Cómo sancionaban a los conductores que manejaban ebrios en el Antiguo Egipto

Las multas de tránsito no nacieron con la llegada de los vehículos motorizados. Las penalidades por cometer infracciones a bordo de burros, caballos o carros eran más duras en la antigüedad. El curioso origen de las medidas regulatorias del tráfico

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Desde el Antiguo Egipto hasta la actualidad, los conductores podían ser percibidos por infracciones
Desde el Antiguo Egipto hasta la actualidad, los conductores podían ser percibidos por infracciones

Las multas de tránsito no son patrimonio de la modernidad. Desde épocas inmemoriales, los hombres necesitaron reglas de comportamiento, estructuras jurídicas, legislaciones para que prime el orden y no la anarquía. Precisaron de estos patrones de conductas establecidas para, por ejemplo, trasladarse. La movilidad, término recuperado por la coyuntura moderna pero tan viejo como el Homo Erectus, demandaba una gestión del tránsito. Multas hubo siempre. Quita de puntos, compensación económica, anulación de licencia temporal o definitiva: la Historia podría acusar a la modernidad de suave, generosa y caritativa.

Quizá la primera sanción de la que se tenga registro fue reportada por un papiro egipcio de 2.800 años de antigüedad. Acusaba a un conductor de circular con su carro bajo los efectos del alcohol, colisionar contra una estatua y atropellar a una niña. Una autoridad pertinente decretó la pena de muerte: debía ser colgado en la puerta del lugar donde se había emborrachado, a la suerte de los animales carroñeros que desaparecieran sus restos. El funcionario apeló a una medida algo más drástica que las reglamentaciones actuales: síntoma del paso del tiempo y la evolución de la especie.

La Tabula Peutingeriana era una especie de mapa de la red viaria del imperio romano
La Tabula Peutingeriana era una especie de mapa de la red viaria del imperio romano

Roma, sin embargo, fue la primera civilización que inauguró las restricciones de tránsito. La primera gran urbe de la historia de la humanidad requería de las primeras grandes reglamentaciones. Integrada a la Lex Lulia Municipalis, una institución jurídica que garantizaba la inviolabilidad de las áreas públicas -las calles fundamentalmente- y estipulaba el estatuto municipal de las ciudades agrupadas jurídicamente al imperio romano, y acogida por el César, que ostentaba el cargo de Curator Viarum -una especie de funcionario de infraestructura-, la norma sólo habilitaba a circular en horas diurnas a los carros encargados de transportar materiales de construcción para los templos de los dioses o para las obras públicas. Restringía entonces la circulación de los vehículos privados, a excepción de generales o sacerdotes que participaran en actos de culto.

Cerca de Roma, tiempo después, el Vaticano impulsaba una medida que organizó el tráfico hasta la era moderna. La peregrinación al corazón de la cristiandad para el año 1300 bajo el papado de Bonifacio VIII hubiese sido un caos. En pos de distribuir el tránsito, el Papa dictó una ley que aún perdura: la circulación por la izquierda. La disposición cambiaría por la colonización de Napoleón que obligó a cambiar de sentido: solo en Inglaterra, territorio virgen de la conquista del General francés, continúan los preceptos papales.

En 1896, Walter Arnold fue el primer infractor multado por exceso de velocidad
En 1896, Walter Arnold fue el primer infractor multado por exceso de velocidad

En el siglo XV, también en escenario inglés, el código Liber Albus prohibía en Londres que los carros vayan a mayor velocidad por el mero hecho de ir vacíos, con una multa económica de 40 peniques. Más cerca
en el tiempo, el 28 de enero de 1896, el exceso de velocidad abrió su prontuario en la historia. Walter Arnold, fundador de la compañía Arnold Motor Carriage, estaba probando la potencia de su flamante Karl Benz, uno de los primeros autos a motor, por las calles de East Peckham, en Reino Unido. Un policía ¡en bicicleta! lo interceptó: circulaba a 13 kilómetros por hora cuando el límite de velocidad máxima era de 3,6 kilómetros por hora en ciudades, pueblos y aldeas y de 6,44 kilómetros por hora en áreas no urbanas. La paradoja del caso fue que la penalización por viajar rápido significaba para el incipiente fabricante de automóviles una buena publicidad de sus potencialidades.

En el orden de las medidas disuasorias, el ejemplo del Virrey de Valencia, Juan de Ribera y una predicción de las zonas de estacionamiento permitido. En 1584, amenazó con excomulgar a los conductores que dejasen sus vehículos aparcados en las calles por las que se desarrollen las procesiones en honor a San Vicente Mártir, al Corpus o a Nuestra Señora de Agosto. La evolución de las reglas de tránsito derrama en definitiva un mar de curiosidades. Retazos escondidos en los anales de la Historia: un reflejo de lo que la humanidad fue, una explicación de lo que ahora es.

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