El Club Totora inauguró su ciclo de encuentros celebrando la amistad y la camaradería con un almuerzo atravesado por el humor y la música. Juan Ignacio Giorgetti, Juan Manuel Quieto, Nicolás Giorgetti y Julián Bruno, anfitriones y miembros de Los Totora, dieron a conocer el espíritu del nuevo espacio: un refugio con identidad de barrio donde la amistad se celebra alrededor del asado, la música y la tradición. El proyecto nace de una colaboración entre la banda, Warner Music Cono Sur e Infobae.
La apertura se realizó en el restaurante Roldán y contó con la presencia de personalidades de la industria y figuras como el Pollo Álvarez (conductor), Chule Von Wernich (cantante), Camilú (artista musical), Yeyo De Gregorio (actor) y Cris Vanadía (conductor). Allí, Nicolás ofició de barman mientras el resto de la banda le daba la bienvenida a los invitados entre chistes y brindis.

“Para mí, esto es el sueño argentino: música, amigos, asado, vinito, fútbol, todo”, expresó Chule, quien se convirtió en la primera mujer socia del club. Con el inicio de la música, Los Totora dieron el puntapié inicial: “¡Bienvenidos al Club Totora, señores!”.
La jornada comenzó con Marchate Ahora, uno de los clásicos de la banda, y se desarrolló en un ambiente distendido. Entre el aroma del costillar y las copas levantadas, los anfitriones combinaron tradición, humor y canciones improvisadas.
“Lo que todos los argentinos soñamos es esto. Ustedes tocan y pasa algo especial”, celebró uno de los invitados mientras la mesa, ya transformada en escenario, se llenaba de historias de giras y anécdotas compartidas.

Un ritual de bienvenida y pertenencia
El Pollo no ocultó su entusiasmo: “¿Soy cofundador del club? Me gusta. ¿Dónde está la placa?”. Para Juani, el carné simbólico de socio representa que nadie es forastero: la “comisión directiva”, dice entre risas, se define entre brindis y canciones.
“Me copa. Los invitados que vienen tienen la onda Totora. Sos de nuestro equipo”, agregó el Pollo, reflejando el clima de familiaridad que reinó desde el comienzo. Las anécdotas surgieron de inmediato.

Desde giras inolvidables hasta pequeñas discusiones sobre quién tenía el carné número tres o el punto exacto del asado. El humor también marcó los brindis: “¿Por qué lo de los ojos? Porque se mantiene la tradición. El que no apoya, no foll*. Y por la Virgen de Guadalupe”, bromeó Cris, desatando carcajadas.
Las historias de invitados que llegaban tarde o músicos reclamando reconocimiento se mezclaron con chistes sobre el detrás de escena de los shows, mientras cada participante sumaba un nuevo capítulo al espíritu Totora. “Acá pueden venir, llegar tarde, irse y volver. Para mí hoy vuelvo al programa, llego para la música”, resumieron, destacando la flexibilidad y la onda del grupo.

La música como hilo conductor
Con la sobremesa llegó el momento más esperado: la música. No importó si se trataba de una cumbia, una balada o un clásico romántico, todos se sumaron al repertorio. Juan Manuel propuso un mini-show junto a Camilú: “Vamos a hacer la segunda canción en el escenario de Totora con vos. ¡Salud!”. La respuesta fue inmediata y el tema elegido, Me da igual, resonó entre aplausos y risas.
La emoción también tuvo su lugar, con recuerdos familiares y tradiciones que se colaron en las canciones, como los buñuelos de bacalao que preparaba una de las abuelas en cada festejo. Cada vez que la guitarra pasaba de mano en mano, surgían nuevas historias, melodías y confesiones.

Identidad, rituales y pertenencia
En cada rincón del Club Totora, la amistad se convirtió en el sello del encuentro. “Los chicos me abrieron la puerta de su casa, fui parte de su vida. Esto es un bandón, pero lo esencial es la familia, los amigos y los pequeños gestos”, reflexionó el Pollo.
La velada dejó escenas típicamente argentinas: el brindis “a los ojos”, las anécdotas de abuelos y padres, las discusiones sobre el asado y ese clima único que se genera entre amigos. Entre risas y guitarras, el encuentro cerró con Los Totora y Chule interpretando Te está pasando lo mismo que a mí.

Así quedó inaugurado el ciclo: un club hecho de música, comida, anécdotas y una identidad construida entre amigos, con la promesa de nuevos socios, tardes interminables y muchas historias más por contar.




