas, cañones, caballos, combates, lo que se logró con asombrosa eficacia y fidelidad.

Sin duda era un proyecto que, por su naturaleza, por su calidad, por su temática, por su realización, merecía apoyo para su distribución y exhibición. Sin embargo no lo hubo sino que Capelli y los suyos debieron enfrentar algo demasiado parecido al saboteo. Lo explica bien su productor Fernando Sokolowicz, quien cuestionó la falta de disponibilidad de salas para un estreno que había sido comunicado al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) con la suficiente antelación.

Pablo Echarri en el rodaje de “El encuentro de Guayaquil”
Pablo Echarri en el rodaje de “El encuentro de Guayaquil”

"La inscribimos en el calendario de estrenos, dimos aviso a los exhibidores, acordamos con la distribuidora Primer Plano, pedimos apoyo de lanzamiento a nuestro coproductor Televisión Pública, contratamos cartelería en vía pública, produjimos afiches, banners, spot de radio, contratamos una agente de prensa para comunicar el estreno, es decir, pusimos en marcha toda la campaña de prensa y comunicación. Planificamos un estreno de 20 salas en complejos de cine más los Espacios Incaa, y sólo nos ofrecieron 13, de las cuales únicamente hay 2 en Capital Federal y son los Espacios Incaa", explicó Sokolowicz. "Ninguna sala de los complejos Hoyts ni Cinemark", denunció el productor.

Para empeorar la situación, algunas de esas salas levantaron la película uno o dos días después haciendo evidente que lo suyo había sido un "como si" estrenaran. A los pocos días El encuentro de Guayaquil se exhibía solo en el cine Gaumont. A partir de entonces sucedió un hecho muy particular y sin duda conmovedor: el público apoyó la exhibición colmando todas las funciones (lleva ya dos meses en cartel) habiendo sido durante varias semanas la película argentina más vista.

Para completar el cuadro fueron crecientes las salas del conurbano y de las provincias que la pidieron para exhibirla en La Pampa, Río Negro, Entre Ríos, La Plata y otras, lo que se explica por la excelencia de una película de muy buena categoría en todos sus rubros que ha merecido excelentes críticas, salvo alguna previsiblemente malintencionada por la participación de Echarri y mía. Un honor.

Lo que esta historia deja en carne viva es la dificultad de exhibición y distribución de películas argentinas, lo que debe ser resuelto con rigor e inmediatez.