Marina Silva: "Cuba debe pasar del régimen a la democracia"

La candidata opositora de Brasil promverá los DDHH en el país gobernado por la dictadura de los Castro y buscará mejorar la relación con EEUU, deteriorada por el presunto espionaje a Dilma Rousseff

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 AP 163
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Marina Silva, una de las candidatas favoritas en las elecciones brasileñas, quien creció en la selva amazónica y podría ser la primera presidenta negra del país, dijo el miércoles que si la eligen mejorará las relaciones con Estados Unidos e impulsará con fuerza los derechos humanos en países como Cuba.

Silva habló en exclusiva con The Associated Press en su primera entrevista con un medio de prensa extranjero desde que irrumpió sorpresivamente a la campaña presidencial de Brasil después que el candidato original de su Partido Socialista falleció el 13 de agosto en un accidente de avión.

Silva, antigua activista de la región amazónica, senadora y ministra del Ambiente que impulsó políticas que han ayudado a Brasil a reducir el ritmo de destrucción de los bosques, se encuentra repentinamente en una caldeada campaña presidencial en que compite contra la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, que Silva ayudó a fundar hace decenios.

"Ayudaremos a Cuba a través del proceso diplomático para que defiendan los DDHH"

"Brasil tiene una gran oportunidad de convertirse en un líder global liderando con el ejemplo", dijo Silva al hablar sobre los derechos humanos y la protección del medio ambiente. "No podemos cambiar nuestros valores por razones ideológicas o políticas, o por puro interés económico".

Al preguntársele si mantendría la fuerte inversión y el apoyo político brasileño a regímenes como el de Cuba, Venezuela, China e Irán, Silva dijo que el diálogo es esencial con cada uno de esos países, pero que sus convicciones personales significan que Brasil levantaría más la voz en la defensa de los derechos humanos.

"La mejor forma de ayudar al pueblo cubano es comprender que pueden hacer la transición del actual régimen a la democracia, y que no necesitamos cortar ningún tipo de relaciones", dijo Silva. "Es suficiente que ayudemos a través del proceso diplomático para que se defiendan estos valores (de derechos humanos)".

La relación de Brasilia con Washington ha sido fría desde hace más de un año, cuando emergieron las revelaciones de que los programas de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) tuvieron como blancos directos a Rousseff y otros funcionarios brasileños. La NSA también recabó información sobre miles de millones de llamadas telefónicas y correos electrónicos que circularon a través de Brasil, un importante centro de tránsito para los cables de fibra óptica transatlánticos.

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Después de la revelación, Rousseff se convirtió en uno de los críticos mundiales más enfáticos del programa de espionaje de Estados Unidos y canceló una visita de Estado que antes había aceptado. La invitación formal del presidente Barack Obama era la primera a un líder brasileño en dos décadas y fue la primera vez ocasión que se recuerde en que un líder extranjero rechazó el honor.

Silva dijo que el espionaje estadounidense fue un grave error y que nunca podría tolerarlo, pero agregó que es hora de pasar página.

"Ambas naciones deben mejorar esta situación, reparar los lazos de cooperación", aseguró. "El gobierno brasileño tiene el derecho absoluto a no aceptar semejante tipo de interferencias. Pero no puede simplemente permanecer congelado con este problema".

"Vamos a tener la voluntad para reconstruir la relación", añadió Silva.

La votación presidencial es el 5 de octubre, pero es casi seguro que se realice una segunda vuelta entre Rousseff y Silva tres semanas después ya que se espera que nadie gane la mayoría absoluta en la primera vuelta de ocho candidatos.

Silva sacó provecho de las protestas y del clima contra las instituciones

Silva tiene raíces profundas en la política brasileña pero ha sacado provecho de un clima contra las instituciones, de una exasperada frustración con el gobierno manifestada por las enormes protestas callejeras del año pasado en muchas ciudades exigiendo reformas a un sistema político corrupto e ineficiente.

El encanto de Silva rompe barreras socioeconómicas y raciales, y la historia de su vida hace conexión con millones que batallan para conservar los modestos avances logrados con el repunte de Brasil en la primera década de este siglo.

Una de 11 hijos de un empobrecido recolector de látex en el remoto estado amazónico de Acre, Silva creció analfabeta, caminando varios kilómetros cada día para recolectar látex de árboles desde el amanecer hasta el anochecer. Estuvo cerca de morir cuando era niña y ha dicho que con frecuencia que su familia virtualmente no tenía nada para comer.

Enfermó de malaria en cinco ocasiones y sufrió de leishmaniosis, una enfermedad que ocasiona úlceras en la piel y otros padecimientos. Cuando tenía 14 años, murió su madre. A los 16 años fue enviada a la capital del estado, Río Branco, para ser tratada por hepatitis, y para finalmente aprender a leer y escribir.

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Profundamente religiosa y ahora cristiana evangélica, Silva quería ser monja. Fue a estudiar a un convento y ahí conoció sacerdotes que se regían por la Teología de la Liberación, un movimiento latinoamericano que aboga por los pobres.

Fue su despertar político. Se unió al Partido de los Trabajadores en sus inicios y fue elegida miembro del consejo de Río Branco en 1989. Dos años después se integró a la Legislatura estatal antes de convertirse en senadora federal en 1995. El entonces presidente Luis Inacio Lula da Silva, con quien no tenía relación familiar, la nombró ministra de Medio Ambiente cuando tomó el cargo el 1 de enero de 2003.

"Si la eligen, tiene una historia personal tan admirable que llegaría a la presidencia con mucha legitimidad, con tremendo entusiasmo y grandes expectativas", dijo Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano, con sede en Washington.

Silva tiene muchos partidarios entre los jóvenes, los brasileños instruidos, grupos que llevaron las manifestaciones a su punto más álgido.

Al preguntársele cómo atendería las frustraciones de los manifestantes, Silva dijo que la situación era a la inversa: los manifestantes mostraron que la verdadera reforma política en Brasil no vendrá desde arriba.

"La pregunta es: ¿qué pueden hacer estos movimientos para renovar los partidos políticos y renovar líderes políticos?", señaló. "No son los partidos ni los líderes quienes provocarán el cambio. Son los movimientos lo que nos están cambiando".