En una habitación de su casa en Banfield, localidad del sur del conurbano bonaerense, reposan miles de envoltorios cuidadosamente ordenados en repisas. No se trata de simples papeles brillantes con tipografías y formas diversas: son fragmentos de recuerdos, auténticas cápsulas de tiempo de una infancia que permanece viva en la memoria de Claudio “Chicle” Mañas.
“Soy el mayor coleccionista de dulces y golosinas de los años 80”, afirma orgulloso. La colección, según calcula, alcanza unas 18 mil piezas, aunque señala: “Seguro tengo un poco más”. Para Mañas, cada envoltorio representa una pieza de su propia historia y coleccionar significa darle sentido a la vida cotidiana. “A algunos les gusta jugar al tenis o al pádel, a mí me gusta coleccionar”, aseguró.
Siendo un niño, empezó a guardar sus primeros envoltorios en un pequeño cajón bajo la cama. “Arranqué con un cajoncito chiquito. Tenía una pilita porque no había espacio para cosas grandes. Tendría unos 10 años”, recordó Claudio, conocido en Instagram como @dulcesochentas. Casi tres décadas después, su colección se convirtió en un testimonio visual y emocional de toda una época.

Primeros recuerdos y la influencia familiar
Entre miles de envoltorios de golosinas, explicó que algunas piezas marcaron el inicio de su colección. “Uno de los que más me impactó fue el chocolate de New Choc, que es del 88 más o menos. Era una oblea de chocolate e incluía dos figuritas que brillaban con la luz. Antes no teníamos nada para jugar y eso era súper divertido. De hecho, me divierte hoy también”, relató Mañas, con la mirada encendida, como si por un instante regresara a sus 10 años.
Su pasión no nació en soledad: la familia jugó un papel esencial. “Creo que mi abuelo influyó mucho. Era ese abuelo con un galpón en el fondo, siempre arreglando cosas, tenía frascos, yogures... y empecé a atesorar también aquello”, comentó. Muchos de los primeros envoltorios los hallaba en la calle o los obtenía al entablar amistad con kiosqueros y almaceneros del barrio.
“Una vez llegué con el auto lleno de botellas porque me hacía amigo de los kiosqueros viejos o los dueños de almacenes antiguos. El dinero que mi mamá me daba para comprar un sándwich lo ahorraba, iba al almacén y volvía loco al tipo: ‘Vendémelo, vendémelo’, hasta que me vendía las botellas”, recordó Claudio con una sonrisa.

Una colección que se convierte en pasión
Hoy, a sus 48 años, Claudio posee envoltorios que van desde alfajores y chocolates hasta galletitas. “Tengo una heladera con varios productos de esa época. Después tengo también caramelos y chupetines”, contó. Pero, después de tantos años de mantenerlos guardados, confesó que alguna vez se tentó y probó esos productos vencidos, aunque la experiencia no fue la misma. “Ya no tiene el mismo sabor que antes, obviamente”, señaló.
Más allá del sabor, lo que lo conmueve son los recuerdos que evocan los envoltorios. “Es como que se frenó el tiempo. Tenés en tus manos algo que viste cuando tenías 12 años, lo volvés a ver ahora y te emociona”, señaló.

El valor de los recuerdos
Claudio reconoció que muchos de sus objetos poseen un valor económico considerable. “Casi todo vale bastante dinero. Un departamento o una casa ‘tranqui’ puede llegar a valer toda mi colección. Tuve la suerte y la visión de enganchar las cosas cuando no valían nada. Hay envoltorios, todo lo que es, por ejemplo, Dieguito Maradona, sale caro”, afirmó Mañas.
Su pasión lo conduce incluso a situaciones insólitas. “Si tengo que meterme de cabeza en un volquete en plena Capital, me meto y no me importa. El otro día se cayó todo el volquete y al vecino tenés que estar explicándole que sos coleccionista. Pero no te cree nadie”, advirtió.
Pero mantener una colección de tal magnitud, más allá de brindarle satisfacción, también le exige tiempo y dedicación. “Esto es parte mía. Cansa un poquito, tenés que estar todo el tiempo atento a las redes, a los grupos… y un poco de angustia te puede dar si suben un posteo de un chicle muy buscado y lo compra alguien que no tiene ni idea. Te da una especie de ansiedad”, admitió.
Consejos para nuevos coleccionistas
Para quienes deseen adentrarse en el coleccionismo, Mañas recomendó: “Coleccionen, es hermoso, pero esto no te va a traer felicidad”. “Sí podés hacé un repaso de tu vida y acordarte de tu infancia. Cuídense porque uno se vuelve dependiente de las cosas y siempre quiere más. Lo importante es coleccionar con sentimiento”, analizó.
Para Claudio, coleccionar trasciende el acto de guardar envoltorios viejos. Implica conservar emociones, recuerdos y una parte de la infancia que permanece viva y colorida en cada chocolate, alfajor o caramelo de su colección.




